_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Modelos simples de un mundo complejo,

La realidad es endiabladamente complicada, llena de recovecos insondables y, oscilaciones imprevisibles, inefable en su riqueza e inasible con nuestras redes conceptuales. Pretender abarcarla y conocerla en su exacto detalle es una meta utópica. Lo único que nos resulta transparente y perfectamente comprensible es el mundo ficticio de la matemática, hechura y creación nuestra, que conocemos como sí lo hubiéramos parido (pues, en efecto, lo hemos parido, aunque sea con la cabeza, como Zeus a Afrodita). Por ello, el método de la ciencia moderna, y en especial el de la física, pasa por la construcción de modelos matemáticos de los sistemas empíricos.Esos modelos sólo corresponden a la realidad que modelan con grandes. dosis de aproximación, abstracción y simplificación. Pero nos permiten comprender una realidad de otro modo incomprensible, formular preguntas precisas, computar las respuestas utilizando toda la artillería. del cálculo matemático y, finalmente, obtener respuestas aproximadamente correctas. Incluso las cuestiones más triviales, como "¿cuánto pesas?", requerirían respuestas de una complejidad infinita si no las simplificásemos, Nuestro peso varía constantemente, cada fracción de segundo, cada vez que respiramos, comemos, bebemos, sudamos o excretamos,, andamos, o hablamos. Construyendo un modelo numérico groseramente simplificado, contestamos: "Setenta kilos".

Pensemos en la superficie de nuestro planeta. En una primera aproximación, decimos que la Tierra es una esfera , con lo cual podemos calcular su superficie y volumen, conociendo su radio podemos computar los ángulos de la navegación aérea y podemos representarla cartográficamente. Pero, obviamente, la Tierra no es una esfera. En una segunda aproximación, decimos que es una esfera achatada por los polos, lo cual tampoco es cierto, aunque ya se aproxima un poco' más.

La forma real de la superficie terrestre incluye cada hoja de cada árbol y cada pelo de cada mamífero y cada espuma de cada ola... y varía constantemente con cada brisa que sopla, con cada automóvil que pasa, con cada gota de lluvia que cae. Ninguna geometría conocida podría dar cuenta cabal de forma tan. prodigiosamente compleja. Ni falta que hace. Como ya sabía Borges, sólo la Tierra entera es un mapa completamente exacto de la Tierra. Lo que buscamos es un modelo simple de este planeta complejo.

. Si nos elevamos a la contemplación del universo en su conjunto, sólo mediante la teoría general de la relatividad podemos describirlo. Sin embargo, esa teoría, ya de por sí una simplificación matemática, sigue siendo apabullantemente compleja (menos que la realidad; claro, pero todavía demasiado para nuestras limitadas entendederas). No sabemos cómo computar y cómo resolver ecuaciones en todos los casos que la teoría admite, sino sólo en los casos, simples de. la métrica de Robertson-Walker, que corresponden a un universo perfectamente isótropo y homogéneo. Y así, simplificando todavía más, suponemos que el universo es isótropo y homogéneo, aunque sabemos que en realidad no lo es, sino que más bien tiene estructura esponjosa formada por enormes vacíos rodeados de concentraciones de galaxias. Gracias a ello podemos hacer cosmología. Pero nuestros modelos cosmológicos son meros modelos matemáticos, simplificaciones drásticas aunque inevitables. Lo mismo ocurre con las otras ciencias, aunque ello no implica reproche alguno. Más vale una aproximación computable que una- verdad absoluta incomputable. Más vale el arduo progreso de la ciencia real que la fatua añoranza de un saber imposible.

Jesús Mosterín es catedrático de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia (Universidad de Barcelona).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_