Se fueron los isidros
Cámara / Cervantes, Ortega, Moreno
Novillos de Rocío de la Cámara, con trapío, pobres de cabeza, sospechosos de pitones; encastados excepto los dos primeros. Los anunciados de Río Grande, no se lidiaron.
Paco Cervantes: estocada trasera, rueda insistente de peones, otra y dos descabellos (silencio); estocada atravesada muy trasera, rueda de peones, descabello -aviso- y descabello (aplausos y saludos).
José Ortega: pinchazo, otro hondo, rueda de peones y dos descabellos (algunas palmas y también protestas al saludar); pinchazo, estocada trasera caída y descabello (palmas).
José Luis Moreno: pinchazo, media traserísima, rueda insistente de peones -aviso- y descabello (aplausos y saludos); pinchazo y estocada baja (palmas y saludos).
Plaza de Las Ventas, 11 de junio. Más de media entrada.
Acabó la feria y se fueron los isidros. Los isidros sólo van a la feria de San Isidro, es natural. Van, aplauden como locos, algunos se beben todo el whisky que produce Segovia, otros ponen perdida la plaza de cáscaras de pipas, piden orejas, insultan a quienes las protestan, se marchan y si te he visto no me acuerdo.Los isidros son la marabunta.
Nadie los echó de menos en la novillada que abría la etapa de la normalidad en Las Ventas, desde luego. Aunque algunos se preguntaban a dónde llega la afición y la coherencia de los isidros, pues dos espadas del cartel, Paco Cervantes y José Ortega, cortaron en una importante novillada de la feria las orejas que ellos mismos habían pedido, convirtiéndolos en triunfadores.
La novillada aquella tuvo más trapío, casta y poder que la mayor parte de las corridas de toros. Y lo mismo Cervantes que Ortega la hicieron frente poniendo a contribución de su éxito denuedo y entereza. En cuanto a toreo, sin embargo, ya aportaron menos. Había interés por saber si sabrían hacérselo a un ganado de más atemperada condición.
A los isidros probablemente les traiga sin cuidado que se apreciaran ciertas lagunas toreras en los dos diestros. Tuvieron un novillo sin embestida, al que porfiaron valentones, otro de encastada nobleza que se les fue sin torear. Cervantes, al bueno, lo lanceó bien a la verónica y por chicuelinas, pero instrumentó una faena de muleta muy desigual, con más pinturería que temple, y sufrió dos desarmes. José Ortega banderilleó vulgarcillo a su lote y en el noble muleteó sin estilo, pretendiendo suplir la falta de calidad con alardes encimistas. Distinto tono dio José Luis Moreno, quien a su novillo boyante, tercero de la tardé, lo toreó con gusto -aunque siempre descargando la suerte; esa fementida técnica- mientras al reservón sexto lo porfió valiente y logró sacarle algunos derechazos de buen corte.
Palmas, todo lo más, escucharon los tres espadas, según correspondía. Claro que si llega a ser en la feria, a lo mejor les regalan las orejas; nunca se sabe. A los isidros les sustituyeron los japoneses, que son gente comedida y respetuosa. Bueno, siempre hay excepciones. A un servidor le correspondió el más tonto de Japón. Con la cantidad de japoneses listos que hay en el mundo, y el tonto hubo de sentarse detrás. Ver que tiraba de pitillo, se puso a batir frenéticamente el programa en la oreja de un servidor. Manos mal que uno sabe idiomas y le dijo: "O dejal de sacudilme el ploglama en la oleja o tenel aquí un Dos de Mayo". Debía de saber historia pues depuso su actitud en el acto. Es lo bueno de los japoneses: que se avienen a razones. Los isidros, en cambio, ya les puedes decir: te ponen perdido de whisky y de pipas; y, además, te dejan sordo pidiendo la oreja y "¡la-o-tra, la-o-tra, la-o-tra!".
Babelia
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