Un legado monumental para la eternidad
El recuerdo de François Mitterrand al finalizar su doble mandato presidencial quedará imborrable en París. Siempre preocupado por pasar a la Historia, con mayúsculas, desde su mejor perfil, Mitterrand ha dedicado unos recursos ingentes a los "grandes trabajos", es decir, la colección de monumentos que lega a la capital de Francia y, en medida mucho menor, a otras ciudades francesas.Invirtió en total casi 35.000 millones de francos (unos 850.000 millones de pesetas) en construir sus pirámides.
Entre ellas hay que destacar especialmente la Gran Biblioteca de Francia -que aún no está, concluida-, la Ciudad de la Villette -todo un conjunto, urbanístico dedicado a la ciencia y a la música, la ampliación del museo del Louvre -con sus pirámides, nuevas alas y conexión con las Tullerías-, el Ministerio de Finanzas de Bercy -un modelo de sede administrativa-, el Arco de la Défense -un edificio, de oficinas que parecen reproducir un nuevo Arco del Triunfo, de líneas purísimas trazadas en mármol de Carrara-, el mastodóntico Teatro de la Opera de la Bastilla, el Museo d'Orsay -situado en la antigua, estación del mismo nombre y convertido en una nueva catedral de la pintura impresionista-, el Instituto del Mundo Árabe y la Gran Galería del Museo de Historia Natural.
En general, son obras de altísima calidad arquitectónica, cuya belleza se ha pagado a precio de oro y cuyo mantenimiento exige ingentes cantidades de dinero: el Louvre cuesta 500 millones de francos anuales; la Opera de la Bastilla, 600; la Gran Biblioteca costará al menos mil millones.
"Creo que un pueblo es grande cuando su arquitectura lo es", dijo François Mitterrand en 1987. Futuras generaciones de parisienses, arquitectos y turistas recordarán al presidente Mitterrand como un Rey Sol del siglo XX.
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