Una madre para siete hermanos
Tensa espera es un más que largo, interminable melodrama familiar con madre leonina y situaciones previsibles, un vehículo puesto a disposición de las aptitudes materno-interpretativas de Susan Sarandon -la mujer que mejor sabe envejecer en Hollywood , actriz inmensa pero cuyo talento no alcanza para contener el torrente de tedio que se desprende el filme, uno de los más irritantes que este crítico haya visto en mucho tiempo.La cosa va de una mujer terriblemente posesiva, cuyos siete hijos, salvo el menor, se han espabilado por su cuenta, y que acaba de expulsar de su casa al hombre con el que lleva casada de 25 años.
Una desgracia familiar
Tensa espera (Safe passage)
Director: Rober Allan Ackerman.Guión: Deena Goldstone, según la novela de Ellyn Bache. EE UU,1994. Intérpretes: Susan Sarandon, Sam Shepard, Robert Sean ,Leonard, Sean Astin, Marcia Gay Harden, Nick Staffi, Matt Keeslar. Estreno en Madrid: Vaguada, Gran Vía, Parquesur.
Ya en las primeras secuencias de la película el espectador sabrá que una desgracia afecta a la familia, el hijo díscolo -que responde por el más bien paradójico nombre de Percival- puede ser una de las víctimas del ataque contra los marines acantonados en Beirut, episodio histórico en el que se apoya la trama.Todo, absolutamente todo el resto del metraje los invierte el prestigioso director teatral Ackerman -aquí en su ópera prima- en mostrar el microcosmos familiar, sólo para concluir como cualquier espectador normal puede, intuir desde el minuto uno de la proyección: con la obra de Percival, como su ilustre tocayo arturiano, la mano inocente que sirve a la mejor causa -¿la de Dios? ¿Es la familia una creación divina? ¡Cualquiera lo diría, viendo simplemente a ésta!-, concluida brillantemente en la distancia. La familia que permanece unida, etcétera.
El principal problema del filme no tiene que ver con esa espera en la que poco ocurre. Lo que le afecta y, radicalmente, es que todo lo que pasa ya lo sabe el espectador al cuarto de hora de proyección, lo que equivale a reconocer que ninguno de los personajes tiene, en la ficción, un verdadero desarrollo propio.
Babelia
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