Amas de casa en un hotel de citas
Accidentado viaje a Madrid de 46 vecinas de Vigo
, "Debieron pensar que éramos una pandilla de divorciadas buscando lío", dice Rosa Vila. No lo eran. Pero se ponen a contar y no paran de los líos que encontraron en su accidentado viaje a Madrid. La Confederación de Asociaciones de Vecinos de España las invitó a participar, en una exposición de trabajos manuales realizados por socias de toda España. Pero la afluencia desbordó todas las previsiones de los organizadores. Esperaban a 450 y llegaron 1.000 mujeres. De la asociación de vecinos de Castrelos de Vigo salieron 46, "con mucha fiesta, porque no hay nada como dejar solos un par de días a los maridos", dice Pili. "Notan la falta y a la vuelta te reciben suavísimos".Los problemas empezaron nada más llegar, a media mañana, al céntrico hotel que les habían asignado, el Cantábrico, en la calle de la Cruz. "Eran unas habitaciones de película. Pero de terror", precisa Rosa. "Mugre por todas partes, las paredes desconchadas, las camas rotas y sin mudar, y los camareros, tan sucio como palo de gallinero. Cuando dijimos que queriamos ducharnos, nos dieron dos toallas para las 46 y nos pusieron a hacer cola en dos habitaciones porque eran las únicas con duchas que funcionaban". No obstante, todas llevaban toalla y se arreglaron, calzaron de tacón y salieron lujosas, hacia la exposición, en Puerta de Toledo. "Aquello era una asfixia. No había dónde sentarse y cada dos por tres sacaban alguna en volandas, mareada, pidiendo aire. La ministra Alberdi se llevó un gran abucheo, aunque ella no tenía la culpa de nada: el ambiente se había caldeado de verdad", añade Rosa. Las mujeres se negaron a posar con su ministra. Habían sido prevenidas para que no contrataran la comida con ningún restaurante, porque allí mismo servirían unos pinchos, "pero lo único que había era una pila de bocatas horrendos a pleno sol, rezumando grasa". Nadie pensaba echarles el diente. Sí fue muy solicitada, en cambio, la insignia de la Vocalía de la Mujer, que representa a La Pelos, según la llaman. Los organizadores decidieron que el bocata y La Pelos iban juntos en un mismo lote inseparable. "Total, que acabamos en un restaurante que nos cobró 95.000 pesetas. Y menos mal que teníamos a Emilio y Pablo, los dos conductores, que nos lo buscaron y nos facilitaron la papeleta".
Choque en la Gran Via
Pero el lío más gordo estaba aún por llegar. El autocar chocó en plena Gran Vía con un taxi. Esperando a que la Policía Municipal solventara el litigio, "estuvimos paradas más de una hora justo delante de un sex-shop y todas querían bajar a inspeccionar. Hubo que cortar por lo sano". Cuando llegaron al hotel, algunas expedicionarias echaron en falta sus equipajes, otras los encontraron revueltos. "Y en una habitación, sobre la mesa, habían dejado un cuchillo de matanza: imagine el revuelo", señala Carmen.
Empezaron, otra disputa de reclamaciones, mientras no paraba de entrar y salir gente del hotel. Eran chicas de ésas", apunta Tere. "Y el tipo aquél que estaba junto al ascensor", tercia Pili, "por la pinta, seguro que era un chulo". Decidieron abandonar el hotel. Y a las diez de la noche de un sábado se pusieron a buscar otro que admitiera a toda la excursión. Lo encontraron, el Novo Hotel, de cuatro estrellas, que les anunció una tarifa de 460.000 pesetas por el hospedaje. "Al final se enrollaron superbien y sólo nos cobraron 157.000". Rosa Vilas redactó una denuncia, el resto de las excursionistas la suscribió y, cuando volvía con ella en mano al Cantábrico, el taxista al que contaba su peripecia se lo confirmó: habían caído en un hotel de citas. Al día siguiente su director se ofreció a arreglar todas las desavenencias. "Nos dio 10.000 pesetas que una echó. en falta de su equipaje y 160.000 para cafés para el otro hotel".
De regreso a Vigo, a las dos de la mañana, los maridos las aguardaban con un enorme centro de flores pagado a escote.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.