La NASA, ausente por primera vez del Salón Aeroespacial de París
Los problemas económicos de las agencias espaciales gravitan sobre la muestra
La carrera espacial ha terminado, por práctico abandono de todos los participantes. Rusia no está ya para alardes tecnológicos, la NASA estadounidense sufre brutales recortes presupuestarios y la Agencia Espacial Europea carece de proyectos. Esa es la situación que se constata en el Salón Aeroespacial de Le Bourget (París) inaugurado ayer por el presidente Jacques Chirac y en el que por primera vez no está presente la NASA. La competición está ahora más próxima al suelo, y se c entra en los mercados de aviones y helicópteros.
La NASA ni siquiera ha acudido al Salón de Le Bourget por no poder hacer frente al millón de dólares que costaba el desplazamiento de material. Es la primera vez que la agencia espacial de Estados Unidos falta a la cita de París, y quizá sea un adiós definitivo. El presupuesto de la NASA, congelado en 14.000 millones de dólares desde 1990, ha sido reducido en 100 millones este año. Y el Congreso de Estados Unidos no cede en sus esfuerzos de trocear y privatizar parcialmente la antaño orgullosa agencia.Según el semanario especializado Aviation Week and Space Technology, hay planes para conceder la explotación de los transbordadores espaciales a una empresa privada, y en los próximos cinco años podrían suprimirse 25.000 empleos. Todo ello iría acompañado de una reducción presupuestaria de hasta 5.000 millones de dólares.
El Congreso quiere que los ahorros anuales lleguen hasta los 10.000 millones en 2002, y que la NASA se reoriente hacia negocios más rentables que la exploración del espacio. Por ejemplo, la detección y explotación de recursos naturales terrestres.
La situación en Europa
En Europa, la situación no es mucho mejor. La Agencia Espacial Europea (AEE) presenta este ano en Le Bourget el portentoso lanzasatélites Ariane 5, una máquina de 51 metros de alto proyectada desde 1973 y cuyo desarrollo y construcción han costado 40.000 millones de francos (casi un billón de pesetas).El Ariane 5 debería garantizar para Europa, durante más de una década, la hegemonía mundial en el negocio del lanzamiento de satélites, gracias a su capacidad de colocar en órbita dos satélites a la vez. Pero la gran lanzadera no, tiene nada por detrás. La AEE carece de proyectos importantes para el futuro.
El proyecto de lanzadera Hermés fue abandonado en 1992, y el proyecto de módulo habitable Columbus, pensado para acoplarse a la gran estación orbital estadounidense del mismo nombre, está aplazado sin fecha. En otoño está prevista una reunión de ministros de la Unión Europea, en la localidad francesa de Toulouse, para reexaminar todo el programa espacial para los próximos 20 años. Si de Toulouse no salen iniciativas, el futuro quedará en blanco.
Otra cosa muy distinta es el sector de la aeronáutica atmosférica. Ahí existe "una situación de hipercompetitividad", en palabras de Louis Gallois, presidente de la empresa pública francesa Aérospatiale. Las empresas estadounidenses Boeing y, en menor medida, McDonnell Douglas, reforzadas en su capacidad exportadora por la fuerte depreciación del dólar, se han lanzado a recuperar los mercados ganados por la firma europea Airbus durante los últimos años.
El nuevo modelo Boeing 777, que se presenta en la muestra de Le Bourget, supone una competencia directa para los Airbus A-330 y A-340. La empresa norteamericana ha conseguido ya un lucrativo contrato con Arabia Saudí, país al que venderá 23 unidades. El negocio con los saudíes, en el que el propio presidente Bill Clinton actuó como mediador, se completa con un pedido similar a McDonnell Douglas. También está en alza el mercado de los helicópteros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.