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Responsables de museos consideran que el pago de entrada no influye en el número de visitantes

Rechazan la gratuidad y resaltan la importancia de ofrecer exposiciones de calidad

Todo empezó por un problema de discriminación. Los ciudadanos de la Unión Europea tenían que pagar entrada, mientras que los españoles no. Bruselas se quejó repetidamente y por fin, tras varios retrasos, se estableció el pago para todos en los museos españoles de titularidad estatal... A sólo un año de esta medida, el director general de Bellas Artes, Jesús Viñuales, indicó que el tema podía volver a estudiarse (véase EL PAÍS del 19 de mayo) porque, en su opinión, ha descendido el número de visitantes y las numerosas excepciones provocan que, en el fondo, "ya casi no paga nadie". Esta opinión de Viñuales no es compartida por diferentes gestores de museo que consideran que el pago de entrada contribuye a que el visitante valore el museo y no influye en la afluencia de visitantes.

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Barreras a la cultura

Cuatro meses después de que se implantara el cobro de la entrada en los museos estatales, la cifra de visitas se redujo entre un 10% y un 20%. Y los ingresos se multiplicaron por cinco. Con todo, en enero de este año, la ministra de Cultura, Carmen Alborch, indicaba que según las últimas cifras la gratuidad no había repercutido en la afluencia de público. Los responsables de los grandes centros museísticos corroboran esta afirmación de la ministra y, en todo caso, achacan los posibles bajones de visitantes a la mejor o peor oferta de exposiciones.El director del Museo del Prado, el arqueólogo José María Luzón, es partidario de la entrada gratuita para los que necesiten el museo como campo de estudio, pero defiende "con gusto" la contribución de los visitantes, "que así forman parte del mantenimiento del museo". "La entrada es una cantidad significativa, en este caso sobre el 10% del presupuesto, y es natural que se pague. Es un precio insignificante para los visitantes de los países ricos. Creo que no ha pasado el tiempo necesario para analizar la influencia por sectores del pago de la entrada".

Múltiples exenciones

José Guirao, director del Museo Nacional Reina Sofia, defiende el cobro, en la misma línea de la ministra de Cultura, Carmen Alborch, que en el Día Internacional de los Museos se reafirmó en el sistema actual. "Defiendo el pago en los museos y también que ese motivo no impida a nadie su acceso. Las exenciones de pago abarcan a los menores de 18 años, a los mayores de 65 y jubilados; se cobra la mitad de precio a los estudiantes, y la entrada es gratis los sábados por la tarde y los domingos". También señala que el precio es bastante inferior al de otros museos europeos -que,como el Pompidou, cobran más de mil pesetas más entrada individual a las exposiciones- y que la medida no ha afectado al número de visitantes. Interpreta las recientes declaraciones del director general de Bellas Artes como una reflexión "que no pone en cuestión la medida".

A juicio de Jordi Carrió,gerente de museos del Ayuntamiento de Barcelona, el cobro de entrada es una medida positiva. Los 11 museos municipales abiertos al público cobran entrada -entre. 300 y 500 pesetas, con múltiples excepciones para jubilados, estudiantes y otros- desde el 15 de junio de 1993 y el número de visitantes ha continuado aumentando. En total, la afluencia de público ha subido progresivamente desde los 696.911 visitantes de 1991 hasta los 1.179.117 del pasado año. "No sólo ha aumentado el público, sino que no hemos recibido una sola queja por la implantación del cobro de entradas", comenta Carrió. "Creo que es bueno que los servicios culturales públicos los pague en su inmensa mayoría la Administración; es decir, todos los ciudadanos, tanto si van como si no van al museo. Pero también me parece correcto que los que van al museo contribuyan en mayor medida a sufragar su mantenimiento para que así la aportación pública pueda ser nienor". Según Carrió, lo ideal sería que los museos pudieran financiarse a partes iguales por sus ingresos propios -entradas y ventas de librería-, patrocinio privado y dinero público.

Julián León, gerente de la Fundación Thyssen -que cobra 600 pesetas por la entrada al museo madrileño, sin contar las excepciones-, considera positivo que se haga pagar al usuario. "Hay diversas razones, y una es la dimensión de pedagogía social que tiene este cobro, porque así el que utiliza el museo es el que más coopera en su mantenimiento. Los presupuestos públicos están cada vez más limitados para atender al mantenimiento de todos los bienes sociales y tenemos que buscar otras fórmulas que permitan financiarlos sin caer directamente en la economía de mercado salvaje".

El Museo Thyssen se financia, según León, en un 75% con los ingresos propios. Esto incluye el pago de las entradas, las ventas de librería y tienda especializada, el alquiler de sus instalaciones y el patrocinio. De este porcentaje, casi la mitad corresponde a la venta de entradas. En el caso del Museo Picasso de Barcelona, las entradas y las ventas de librería suponen el 70% de todos sus gastos, incluido el de personal. En 1994, de los 359 millones de pesetas de gastos presupuestados, se recogieron 247 por estos conceptos. Se trata de dos casos muy especiales que no responden a los de mayoría de los museos españoles. Hace dos años, el Ministerio de Cultura calculaba que, en la previsión más optimista, el cobro de la entrada podía cubrir el 15% del total de gastos del centro.

Sea como sea, tampoco en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), que cobra entrada desde su creación, se considera relevante este aspecto. El pasado año se aumentó de 250 a 350 pesetas el coste de la entrada y no se ha notado ninguna disminución en el número de visitantes. Lo mismo ha sucedido en el Museo de Arte Romano de Mérida, de titularidad estatal. "A mí, como director, me gustaría que todos entraran gratis, pero no discuto y acepto la decisión de cobrar entrada", comenta su director, José M. Álvarez. "De todas formas, desde que empezamos a, cobrar, hace un año, no hemos notado ninguna disminución en el número de visitantes". En su opinión, la afluencia está en función del atractivo del museo, de su contenido y de la difusión que tenga, no de que se cobre o no la entrada.

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