La cibeles sobrevivió a la fiesta
Los jugadores y Ramón Mendoza dejaron una bandera a la diosa
Podían ser 40.000 personas. O 50.000. O 60.000. Ni siquiera la Policía Municipal fue capaz de calcularlo. La Cibeles, vallada y sin agua, pues se la habían llevado los bomberos por la mañana, se vistió de madridista, con bandera y todo, tras muchos, quizá demasiados, años de espera.A la Cibeles, ayer la salieron más admiradores que nunca. Y la salieron también 25 jinetes: los jugadores del Real Madrid y Ramón Mendoza. El presidente, después de ser duchado en las celebraciones, cambió su chaqueta y su corbata por un chándal del equipo y trepó más rápido que ninguno.
Hubo quien se hizo más de 12.000 kilómetros para vivir esas escenas. Por ejemplo un grupo de aficionados chilenos a los que no les sobraba cansancio, pero sí banderas. Las tenían del Real Madrid, de Chile y de España. Vinieron, según explicaban, "a ver al Terrible [Zamorano], a ver a la estrella más grande que ha dado Chile. Hoy, 15 millones de compatriotas se han pegado al televisor. Nosotros, preferimos estar aquí".
La espera fue larga, y las cifras sobre los heridos no quedaron claras. Según algunos, sólo fue necesario atender a media docena de personas, casi todas ellas sufriendo los efectos del alcohol. Se sucedieron las avalanchas porque todo el mundo quería estar cerca de la Cibeles pero, por lo visto ayer, no todo el madridismo cabe en los alrededores de la diosa.
Algunas marquesinas de autobuses pagaron el pato. Como aquella de la esquina de Alcalá que acabó destrozada y que provocó uno de los múltiples conflictos, dado el empeño de un trajeado señor en que el culpable pagara el desperfecto, "porque", alegaba el denunciante, "esto se construye con mis impuestos, no con los del niño este".
La ausencia de agua en la fuente provocó algunas protestas, de las que el alcalde de Madrid salió seriamente malparado. "Manzano canalla, devuélvenos el agua", fue el grito de guerra de los más indignados.
Hubo, por supuesto, peligrosas avalanchas. Y manteos. Y alguna que otra pelea, sofocada con rapidez por los aproximadamente 300 policías presentes en la plaza y en sus cercanías. La visión de tantos agentes de la ley hizo que se corearan algunos gritos que nunca se acercaron a la unanimidad, entre los que desta
có "somos madridistas, no somos terroristas".El autocar del Madrid salió fuertemente escoltado del Bernabéu a las 0.25 y llegó a la Cibeles 35 minutos después. Entró, inesperadamente, por Neptuno. Toda la plantilla se subió a la fuente, encabezada por un Zamorano que Ilegó más alto que ninguno bandera blanca en ristre, una bandera que acabó, como era de esperar, en manos de la Cibeles. Allí pasó la noche. Todo un símbolo.
Mendoza habló por megafonía, pero sólo él y los más cercanos a él le escucharon. La noche madrileña estaba ayer llena de gritos de campeones, dealabanzas a Zamorano, y de insultos a Núñez, al Barcelona, al idioma catalán y, como de costumbre, a los habitantes de Polonia, que siempre aparecen en estas celebraciones.
Cinco minutos después de su escalada, los jugadores madridistas regresaron al autocar y acudieron a un restaurante, donde sólo pudieron cenar algunos, pues el resto no pudieron entrar ante la enorme cantidad de aficionados en medio del delirio.
Hubo lágrimas y múltiples intentos de abrazos y besos a los jugadores que la policía impidió. Ellos fueron dioses por una noche. La diosa, la Cibeles, se quedó por fortuna entera, sin agua y con una bandera. El madridismo vivió anoche su fiesta más feliz.
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