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Pinturería frente a hondura

Pasquau/Clemares, Morante, El Renco

Cuatro novillos de Jiménez Pasquau (uno rechazado en el reconocimiento), muy justos de presencia, flojos y de juego desigual. 3º (sobrero en sustitución de uno del hierro titular devuelto por cojo) y 4º de Ortigao Costa, de excelentemente presentados y manejables.

Javier Clemares: pinchazo, estocada corta, seis descabellos y se echa el novillo (silencio); pinchazo y estocada (algunas palmas). Morante de la Puebla: media perpendicular y dos descabellos (ovación); inchazo, media desprendida, dos pinchazos aviso- y estocada (algunas palmas).

El Renco: estocada delantera (ovación); metisaca, pinchazo y estocada baja (silencio). Los tres novilleros se presentaban en Madrid. Plaza de Las Ventas, 23 de abril.

Menos de un tercio de entrada

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La torera pinturería de Morante de la Puebla, muy del corte sevillano propio de quien ha nacido en esos lares, destacó tanto como la recia hondura del eldense Antonio Pérez, de alias El Renco, en el buen debú venteño que ambos disfrutaron ayer. Como son noveles oficiantes en esta sacrosanta liturgia que es la fiesta también mostraron los altibajos y desigualdades de los principiantes, que les son perdonados por la cátedra venteña porque ambos festonearon una común rabia y entrega novilleril no muy al uso en estos tiempos en que todo es fight.

Morante no desaprovechó la ocasión de lucirse ya con su capotillo al recibir con aterciopleadas y templadísimas verónicas el noblote y escurrido chorreao segundo. Con su también pequeña flámula, y tras barrer la candente con doblones. iniciales que cerró con airosa trincherilla, cascabeleó la pura escuela sevillana: sandunga, gracia, pinturería en el resto de los muletazos de trazo corto, y cinturilla cimbreada alrededor del burel, al que citaba en la media distancia..

La labor fue de más a menos, porque después le ahogó la embestida. Debido a lo cual fue enganchado y se quedó colgado de los pitones durante unos, eternos segundos que también ahogaron los corazones de la parroquia, aunque todo quedó en el feo susto. Nos las prometíamos felices con el quinto, de similar catadura, pero Morante fue de menos a menos y se desacopló, con lo que su calificación de notable bajó al aprobado alto, con derecho a repetición.

Tampoco El Renco pudo lucirse en su segundo, aunque a causa de que el turbulento bicho, manso, aquerenciado y peligroso era una devanadera con astas que podía traer llanto. El Renco, que fue el, único diestro que participó en quites, se la jugó con una temeridad seca, consciente y sin alardes.

La nota alta de su hondura torera la logró en el tercero, cuajadísimo, ensillado y con aspecto de toro. Le veroniqueó ganando terreno y cargando la suerte, y con su también pequeña sarga, que presentaba siempre planchá, alumbró muletazos largos, ortodoxos y cosidos con densa ligazón, a los que faltó un punto de carisma y sobró algo de ventajismo.

Clemares, por contra, pasó sin pena ni gloria tanto con el primero, de cabeza algo derrotona, como con el chochón cuarto al que molió con un cangilón de incoloros, inodoros e insípidos muletazos.

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