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Reportaje:EXCURSIONES: ZARZALEJO Y SANTA MARÍA

Los pueblos del fin

Una ruta en coche por los parajes más aislados de la región, en los estribos occidentales de la sierra

A la historia, que es un vasto tapiz, le complacen las simetrías. El puerto de La Cruz Verde, por ejemplo, debe su nombre a la Hermandad Vieja de la Talavera, cuyo emblema era una - cruz de ese color y cuyos miembros tenían la potestad de hostigar a los malhechores hasta este paso montañero. Si tal límite podía excederse en caliente o no, es extremo que los cronistas consultados no aclaran.Pues bien: varios siglos más tarde (o sea, hoy), el lugar sigue siendo escenario de persecuciones hórridas, que al transeúnte desprevenido le ponen los cabellos como escarpias. La diferencia es que, ahora, los que juegan a policías y ladrones no son ni una cosa ni la otra, sino mequetrefes a lomos de motocicletas niponas cuya única neurona sólo les permite gozar del domingo emulando las tumbadas de Crivillé por la carretera que sube desde El Escorial.

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Puerto de paso

Docenas de ellos, cientos incluso, se agolpan a la puerta de los bares que atienden en tan frenética encrucijada. Y al viajero de paz, que se ha apeado para echar un vistazo a los montes circundantes -del Abantos a la Almenara, pasando por San Benito y las Machotas-, le asalta por un instante una duda razonable. ¿Habrán elegido los lugareños a Ángel Nieto como patrón y están de romería? No sería la primera vez que algún municipio madrileño se saca un santo o una virgen de la manga y hasta les consagra una ermita...

Resuelta la incertidumbre -no así la estupefacción-, el excursionista puede poner rumbo a Zarzalejo, cuyo casco viejo, de trazado sinuoso, es un remedio eficaz contra las prisas y otros inventos del diablo.

La sobria traza del templo berroqueño (siglo XV), el agua que mana impoluta de las fuentes (una del XVIII y otra del XIX) y el arte laborioso de doña Ricarda Fernández, hilandera de lana a la vieja usanza en el barrio de la estación, son cosas que los kamikazes de La Cruz Verde jamás entenderán. Lo cual es buena señal.

Santa María de la Alameda

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Remontando de nuevo el puerto de marras, habrá que tomar el camino hacia Ávila y desviarse a mano derecha para ganar ese rincón a media jornada entre Madrid y el cielo que es Santa María de la Alameda. Antes de alcanzar este paraíso serrano -pues se trata del segundo pueblo más alto de la región, después de Somosierra-, la carretera atraviesa el empinado caserío de Robledondo, uno de los barrios más apartados de Santa María, y el puente que salva las pocas aguas claras del arroyo de la Aceña. Lo que no atraviesa, porque no hay manera, son las vacas, que se pasean por mitad de la calzada con beata parsimonia, muy a propósito.Santa María de la Alameda tiene iglesia con cabecera y pila bautismal del XVI, y con retablo e imagen de Nuestra Señora de estilo barroco. Pero el arte más valioso de Santa María es otro: es el arte de vivir a 1.409 metros, es el verano frescachón y es el invierno siberiano, es la placetuela asomada al hondo valle y es el paseo, a media tarde, por cualquiera de las sendas de Pinares Llanos.

Más allá de Santa María, casi en Ávila, está la pedanía de Las Herreras, donde una docena de vecinos disfrutan en exclusiva del tramo más agreste del río Cofio. Siendo uno de los lugares más retirados de la comunidad -tanto que, hasta hace unos años, carecía de electricidad y de agua corriente-, no es (curiosamente) el más aislado. Este dudoso honor le corresponde a la Dehesa de la Cepeda, enclave madrileño en territorio abulense que fue propiedad de la familia del alcalde Sainz de Baranda. En los años treinta lo vendieron, y hoy la llave del lugar la guardan en Peguerinos.

Otro barrio de Santa María que merece un punto y aparte es el de la estación, desde donde se puede bajar al río Coflo para merendar, darse un chapuzón o pasear por su vera poblada de alamedas y alisedas. Aguas abajo, surge el descomunal puente de la comarcal M-505, aquél que fatigaron -hasta que lo prohibieron- los fanáticos del puentismo y del benji. Otros kamikazes. Otros menos.

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