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El juramento de Hipócrates

Aunque nuestra Constitución en su artículo 28 reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores en defensa de sus intereses, no me resigno a aceptar la huelga ilimitada de los médicos, que ya ha durado 33 días por muy acuciantes que sean sus necesidades y muy conculcados sus intereses. Sigo viendo al médico como un profesional al servicio de la salud de sus pacientes, no como un burócrata del Insalud.Ello no quiere decir que no se encuentren en situación vejatoria los médicos que trabajan en las Autonomías carentes de competencias sanitarias, por lo exiguo del sueldo que perciben, sobre todo comparado con el de colectivos más "rojeras" y sindicalizados, como son el de las ATS (en castellano, enfermeras) o el de los celadores (de nombre castellano eufónico e impecable).

Es éste uno de esos enfrentamientos fatídicos en los que ninguna de las partes tiene razón, cual son, servatas distantias, la guerra de Bosnia o el divorcio de los vecinos del 5º. Son contiendas civiles que llevan, a quienes no son economistas, a dudar de la racionalidad de los contendientes. Pero nosotros los buenos discípulos de Adam Smith sabemos que se deben a graves fallos de las instituciones. En este caso de la huelga de médicos, la institución que no funciona ni puede funcionar es un servicio de salud centralizado público y totalmente gratuito.

Los médicos del Insalud se quejan de que siguen largos estudios que no redundan en buenos sueldos. Son seis años de carrera, más cuatro o cinco de residencia para formarse en una especialidad, si consiguen pasar el notorio examen del MIR, al que se presentan 25.000 candidatos para 3.000 Plazas de formación. Los que superan tal carrera de obstáculos tienen que hacer oposiciones a una plaza en propiedad en hospitales públicos, plazas escasísimas, o contentarse con una interinidad muchas veces concedida a favoritos.En el Insalud, un residente de tercero o cuarto año. gana de 140.000 a 160.000 pesetas al mes tras deducciones, lo mismo que una enfermera y casi lo que un celador antiguo. Un jefe clínico con ocho trienios, que ha superado el MIR, ha cursado la especialidad y ha ganado una oposición, alcanza apenas las 240.000 pesetas mensuales netas de deducciones. Si trabajaran para un servicio de salud transferido a una Autonomía ganarían un 15% más.

Una respuesta a tales quejas es que los disconformes se busquen la vida en otra plaza. Pero tal respuesta sólo sería válida si la medicina privada gozara de vida pujante y ofreciese servicios de tan alta calidad como la pública. Nadie tiene culpa exclusiva de que la mayor parte de las sociedades médicas languidezcan ni de que las consultas privadas no hayan conseguido organizarse hospitalariamente. Hemos permitido todos, médicos y pacientes, votantes y sindicalistas, que la profesión médica sea un servicio burocratizado.

Muestra del espíritu comunizante de la mayor parte de los médicos es la petición de sus representantes sindicales de una subida lineal de 30.000 pesetas al mes, sin contrapartida de aumento de productividad. Las subidas lineales son la muerte de las profesiones, pues estrechan el abanico de las remuneraciones y al final los celadores acaban ganando casi lo mismo que los cirujanos.

Sólo una profesión médica adocenada y sindicalizada es capaz de mantener una huelga indefinida de más de un mes de duración. Es cierto, las urgencias quedan atendidas. Pero después de ese paro inconsiderado, la espera de quienes necesitan una operación de cataratas habrá aumentado de dos a cuatro años.

Hipócrates, el médico legendario del siglo V antes de Cristo, hacía jurar a sus discípulos que se abstendrían de acciones que causaran daño a sus pacientes. Los burócratas no juran más que por sus "moscosos"

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