_
_
_
_
Reportaje:

La mayoría negra sigue marginada al cumplirse el primer año de democracia en Suráfrica

Desmond Tutu lo expresa muy bien. En un mensaje dirigido a los surafricanos, y en especial a la mayoría negra, con motivo del primer aniversario de las elecciones que enterraron el apartheid, el arzobispo anglicano y premio Nobel de la Paz dice: "Cuando Dios liberó a los hijos de Israel de la tiranía del faraón, éstos tuvieron que sufrir muchas penalidades antes de llegar a la tierra prometida". Los negros de Suráfrica no han conocido todavía las ventajas materiales que les fueron anunciadas hace un año. Pero los primeros síntomas de frustración no se han convertido en activismo irritado, y negros, blancos, mestizos y asiáticos celebrarán hoy el Día de la Libertad.

, ENVIADO ESPECIAL

Nelson Mandela desea que una gran fiesta recuerde aquel 27 de abril de 1994 en que gentes de todas las razas del mosaico surafricano se mezclaron en largas colas frente a los colegios electorales. Habrá mítines, desfiles y bailes en todo el país, y también tiempo para hacer balance del primer año de presidencia de Mandela y constatar que si Suráfrica ya está liberada política y culturalmente de la esclavitud del apartheid, su mayoría negra sigue social y económicamente en pleno desierto del Sinaí.A Soweto y Alexandra, los principales suburbios negros de Johanesburgo, no ha llegado todavía ese "pan, agua y sal para todos" prometido por Mandela. Y comienzan a escucharse críticas. Al más alto nivel, las de Peter Mokaba, líder del ala radical del Congreso Nacional Africano (ANC), o Winnie Mandela. En la calle, las de gente como Georges Matwa, albañil y vecino de Soweto.

"Mire a su alrededor, nada ha cambiado", dice Matwa señalando el paisaje de Soweto. Este periodista nunca había estado allí, pero lo que ve difícilmente podía ser peor hace un año: una eternidad de chabolas en medio de caminos de tierra flanqueados por montañas de basura. Ninguna escuela o centro sanitario en varios kilómetros a la redonda. Y, para ser un día laborable, montones de niños, jóvenes y adultos con aire desocupado. "Lo único que ha cambiado", añade Matwa, "es que los jefes del Congreso Nacional Africano llevan zapatos de cocodrilo, van en coches alemanes, viven en chalés y vienen poco por aquí".

Una economía injusta

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

"Hemos heredado un desastre y vamos a necesitar muchos años para paliarlo", argumenta Chris Vick, un militante blanco del ANC convertido en portavoz del Gobierno regional de Gauteng, el área de Johanesburgo. Vistas las cifras, tiene razón. La economía surafricana es una de las más injustas del mundo. La minoría blanca (el 13% de los aproximadamente 40 millones de habitantes) acapara el 61,2% de la renta nacional; los negros (el 75%) reciben el 27,6%. La mitad de los negros en edad de trabajar están desempleados. El 31% de sus hogares no tiene electricidad, el 34% carece de agua corriente y al 80% no llega ningún tipo de servicio de recogida de basuras. En materia de educación y sanidad los datos son igualmente brutales.

No obstante, la incipiente desilusión no se ha transformado en impaciencia y presagio de una revuelta. Un reciente sondeo del Centro de Estudios Políticos, citado por el diario The Star, señala que el Gobierno de Mandela "no está sufriendo aún una crisis de credibilidad entre la población negra". Así lo explica Eric van Ees, un veterano corresponsal: "Tiempo es lo único que tiene África. Tiempo para esperar".

Hasta los afrikáner ultraderechistas, que en abril de 1994 prometían un baño de sangre, parecen tranquilos. Unos, como el general y ahora diputado Constand Viljoen, ejercen de leal oposición; otros, como el neonazi Eugene Terre Blanche, se han refugiado en sus cuarteles de invierno. Y ninguno se atreve a expresar en público esas sentencias racistas -"los negros no son seres humanos"- que alimentaron durante tres siglos y medio la ideología de los colonos afrikáner.

Como el periodista es blanco, puede, no obstante, escuchar algunas barbaridades dichas en privado. "No puedo impedir la entrada de los negros en mi local", dice el patrón de un bar de Sandton, "pero mis muchachos los expulsan de una patada en el culo cuando se toman una cerveza de más y empiezan a armar jaleo. Los negros nunca conseguirán hacer funcionar este país. Son vagos, y duros de mollera".

Ni son vagos -la escena es siempre la misma: un tipo rubio y de ojos azules que dirige a un montón de tipos oscuros y de pelo crespo que trabajan como albañiles, peones camineros, chóferes, basureros, mozos de carga, jornaleros agrícolas o empleados de hotel-, ni son duros de mollera.

Dice Kobus Kotze, profesor de una escuela para afrikáner de Pretoria: "Este curso hemos aceptado 300 niños negros. Estaba convencido de que iban a bajar el nivel de nuestro centro, pero ahora me siento feliz enseñándoles, porque desbordan ganas de aprender".

Cuando cae la noche, los blancos de Johanesburgo se atrincheran en sus barrios periféricos. El centro de esta ciudad es una jungla. Circular de día por allí es una aventura; hacerlo de noche, o al menos hacerlo solo, un suicidio. Protegido por tres colegas negros, este periodista pasó una velada en Hillbrow, reducto de prostitutas, drogadictos y jóvenes lobos de mirada asesina. Sólo en Beirut oeste había tenido esa certeza de que su vida valía menos que un paquete de cigarrillos.

Violencia

La delincuencia común es un cáncer de la "Nación del Arco Iris", la Suráfrica. democrática y multirracial. "Suráfrica", reconoce Mandela, "es el lugar mas violento del mundo si se exceptúan los países en guerra". El general Sharma Maharaj, jefe de Policía de Johanesburgo, lo confirma con datos. "En todo el país", informa, "son asesinadas unas 50 personas cada día. Tan sólo en Johanesburgo tuvimos el año pasado 69.000 violaciones de casas y 6.000 robos de coches a punta de cuchillo o de revólver". Normal. Además de mucha pobreza contrastando con mucha riqueza, Suráfrica está repleta de armas.

Y, sin embargo, en la vida cotidiana de la nueva Suráfrica hay cientos de imágenes positivas, de razones para la esperanza. Por ejemplo, la de Frene Ginwala, una mujer de origen indio, presidiendo el Parlamento. O la de los niños de todos los colores alborotando a la salida de las escuelas. O la de los jóvenes blancos y negros ligando en los bares de moda. O la de un compositor trabajando en la fusión musical y literaria del himno blanco Die stem (La llamada) y el negro 'Nkosi sikelele i Afrika (Dios bendiga a África). O la del arzobispo Desmond Tutu, terminando así su mensaje del Día de la Libertad: "A diferencia de los hijos de Israel, no podemos esperar que, en nuestra travesía del desierto, el maná nos caiga del cielo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_