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Totò Riina alega indefensión al comenzar eljuicio por el asesinato del juez Falcone

Permítame hablar con mi abogado, porque, con nto traslado, no he tenido tiempo de hacerlo y no puedo defenderme. Déjele que venga aquí, señoría, lo ruego". Con esta declaración, gritada a través los barrotes de su jaula blindada, en la que no funcionaba el micrófono, Salvatore Totó Riina, de años, protagonizó ayer el arranque del juicio por el asesinato del juez Giovanni Falcone, que estuvo, a punto de ser suspendido anoche, por tercera vez, debido a problemas procesales. La vista comenzó con dos horas de retraso para esperar la llegada de Riina desde Reggio Calabria, donde el jefe la Cosa Nostra tenía otro juicio.Abogados, periodistas y los otros 11 acusados -sobre un total de 41 implicados en este proceso- presentes en la sala interrumpieron cualquier otra actividad para ver cómo los carabineros quitaban las esposas al capo dei capi. Y hasta Nito Santapaola, de 56 años, el jefe de la Mafia de Catania, vestido con elegancia en la jaula enfrentada a la de Riina, dejó por un momento de desafiar a la sala con la expresión del que dice "¡Menudo teatro!" para observar la llegada del gran jefe.

Riina, que ya ha dejado de fingir que es un pobre campesino, como hacía cuando fue detenido en enero de 1994, sentó ayer cátedra ante todos los mafiosos presentes y ante los que le verían en televisión de cómo seguir un aburrido debate sobre la legitimidad de las partes civiles con la atención de un profesional, y la paciencia e inmovilidad de quien no pierde jamás el control de sí mismo. Frente a él, incluso Santapaola parecía nervioso en el aula-búnker de la prisión Malaespina de Caltanissetta, agreste centro geográfico siciliano, que, corno todas estas salas de seguridad, con sus cristales blindados y barrotes, representa un tremendo zoo humano.

Riina y Santapaola están acusados, como todo el resto de la cúpula mafiosa, de haber ordenado el brutal asesinato que conmocionó el 23 de mayo de 1992. Por el mismo motivo está procesado Filippo Gavriano, de 33 años, un jefecillo de Brancaccio, barrio de Palermo, que ayer estiraba ufano el cuello para sonreír a su chica entre el escaso público de familiares y afines que siguió el juicio.

Faltó, en cambio, a la audiencia de Malaespina Leoluca Bagarella, de 52 años, el cuñadisimo de Riina, aún fugitivo, que aportó los 500 kilos de dinamita que hicieron saltar por los aires casi 100 metros de la autopista del aeropuerto a Palermo.

La mayoría de los miembros del comando que asesinó al juez símbolo de la lucha contra la Mafia ha sido, sin embargo, detenida. Presentes ayer en el juicio estaban Giusto Sciarabba, de 61 años, el mafioso que advirtió desde Roma que Falcone estaba a punto de volar hacia Palermo. Y Gian Battista Ferrante, de 37 años, un hombretón de aspecto feroz que informó al comando, comunicándose con teléfonos celulares, del aterrizaje del magistrado. Pietro Rampulla, de 42 años, el artificiero prestado por Santapaola para la operación, es un hombre avejentado y gélido que pasea como un león enjaulado.

Estaban ayer también Raffaele Ganci, de 55 años, y sus dos hijos, el menor, Domenico, de 37 años, un gordinflón de aspecto intelectual y extraordinariamente pacífico. Desde su carnicería, situada exactamente frente al domicilio palermitano de Falcone, los Ganci vigilaron e informaron de la salida del coche blindado del magistrado hacia el aeropuerto.

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Gritos perturbadores

Antonino Troia, de 60 años, responsable de la logística, es un tipo grande y patibulario que parece deprimido. Giovanni Batagglia, de 37 años, el propietario de la chabola desde la que operó el comando, se ha vuelto loco o finge estarlo. Desde la jaula de al lado de Riina, con sus paseos, gestos y gritos solitarios, perturbó el desarrollo de la sesión inaugural.

Estaba también allí Salvatore Biondo, de 39 años, miembro secundario del comando. Pero no Giovanni Brusca, el corleonés de 37 años que pulsó el disparador, y que sigue huido.

Tampoco estaban los tres arrepentidos del comando que permitieron concluir unas investigaciones iniciadas con el análisis de cuarenta colillas encontradas en las proximidades de la chabola de Battaglia. Falta, por supuesto, Antonio Gioé, que hubiera tenido hoy 37 años, el hombre que inició la colocación del explosivo bajo la autopista y que se suicidó el año pasado en la cárcel. "El mundo no me perdonará la monstruosidad que he hecho", dejó escrito.

El proceso, que prevé la convocatoria de hasta 732 testigos de la acusación, si fuera necesario, durará como mínimo un año y medio. Ello se debe en gran parte a que tendrá que ser suspendido con frecuencia para que los acusados puedan asistir a los numerosos procesos que vienen pendientes en otras localidades el país.

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