Aberri Eguna, 113 años después
Dentro del presente año se cumplirá -en el mes de julio- un siglo justo de la fundación del Partido Nacionalista Vasco (PNV); pero, como es natural, el nacimiento del movimiento nacionalista vasco (del cual el partido es un producto) es anterior. No se trata de remontamos a sus precursores, sino de fijarnos en los hechos, los dichos y los escritos del que fue su iniciador, Sabino de Arana y Goiri, y de su hermano Luis.Cabe considerar que el primer acto político, pero no público, de carácter nacionalista vasco (aunque sus organizadores no eran nacionalistas, algunos de ellos pasarían después a serlo) fue la reunión que tuvo lugar, junto a Bilbao, en el caserío begoñés de Larrazábal, el 3 de junio de 1893, cuyos promotores invitaron a comer allí a Sabino para que les expusiera sus entonces novedosas ideas políticas. El invitado les leyó el texto conocido como Discurso de Larrazábal, que termina con este grito: "¡Viva la independencia de Bizkaya!". El ideario de su autor venía de más atrás, habiéndose incubado ya desde los días de su adolescencia.
Fue el Partido Nacionalista Vasco el que, apoyándose en los testimonios personales de los hermanos Sabino y Luis de Arana, fijó la fecha natalicia del movimiento nacionalista vasco en el Domingo de Pascua de Resurrección de 1882. Por eso, en 1932, al cumplirse los 50 años del acontecimiento, se conmemoró éste por vez primera con la mayor solemnidad y con la apelación de Aberri Eguna, no en el día de su aniversario exacto, que es el 9 de abril, sino en el Domingo de Resurrección (que en 1932 cayó el 27 de marzo), y ha seguido desde entonces conmemorándose, con el mismo nombre, el día de Pascua de cada año.
Sabino cuenta en qué consistió ese acontecimiento. Leemos, precisamente, en su Discurso de Larrazábal: "Fui yo carlista hasta los 17 años ( ... ). Pero ( ... ) distinguía mis ideas y decía que era carlista per accidens, en cuanto que el triunfo de don Carlos de Borbón me parecía el único medio de alcanzar los Fueros [desmantelados por la ley de 21 de julio de 1876]. Pero el 82 (¡bendito día en el que conocí a mi patria, y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaino nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens. Finalmente, ( ... ) tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que Bizkaya era mi única patria, y tanto se esforzó en demostrarme que el carlismo ( ... ) era no sólo innecesario, sino inconveniente y perjudicial, que mi mente, comprendiendo que mi hermano conocía más que yo la historia y que no era capaz de engañarme, entró en la fase de la duda y concluí prometiéndole estudiar y adherirme formalmente a la verdad".
Luis de Arana (que tuvo un papel eminente en los actos conmemorativos de 1932) recordaba muy bien que aquella mañana fue la del Domingo de Resurrección. En todos estos detalles se insistió mucho cuando, hace ahora 63 años, se instituyó la patriótica festividad, cuya celebración en Bilbao, en la que participaron muchos miles de personas de toda Vasconia, recuerdo muy bien.
Ya en el Discurso de Larrazábal (y, por lo que sabemos, también en la decisiva conversación de los hermanos Arana -y conversión del menor de ellos, Sabino- de 1882) se pone de manifiesto la primacía que el patriotismo nacionalista ha tenido siempre (aunque, incluso de buena fe, se proclamara oficialmente, se creyera y se hiciera creer otra cosa) en el ideario del PNV. Pues este último se presentó desde sus comienzos como una organización primordialmente religiosa para su espíritu, aun cuando estructuralmente revistiera forma política: como una versión vasca de la Unión Católica de Pida] y Mon, o del integrismo nocedaliano. Sabino de Arana dijo varias veces que, "si él fuese español", su partido político sería el integrista; y suya es esta frase célebre, en un tiempo, hoy casi olvidada: "Si ha resonado al fin en estos tiempos de esclavitud el grito. de independencia, SÓLO POR DIOS HA RESONADO" (las mayúsculas son del propio Arana, resaltando con ellas el exclusivismo religioso de la motivación independentista); así como este pasaje referente a los que llama "vascos nacionalistas": "Su fin no es político; su fin es social: cristianizar al pueblo, lo mismo al pobre que al rico; lo político es el medio". O sea, que era para mejor cristianizar la sociedad vasca para lo que ese nacionalismo decía que trataba de alcanzar, como medio, el más adecuado a la consecución de un fin religioso y social, la independencia política del pueblo vasco, "adornado de virtudes individuales y colectivas que le levantaban sobre todos los pueblos" (aunque, a renglón seguido, Arana reprocha a sus compatriotas dos graves defectos: "ambición y codicia").
De entero acuerdo con esta manera de pensar, en los artículos doctrinales del reglamento del primer batzoki, o centro de reunión, fundado por Arana en julio de 1894 (justamente un año antes de fundar el PNV), que fueron redactados por él, se lee: "Bizkaya será católica-apostólica-romana en todas las manifestaciones de su vida interna y en sus relaciones con los demás pueblos. ( ... ) Bizkaya se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia".
De aquí el lema o la consigna que con reiteración se repetía en los primeros años del nacionalismo vasco: "Nosotros para Euzkadi, y Euzkadi para Dios".
En la España de entonces, la primacía de lo religioso era cosa muy vista. La novedad, la originalidad -patentes, repito, ya en la conversación fraterna de 1882, ya en el texto de Larrazábal de 1893-, estribaba en hacer de lo vasco el objeto de un sentimiento y una concepción patrióticos. La religión católica se podía profesar, defender o emplear como arma arrojadiza, desde varios predios políticos, y eran numerosos los que lo hacían sin tener de nacionalistas vascos un pelo; quienes, para hacerlo, escogían el campo del nacionalismo vasco, optaban por éste a impulsos de sus propias emociones y/o ideas patrióticas; en consecuencia -y lo mismo dentro del catolicismo que, eventualmente, fuera de él- su seña más acusada de identidad, la que mejor los distinguía de los componentes de otros grupos, era ese patriotismo que (como resultaba natural y casi inevitable en la edad de oro de los nacionalistas) revestía características típicamente nacionalistas.
Fue por constituir, así, la principal seña de identidad grupal, por lo que el patriotismo nacionalista pasó (lenta e irremediablemente, quizá también insensiblemente), de conformarse con ser mero instrumento de cristianización a erigirse en finalidad determinante de1a actuación del grupo; de desempeñar un papel subordinado a representar uno primordial. Así lo exige, a su vez, la absolutización de los conceptos de "patria" y de "nación"; una operación que todos los nacionalismos tienden a realizar en virtud de su propia naturaleza.
Hay que señalar, sin embargo, que esa tendencia a la absolutización tropieza en ciertos medios políticos vascos -nacionalistas o no- con la resistencia de una mentalidad heredera del sistema foral y del particularismo -llamémoslo, "provincialista"- que, durante siglos, ha caracterizado y sigue caracterizando a Vasconia, y el cual es más fuerte y persistente en su porción peninsular o española que en la continental o francesa. Por eso, el nacionalismo vasco nació como vizcainísmo (designado con el término híbrido bizkaitarrismo, hoy afortunadamente en desuso). Y por algo, actualmente la mayoría de los nacionalistas vascos democráticos (no así la mayoría de los violentos) sólo admiten la voluntad expresamente manifiesta del pueblo navarro como medio para incorporar Navarra a la Comunidad Autónoma constituida por las Vascongadas; si bien está por ver cuántos de ellos admitirían la secesión democrática de una Navarra ya incorporada. Sabino de Arana, en su proyectada confederación de las entidades políticas vascas, preveía, como una de las "bases esenciales", la "libertad para separarse" (aunque reconocía, en nota al pie, que esta libertad "hoy parecerá a muchos platónica"). Lo que no quería Arana -demócrata convencido, ya que no liberal- eran secesiones no refrendadas por la voluntad popular; ni respecto de España o de Francia, ni respecto de una Vasconia unida.
Pasados muchos años, y cuando está de moda llamar a eso "autodeterminación", Xabier Arzalluz (algo así, mutatis mutandis, como, el sucesor de Arana, dada su función en el PNV), acaba de dar a este propósito un cauteloso consejo: no hay que convocar un referéndum que no se pueda ganar. A lo que debe añadirse: entre tanto, no hay que reivindicar un derecho que no se está en condiciones de ejercitar pacíficamente, a menos que se quiera darles alas a quienes desean ejercitarlo por la fuerza.
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