El pelo del huevo
Cuarenta y cinco minutos antes de que empezara el acto era ya imposible conseguir un asiento libre. Media hora antes tuvieron que cerrar las puertas ante la aglomeración. Aficionados de toda la vida, de los que siguen a poquísimos cantantes allí donde actúan, y caras conocidas anónimas de esas que pueblan las colas para acceder a los últimos pisos de los teatros de ópera, se unieron al mundo de profesionales de la música para acompañar a Teresa Berganza en su asalto a la Academia de Bellas Artes. Era como un motín popular con canto como bandera y la maja de fuego como líder. Los magnetófonos aparecían disimulados entre las gabardinas o los bolos. Había que retener el instante.Berganza, entró acompañada por los compositores Antón García Abril y Carmelo Bernaola. De negro, elegantísima, se defendía con la sonrisa ante una ovación interminable.
En su recital la gran intérprete utilizó todo el valor expresivo de las manos, los brazos y el gesto. Atenta a todo tipo de detalles, desvió hacia Joaquín Rodrigo, presente en la sala, los vítores tras concluir una interpretación de los madrigales amatorios. La sala, echaba humo de bravos de reconocimiento y admiración.
Presidió la ministra de Cultura. Tras concluir el protocolo, Carmen Alborch y Teresa Berganza se dieron un abrazo espontáneo y cariñoso. Después fue imposible contener a los, asistentes. Todos querían saludar, tocar, besar, felicitar a la diva castiza. "Pero tú también; estáis todos", decía ella por encima de la emoción. Con la gran maestra de canto Isabel Penagos se fundió en un brazo inmenso. Entre el tumulto alguien regunió a Penagos que le había parecido recital.
La respuesta de esta, con su gracejo habitual, fue contundente: "Mira, majo, no le des más vueltas. Lo que hace Teresa es sacarle siempre el pelo al huevo. Cuando piensas que de una canción ya no se puede profundizar más, entonces va ella y te sorprende con un acento, con un color expresivo y te deja boquiabierta". Pocas ve ces una frase ha goza do de mayor respaldo entre los que escuchaban.
Babelia
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