Pinchazos para encontrar las claves de la Tierra
Los sondeos aportan nuevos datos sobre la composición y los mecanismos del interior del planeta
Los últimos resultados aportados por sondeos profundos realizados en diferentes puntos del planeta han revelado datos sorprendentes. Variaciones de temperatura, deformaciones de rocas y minerales, fluidos que han permanecido intactos millones de años y vida a grandes profundidades son los más destacados. Más allá de estos resultados, los geólogos destacan que, por primera vez, empiezan a aflorar algunas claves para comprender qué ocurre en el interior o, lo que es lo mismo, para entender cómo funciona la Tierra.En esencia, éste es el gran objetivo de los sondeos profundos. Hoy en día, la composición del interior del planeta no interesa tanto como saber cómo y por qué se desplaza una placa tectónica, qué factores intervienen en la rotura de una falla geológica o cómo se propaga la enorme cantidad de energía que se libera en un terremoto.
Para determinar todos estos parámetros con precisión se utilizan dos grandes familias de técnicas. Las llamadas indirectas, basadas en el empleo de métodos sísmicos (como, por ejemplo, la sísmica de reflexión profunda), y las directas, consistentes en agujerear el suelo hasta tan lejos como sea posible.
El primer tipo de técnicas aporta sobre todo imágenes, cada vez con mayor resolución, relativas a composición y a determinados parámetros físicos. Su interpretación, no obstante, no siempre responde a la realidad, ya que, en términos absolutos, nadie es capaz de determinar con precisión qué hay a 50 kilómetros de profundidad. Los sondeos, por su parte, evitan este escollo, pero limitaciones de orden económico y tecnológico impiden, por el momento, superar los 12 kilómetros.
Diez kilómetros
El reto es superar claramente la frontera de los 10 kilómetros. Se consiguió en el sondeo de Kola (ubicado en la península rusa del mismo nombre) y fue alcanzado por el proyecto alemán del KTB. Rolf Emmermann, responsable de este último sondeo (localizado al sureste de Alemania, cerca de la frontera con la República Checa), expuso recientemente en Barcelona alguno de los límites que cabe superar para proseguir las investigaciones. El primero, la sorprendente temperatura que este sondeo, considerado por los expertos como el más importante del mundo, alcanzó a los 9.000 metros de profundidad: 275 grados. Según estimaciones previas se esperaba alcanzar 300 grados por debajo de los 10 kilómetros. Esta temperatura es, hoy por hoy, una frontera casi insalvable: a pesar de que es posible agujerear, los materiales se deforman rápidamente debido a las condiciones de presión y temperatura.
En esta misma reunión, organizada por la Institución Catalana de Historia Natural y que reunió a los principales responsables de grandes proyectos del mundo, Emmermann destacó otros aspectos de sumo interés. Entre otros, la existencia de gran cantidad de fluidos entre 6 y 8 kilómetros de profundidad, la presencia de microorganismos en la frontera de los 2.000 metros (lo que demuestra que los límites de la biosfera están aún por establecer) y de una cantidad de energía moderada pero suficiente para desencadenar terremotos de pequeña magnitud en el corazón de Europa.
Este último hallazgo supone otro de los grandes objetivos. Tal y como señala Andrés Pérez-Estaún, geólogo del Instituto Jaime Almera, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, los sondeos no sólo tienen como misión realizar estudios geológicos, sino detectar todos aquellos parámetros que permitan modelizar el comportamiento del interior de la Tierra. "Si no somos capaces de modelizar con precisión", asegura, "difícilmente podremos realizar predicciones".
¿Qué situaciones interesa predecir? "Desde riesgos naturales, como terremotos o actividad volcánica, hasta impactos climáticos producidos por las emanaciones de gases, detectar yacimientos petrolíferos o de minerales con interés económico, o localizar e identificar áreas estancas para el posible confinamiento de residuos tóxicos", contesta. Desde un punto de vista científico, añade el estudio de los grandes impactos naturales, la evolución del clima y, por tanto, de la Tierra, y establecer con precisión los límites de la biosfera.
Grandes proyectos
La lista de proyectos en fase de estudio o de realización es importante. Su puesta en marcha depende, en buena medida, de la capacidad de financiación de los organismos responsables. Para citar un ejemplo, el sondeo alemán del KTB ha supuesto una inversión de 500 millones de marcos desde que se iniciara en 1982, unos 43.000 millones de pesetas al cambio actual.
Ésta es la razón que ha impulsado a diversos países a emprender investigaciones bajo la fórmula del consorcio. Una de ellas, iniciada el pasado año y consideada la más ambiciosa de todas las que se pretenden llevar a cabo, es la que centra su atención en los Urales. En opinión de Pérez-Estaún, uno de los líderes del proyecto (impulsado por la European Science Foundation y con la participación de 20 instituciones occidentales y 12 rusas), este estudio puede aportar datos de gran interés, puesto que se trata de uno de los registros fósiles con mayor potencial científico en su interior.
"Los Urales son una verdadera cicatriz fósil, de 250 millones de años, situada entre dos placas continentales antiquísimas. Su estudio va a aportar conocimientos significativos no sólo sobre las riquezas minerales que contienen [los Urales albergan gran cantidad de recursos energéticos en forma de combustibles fósiles y uranio], sino también sobre el comportamiento profundo de la Tierra", afirma el científico. Este proyecto, que se inicia ahora de forma efectiva, durará tres años en una primera fase y hasta siete incluyendo la posterior explotación de datos. El presupuesto inicial destinado se acerca a los 1.500 millones de dólares y se va a realizar, por vez primera allí, una línea de 500 kilómetros por métodos indirectos de observación, además de un gran sondeo profundo.
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Otro gran proyecto es el destinado al estudio de la falla de San Andrés. Su responsable es Marck Zoback, de la Universidad de Stanford (California, EE UU), y el objetivo, llegar a modelizar de forma precisa el comportamiento de las placas en tensión. Como en otros grandes sondeos, se pretende depositar complejos equipos de medida en el interior para determinar parámetros físico-químicos tales como presión y temperatura, además de los relativos a esfuerzo y trabajo. Sólo así sería posible predecir con exactitud el Big One, el gran terremoto que se es pera en San Francisco algún día en los próximos 30 años.
Un sondeo profundo mide apenas 5 centímetros de diámetro en su punto más alejado de la superficie. En el nivel superior, el diámetro raramente supera los 70 centímetros. Por tan angosto orificio se extraen rocas y minerales, se analizan gases y líquidos, se mide presión y temperatura y se evalúa el potencial de energía que podría liberarse en caso de terremoto.
Más allá del conocimiento científico, los objetivos son modelizar el comportamiento en el interior, los movimientos previsibles o las condiciones del interior. En definitiva, la filmación entera en lugar del fotograma aislado. La tendencia, dado el elevado coste de perforación, es implicar al máximo número de países e instituciones en cada proyecto. Lithoprobe, una experiencia canadiense considerada por muchos geólogos como el modelo a seguir, aúna los esfuerzos de universidades, empresas e instituciones gubernamentales. En Europa, su homólogo es Europrobe, un consorcio formado por diversos países con el objeto de optimizar los resultados.
Este planteamiento fue recogido en Postdam, Alemania, cuando científicos de todo el mundo debatieron en 1993 acerca de los puntos del planeta que pudieran aportar mejoras significativas al conocimiento de la Tierra. Fruto de este encuentro, auspiciado por la European Science Foundation, son 20 grandes proyectos, de los cuales los relativos al estudio de los Urales, la falla de San Andrés, los límites de la biosfera, la explotación de recursos naturales o la gran zona de subducción del mar del Japón son los más representativos.
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