_
_
_
_

Iglesias: 117 días en un ataúd

"Es inhumano, no creo que nadie se merezca algo semejante", comentó el ingeniero tras ser liberado

El ingeniero Julio Iglesias Zamora pasó sus 117 días de secuestro a manos de ETA, en 1993, en un diminuto habitáculo de 1,80 metros de alto por 1,80 de largo y 1,60 de ancho, que él mismo definió como "un ataúd". La policía no descarta que José María Aldaya esté retenido en el mismo zulo. El escondite, extrernadamente húmedo, tenía las paredes recubiertas de un plástico blanco y sus reducidas dimensiones sólo le permitían avanzar tres pasos con la cabeza rozando el techo.En su primera jornada de libertad, Iglesias relató así su secuestro: "Me han torturado, la incomunicación es una tortura. Es inhumano, no creo que ninguna persona se merezca algo semejante. Yo no se lo deseo a nadie". "A ETA le digo lo que. ya le ha dicho el pueblo: la respuesta está en la calle", enfatizó.

Más información
Setién pide la inmediata puesta en libertad del empresario secuestrado
Los ciudadanos vuelven a lucir el lazo azul en solidaridad con Aldaya
Los empresarios reclaman a los partidos que se unan contra ETA
Robles: "ETA hace campaña con secuestros y atentados"
ETA recibió los datos sobre el empresario secuestrado de uno de sus antiguos empleados
Francia aprueba la extradición de la etarra Idoia López Riaño, acusada de 22 asesinatos
Las víctimas

Antes de ser sacado del escondite, sus guardianes le durmieron inyectándole un somnífero. Iglesias fue encontrado caído en unos matorrales en un paraje de pinos y hayedos, a medio kilómetro de la carretera que sube al monte Arrate, en Eibar, límite fronterizo entre Guipúzcoa y Vizcaya.

El secuestro lo definió como una tortura. "Es como si a alguien le crucifican y le clavan los pies y las manos, y cuando está en la cruz le dan protección solar para que no se queme la cara. Estaba en sus manos. Mi dependencia era total. Con cerrar el ataúd, allí me quedaba".

El habitáculo estaba decorado con cuatro carteles. Dos que le servían de expansión y otros dos que le devolvían a la cruda realidad a la que ETA le había obligado a vivir. Uno re flejaba una montaña nevada "por la que descendía esquiando", y un lago "en el que todas las mañanas al despertarme daba unas cuantas vueltas ha ciendo footing". Otro cartel mostraba un río con montañas que le permitía "hacer senderismo". En los otros carteles aparecía el anagrama de ETA y la palabra Independencia junto a dos artículosEl mobiliario se reducía a una colchoneta de espuma, una mesa y una silla de playa. Conseguía ponerse de pie en el "ataúd", según dijo con una leve sonrisa, gracias al corte de pelo que le hizo uno de sus guardianes. "Aunque ya me ven... No les recomiendo para nada ese peluquero, porque miren cómo me ha dejado

Señaló que las comidas eran normales. "Sólo hubiese faltado que encima, entre vascos y con la fama que tenemos en la cocina, hubiésemos comido mal. No se lo hubiera perdonado nunca", dijo con sorna. En los 117 días de secuestro adelgazó un kilo y medio.

Iglesias Zamora calificó de "brutales" los instantes que siguieron a su despertar en el "ataúd blanco". Comparó esta situación a la sensación que puede experimentar alquien que va en un coche tranquilamente y de repente se encuentra con un muro de hormigón de dos o tres metros y da un frenazo en seco.

La monotonía de las jornadas pasó en el zulo la superó marcándose un reto personal -"salir de allí en las mismas condiciones físicas y psíquicas o mejores de las que había entrado"- y para ello diseñó un programa de actividades y ejercicios físicos que fue cumpliendo diariamente de forma rígida."Sabía que mi cuerpo estaba en ese recinto, pero mi mente la tenía en casa y en la empresa". Por eso, tras realizar unos ejercicios de gimnasia "nada parecidos a los de [la gimnasta] Nadia Comanencci", comenzó a trabajar con unos libros, que los secuestradores no consideraban "nocivos", sobre las novedades del sistema informático Windows -"era difícil imaginarse un ordenador, pero creo que lo conseguía mentalmente"- y a repasar los verbos irregulares de inglés hasta sabérselos de memoria.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_