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Toros en el escaparate

Las corridas que se van a lidiar se exponen en la Casa de Campo

La entrada a la Venta del Batán, en la Casa de Campo, cuesta 300 pesetas (200 a los menores de 12 anos) y allí se pueden ver los toros que se van a lidiar en los próximos siete días. Si se, va temprano, a eso de las nueve de la mañana, que es cuando abren, se puede presenciar, con suerte, hasta un espectáculo que causa estupor: los toros huyendo del mayoral como conejillos, que les persigue por el corral, a pedradas, a voces o con la vara en la mano, para que salgan de él, porque hay que embarcarlos.Quitando ese momento, en los corrales del Batán apenas hay actividad. Los toros sestean durante todo el día. Están acostúmbrados al público, y a que los fines de semana les tiren pipas, bolsas vacías de patatas o palos de chupa-chups, pese a que todo ello está prohibido. Los toros, simplemente, pasan de todo.

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Su pasividad este año es mayor que nunca, "Afórtunadamente", apostillan los mayorales. "Los únicos percances que han ocurrido es un toro de Peñajara, que dio mucha lata para embarcarlo en el camión y- la, otra noche, la del jueves, que los toros empezaron a mugir y dijimos 'ya está liada'. Pero, no, luego no pasó nada, se quedaron todos tranquilos sin pegarse".

Otros años, sin haber comenzado aún la feria, ya se había vivido más de una noche toledana en los corrales. Es cuando los toros, unos porque acaban de llegar y están calientes, otros porque llevan tiempo encerrados y: quieren medirse, se desafían, sobre todo si barruntan tormentas.

Los toros no están mezclados. Hay ocho corrales, ocupados generalmente por seis ganaderías, uno por los cabestros y otro para' las corridas que entran y salen. Las reses de un mismo hierro se conocen sobradamente entre sí y respetan al macho dominante. Pero un buen día, éste se crece y, se lía a comadas con el más débil, secundado por el resto. Los demás toros se alborotan y allí tienen que salir todos los mayorales a poner calma separando a la res que es atacada.

Este año, en cambio, todos se llevan de maravilla. Ni un mugido, ni una mala mirada. Los mayorales sólo tienen que entrar en los corrales para dar de comer a los toros y para que se levanten cuando viene algún apoderado a verlos. Así, estando todos sentados, no se puede apreciar un toro. De pie, al menos se le pueden contemplar sus hechuras.

Hay toros para todos los gustos. Están los de Escolar -hoy se los llevan para Las Ventas-, cárdenos, de quienes los entendidos apuntan al verlos: "Estos toros no están todavía tan depurados como los vitorinos"

Los de La Cardenilla infunden respeto por su ancha cornamenta. Se aprecia a simple vista que no son toros para las figuras.

Toros para ellas son los de Baltasar Ibán. Engañan. Son pequeños pero matones. Que se lo pregunten a César Rincón, que el ano pasado se jugó la vida ante Bastorito. Vienen con algunos kilos de más, no tan desiguales como hace un año.

También están los toros de Los Bayonés y los de Bohórquez. Son corridas bien presentadas. La primera, bien armada; de la segunda, el público del Batán censura sus muchos kilos: "Dan dos carreras y se caen". Luego se verá si los prejuicios son acertados o no. De momento, los toros ahí están, para ser juzgados.

En una esquina, la novillada de Torrealta. Son reses que llevan un cortijo en cada pítón. Tienen seriedad, pero no imponen. Es la diferencia entre novillo y toro. Los tres novilleros pueden confiarse ante ellos y conseguir el triunfo de su vida. Si los novillos embisten.

Esta cualidad, como la casta, no es apreciable en el Batán. Ni siquiera el trapío puede ser sometido a pleno juicio, cuando, el toro rumia y dormita. Hasta que no sea espoleado, no mostrará toda su fiereza y bravura.

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