"iMata al becerro!"
El público protesta poco, y, cuando lo hace, nadie le obedece. Quizá, por eso, lo aplaude todo, aunque sea piara ahuyentar el aburrimiento y la sensación de engaño, porque carece de sentido enfadarse después de pagar a 7.500 pesetas el tendido de sombra. A fin de cuentas, el fraude consentido parece menos fraude.Salió en segundo lugar un becerro de los que no sirven ni para las novilladas sin caballos. La plaza entera se convirtió en una protesta unánime contra aquel atentado a su bolsillo y a la dignidad de la fiesta. Pues, el presidente, como el que oye llover, y así estuvo toda la tarde. Mientras arreciaba la protesta, el usía cambiaba los tercios con una dignidad impropia de un representante de la autoridad. Enrique Ponce tomó la muleta y cuando parecía dispuesto a torear aquella sombra de toro, alguien le gritó: "Mata al becerro". Antes, aún tuvo tiempo para dos tandas de derechazos entre los pitos del público y la mira da complaciente del presidente. En suma, una auténtica vergüenza.
Garcigrande / Litri, Ponce, Jesulín
Cinco toros de Garcigrande, inválidos, descastados y mansos, y 2º de Miguel Báez, impresentable. Litri: pinchazo y se echa el toro (ovación); aviso antes de matar, dos pinchazos y estocada (ovación). Enrique Ponce: dos pinchazos, sartenazo y descabello (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Jesulín de Ubrique: dos pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y estocada corta trasera (silencio). Plaza de Jerez, 13 de mayo. Corrida de feria. Casi lleno.
Lo cierto es que el impresentable becerro justificó al resto, mal presentados, inválidos, descastados e impropios para un espectáculo que debe estar basado en la emoción. Así fue, por ejemplo, el primero de Litri, un moribundo al que toreó fuera de sitio en todo momento; más movilidad tuvo el cuarto, que lucía unos pitones perfectos para el arte del rejoneo y el torero se entretuvo en una faena larguísima en la que dio miles de pases, muchos de ellos enganchados en la muleta y con el toro desplazado.
Ponce mató al becerro de mala manera, lo que no tiene justificación en figura tan cimera y ante un animal tan chico. Parecía que podría sacarse la espina en el quinto, un manso flojo y noble, pero prefirió comerse el pescado en una labor deslavazada, sin unidad ni ligazón, en la que destacaron dos tandas por el lado derecho y pare usted de contar.
Jesulín torea en la plaza de Jerez como en el patio de su casa, y aún así, no fue capaz de divertir. Puso interés, pero ha perdido confianza, y quietud, y sus toros, dos birrias inválidas, no le ayudaron. a desarrollar su repertorio.
Al final, a excepción de lo ocurrido en el segundo, el público lo aplaudió todo, aunque toda la corrida fuera un engaño. Estos son los toros que quieren las figuras de hoy, aunque su exigencia se haya convertido en su penitencia: los inválidos ya son tan inválidos que no sirven ni ante un público tan benévolo y conformista como el jerezano, dispuesto a consentir el fraude si se le garantiza la diversión.
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