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Los mil y un méritos de 'los del 1.001'

El Gobierno condecora a los 10 sindicalistas condenados a 162 años en el franquismo

, Cuando Joaquín Ruiz Jiménez escuchó los 20 años de condena que le caían a su defendido, un obrero de la Perkins llamado Marcelino Camacho, no pudo evitar un sobresalto. Y eso que estaba más que anunciado. Era un día de finales de diciembre de, 1973 y la sentencia cerraba el proceso número 1.001 del Tribunal de Orden Público. Franco moriría dos años después.Diez traba adores, convictos y confesos de asociación ilegal, cargaban sobre sus espaldas 162 años de cárcel. Los condenados eran: Eduardo Saborido, obrero metalúrgico, condenado a 20 años; Marcelino Camacho, metalúrgico, 20 años; Nicolás Sartorius, abogado, 19 años; Francisco García Salve, sacerdote obrero, 19 años; Fernando Soto, chapista, 18 años; Juan Muñiz, Juanín, metalúrgico, 18 años; Francisco Acosta, taxista, 12 años; Miguel Ángel Zamora, metalúrgico, 12 años; Pedro Santiesteban, mecánico tornero, 12 años, y Luis Fernández, electricista, 12 años. Éste último renunció a la medalla "con todos los respetos" en protesta por "la decadente sociedad actual". Son los mismos a los que ahora el Consejo de Ministros ha concedido la medalla de oro al Mérito en el Trabajo. Para algunos es un reconocimiento que llega tarde. Juanín murió en un accidente de tráfico en 1976.

Han cambiado las cosas desde aquel día en que los 10 escucharon tan durísimas condenas de boca de unos jueces que aplicaban implacables unas leyes que repugnaban al mundo democrático. Pero entonces casi experimentaron un cierto alivio al ver que por fin terminaba un calvario iniciado el 24 de junio de 1972, en el colegio de los padres oblatos de Pozuelo de Alarcón. Habían acudido a una reunión de la coordinadora general de CC OO. Cayeron por ese afán de discutirlo todo, de hablarlo todo. Lo que iba a ser una reunión rápida se fue complicando hasta que a eso de la una de la tarde llegó la policía.

Luego vendría el proceso y la reacción internacional. Y el temor cuando llegó la noticia del asesinato del almirante Luis Carrero Blanco. Los procesados no sabían a qué respondía tanta agitación en aquella mañana de diciembre. Jaime Sartorius, uno de los abogados defensores, les hacía señas pasando un dedo de izquierda a derecha por el cuello y señalándose las cejas. Nadie entendía aquel gesto. ¿Tan mal estaban las cosas que les iban a colgar, o qué? Más tarde sabrían que estaba intentado decirles que habían matado a Carrero, que entre sus peculiaridades físicas figuraban unas pobladas cejas.

El Consejo de Ministros reconoce ahora el mérito en el trabajo de estos 10 hombres. Ayer, Camacho se enteraba de la distinción cuando volvía de una reunión sindical en Jaén. "Yo sigo trabajando, a ver. Es lo que he hecho siempre". Y es que no han cambiado tanto. Con ellos comparten medalla un periodista, Luis Carandell; un empresario, José Cosmén; un médico, José María Bedoya; un fraile y cocinero, Juan Luis Barrera González, y un humorista, Miguel Gila. Quién lo hubiera dicho hace 22 años.

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