Tauromaquia para sordos
Torero / Joselito, Litri, Finito
Cuatro toros de El Torero (uno rechazado en reconocimiento, otro devuelto por cojo), escasos de trapío, sospechosos de pitones, encastados y boyantes. Dos de Peralta, bien presentados, 5º con casta, 6º (sobrero) manso. Joselito: estocada corta caída y rueda de peones (palmas y sale al tercio); estocada (gran ovación y salida al tercio). Litri: pinchazo y bajonazo descarado (aplausos y saludos); dos pinchazos y bajonazo descarado (silencio). Finito de Córdoba: pinchazo -aviso con un minuto de retraso-, estocada trasera tendida, rueda de peones y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada muy tendida trasera caída, dos descabellos -aviso con retraso- y se tumba el toro (silencio).
Plaza de la Maestranza, 24 de abril 9ª corrida de feria. Cerca del lleno. , Los toreros antiguos no gritaban tanto como los modernos. En realidad no gritaban nada los toreros antiguos, salvo cuando tenían que exclamar "¡Madre mía!" y eso solía ser en caso de cornada en la ingle. Tampoco es que se estuvieran calladitos. Decían "¡Je!", como todo el mundo, y la diferencia consistía en que sólo se enteraba el toro. Los toreros modernos, en cambio, dicen un ¡je! que se oye en toda la plaza y varios kilómetros a la redonda. Y pues nadie se pone a pegar gritos sin motivo, algo debe de ocurrir en la fiesta. Quizá sea que los toros antiguos obedecían en el acto a la voz de mando del matador y los modernos salen sordos. De momento no hay otra explicación y toda una tauromaquia se perfila para sentar en cánones. bien definidos la realidad taurina de los nuevos tiempos. La neotauromaquia del "tócale, pónsela, ámono", se enriquece con el "jé y el jú y el ajujú y el jujujá", potente y rompedor, expandiéndose hasta la infinitud sideral por todo el arco de la rosa de los vientos y olé.
Manzanares es paradigma de esta tauromaquia teniente que hace furor. Finito de Córdoba, uno de sus más acendrados seguidores. Manzanares no toreaba ayer, aunque sí Finito, y la Maestranza entera, el paseo de Colón adyacente, los navegantes del Guadalquivir que discurre por donde se levanta la Torre del Oro, Triana al otro lado del río, pudieron escuchar un amplio surtido de sus mejores trinos, la explosión de su avasallador do de pecho y sus floridos calderones en si bemol.
Torear, no es que toreara mucho Finito, ni siquiera poco; que un hombre no lo va a hacer todo. Ponía la muletaza oblicua, acudía el toro algo desconcertado ya que no sabía si debía embestir por donde la panza o por donde, el pico, le adelantaba Finito tenor ese pico para que no hubiese la menor duda, lo tomaba el toro, se marchaba el tenor con viento fresco, y vuelta a empezar. Para esa tarea se tomó su tiempo -10 minutos de reloj- y la gente se dormía; mas sin problemas, porque ya se encargaba Finito de despertarla gritando ¡je! y ¡ju! y ¡jarajú!
Esto acaeció en el tercer toro de la tarde. En el sexto el que se marchaba con viento fresco era el toro. Tuvo el toro un cambio de actitud, probablemente una crisis de personalidad. De principios pegaba unas arrancadas tremendas, a la velocidad del rayo. Se trataba de los arreones típicos del toro bravucón y, efectivamente, en cuanto la acorazada de picar le metió hierro carnicero, ya no embestía con tanta ligereza. Es preciso reconocer que luego tomó la muleta de Finito con buena disposición: embestía humillado. No obstante, al comprobar que el torero le retiraba aquella muleta presto y encima le metía la bronca, mugió "Que le den dos duros, caballero", e hizo mutis por el foro.Litri también gritaba, no podría precisarse si con mayor o menor potencia. No había medidor de decibelios en el histórico coso. Sin embargo empleaba distinta letra. Y mientras la de Finito era "¡ajujú jujujá!", Litri voceaba "¡ay, jay, jarajay!". Y aprovechando que estaba allí se ponía a pegarles a los toros -por cierto, amos de encastada nobleza- los muletazos propios de su peculiar sentido del toreo, que es al estilo horríbilis.Joselito, por el contrario, no es de los que gritan. Le dice el ¡je! al toro y ellos se entienden. Lo cual no ha de significar que se acoplen, porque Joselito sigue a rajatabla el canon moderno, que se fundamenta en perder cuanto terreno haga falta al rematar los pases.
Al primer toro le aplicó Joselito plúmbea e inconexa faena. Al otro, tres tandas de derechazos a base de lo mismo; templó muy bien la cuarta; destempló la (quinta, no se ajustó en la sexta; a la séptima se desentendió el toro, (que ya vagaba tantico desnortado; a la octava el toro optó por huir y, en un mal gesto, le entró un calambre en la patita... ¡Qué barbaridad! Molidos a derechazos nos tenía Joselito. Finalmente metió estoconazo y fulminó al itoro, que dobló sin decir ni mu. Dios le bendiga por eso. Uno que no dice ni mu, aunque sea toro, merece un beso en la boca.
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