La familia del 'cura rojo' de Mallorca fusilado por Franco pide al obispo un gesto oficial
A. MANRESA El sacerdote mallorquín Jeroni Alomar Poquet fue fusilado en 1937, en plena guerra civil, a los 42años de edad por tropas del ejército del general Franco. Murió en la tapia del cementerio de Palma de Mallorca por ayudar a demócratas republicanos perseguidos a salir de la isla durante la represión fascista. En la noche del pasado miércoles, tres sacerdotes y familiares de la víctima solicitaron públicamente al obispo de la diócesis de Mallorca, Teodoro Ubeda, un pronunciamiento institucional claro sobre aquel caso, que creen ignorado y silenciado por la Iglesia.
El jesuita Nicolau Pons, autor de una reciente obra de investigación titulada Jeroni Alomar Poquet -El capellá mallorquí afusellat pels feixistes el 1937 (Lleonard Muntaner Editor, 1995)-, considera este fusilamiento franquista único en una zona ocupada desde el principio de la guerra por los llamados nacionales. En Euskadi, 16 curas nacionalistas fueron ajusticiados por los franquistas pese a la defensa que hizo de ellos el obispo Mateo Múgica, quien posteriormente se exiliaría, al igual que el cardenal Francesc Vidal i Barraquer.
Niciolau Pons, su colega Ramón Aguiló y el sacerdote y poeta Jaume Santandreu coincidieron el miércoles en Palma al expresar su deseo de que la Iglesia mallorquina "rectifique su silencio e ignorancia sobre este mártir nuestro". Santandreu agregó: "No sólo hubo mártires religiosos en la zona roja, dignos de ser beatificados o canonizados como aún ocurre".
Negarse al funeral
El cura fusilado fue llamado popularmente el cura rojo, cuando en realidad era afin a las tesis liberales de Esquerra Republicana. El obispo Miralles, en 1938, tras la ejecución, dijo de él que "estaba totalmente destituido de ejemplaridad sacerdotal".
El sobrino de la víctima Miquel Alomar explicó que "hasta treinta sacerdotes se negaron a oficiar un funeral por él". Un ciudadano propuso crear una asociación que reivindique la figura del cura, y Santandreu reclamó que, como sucede cuando fallece un sacerdote, el obispo Úbeda oficie una misa fúnebre y aparezca una reseña biográfica de Alomar en el boletín oficial diocesano.
"Es un orgullo de nuestra Iglesia y el obispo de entonces -José Miralles- calló o llegó tarde al indulto. No se creía que Franco fusilara a un cura", opinó Nicolau Pons.
Casi seis décadas después de aquel episodio trágico -y extraordinario en la llamada "zona nacional", controlada por las tropas alzadas contra la República- la Iglesia no referencia el fusilamiento del cura Alomar. "Es como si no hubiese existido", dice Nicolau Pons. La pena capital fue dictada en juicio sumarísimo, en consejo de guerra, porque los militares rebeldes le atribuyeron "un delito consumado de rebelión militar".
En el auto de confirmación de la pena se indica que no es posible ni la gracia ni el indulto porque su condición de sacerdote "le obligaba a mayor acatamiento y adhesión al Movimiento Nacional y no puede servirle de amparo cuando tampoco le sirvió para marcarle su deber de ciudadano y patriota".
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