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Dos septenios de éxitos y fracasos

El 'reinado' socialista obtuvo su gran logro con la abolición de la guillotina

Enric González

El balance de los dos septenios de François Mitterrand muestra éxitos apreciables, como la construcción de la Unión Europea, la mejora de las infraestructuras, la ampliación de las libertades cívicas y la estabilidad institucional y económica. Pero el pasivo es también importante: aumento vertiginoso del paro y la marginación social, y auge del racismo y el ultraderechismo.François Mitterrand asumió, en 1981, el mando de uno de los aparatos administrativos más eficientes del mundo. El Estado de la V República, nutrido de los tecnócratas fabricados en las Grandes Escuelas (ENA, Politécnica y demás) y articulado con verticalidad napoleónica a partir del vértice presidencial, sólo tenía un defecto: el desequilibrio constitucional a favor del poder ejecutivo. Con Mitterrand se agudizó ese defecto. La descentralización administrativa acercó algún poder al ciudadano, pero favoreció la corrupción. El Parlamento, secundario desde 1959, ha alcanzado niveles de inoperancia inusuales en Europa. La judicatura, centro de atención y protagonista de la actividad política desde que empezaron a investigarse los primeros casos de corrupción, no deja de arrastrar el lastre de su dependencia del Ministerio de Justicia y, por ende, de la persona encargada de nombrar al ministro: el presidente de la República. Mitterrand no fue quien redactó la Constitución gaullista (que él mismo denunció en su día como "golpe de Estado permanente), pero sí se sirvió de ella: abusó, o al menos permitió abusos, de los servicios secretos, como el crimen de Estado contra un buque, de Greenpeace (1985) y las escuchas telefónicas ilegales ejercidas sobre numerosas personalidades (1988). Tampoco fue directamente culpable de una corrupción político-financiera comparable a la española o a la italiana, y debida a factores exógenos (la década del dinero y los problemas de financiación de los partidos), pero sí puede atribuírsele la responsabilidad de no perseguirla con ahínco.

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En política exterior, su trabajo en favor de la unidad de Europa culminó con el Tratado de Maastricht (1991). Aproximó Francia a la OTAN y Estados Unidos (guerra del Golfo, 1991) y mantuvo la tradicional política francesa de intervención militar en África (República Centroafricana, Chad, Ruanda, etcétera),

El balance económico de la era Mitterrand resulta paradójico: su herencia es exactamente la contraria a la que prometió en 1981. Llegó al poder bajo la bandera de las nacionalizaciones, la lucha contra el desempleo y la marginación, la devaluación competitiva y la moralidad pública 14 años después, Francia está en plena oleada de privatizaciones, el número de parados se ha duplicado hasta alcanzar los 3,3 millones y la exclusión social es alarmante, el franco se ha convertido en una divisa extremadamente sólida y la corrupción político-financiera ha sido un factor dominante en los últimos años. La Francia que deja es un país despojado del estatalismo gaullista, con una economía liberalizada, competitiva y estabilizada sobre unos fundamentos sólidos (Moneda fuerte, inflación bajísima y balanza de pagos positiva), aunque bajo la amenaza de un endeudamiento público que ha aumentado un 230% en 14 años y ha alcanzado el 46% del PIB.

La burguesía francesa no conocía tiempos tan felices desde el imperio de Luis Napoleón. En el plano industrial y de infraestructuras hay grandes logros. Mitterrand abrió su mandato con la inauguración del primer TGV en 1981 y empezó a cerrarlo con la inauguración del Eurotúnel en 1994, dio la salida en 1987 al primer avión Airbus, y asistió a un espectacular crecimiento de los sectores de farmacia, química, aeronáutica, electrónica y automóvil.

Cuando se le pregunta a François Mitterrand cuál ha sido, en su opinión, el mayor logro de sus dos septenios, contesta sin la menor vacilación: "La abolición de la pena de muerte". Francia guardó en el desván la guillotina (1981), suprimió el delito de homosexualidad (1982) e incluyó el aborto entre los servicios dispensados por la Seguridad Social (1982).

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