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Entrevista:Nikita Mijalkov | Director de cine | OSCAR PARA UNA PELÍCULA RUSA

"Se nos trata de imponer la 'hamburguesa universal"

Pilar Bonet

, Durante la entrevista, el director saca de una bolsa de fieltro azul la codiciada figura y la coloca sobre la mesa. El despacho del cineasta de Ojos negros y Sin testigos en el estudio 3T está en un barrio tranquilo de Moscú, a pocos pasos del Estanque del Patriarca, donde Mijail Bulgakov situó el inicio de. su novela El maestro y Margarita. En la penumbra de una tarde primaveral suena una relajante música de piano.El director irradia felicidad. El año de su cincuenta aniversario le trae buena suerte. El oscar por su película Quemado por el sol le ha reafirmado y ha sumido en la de presión a sus detractores, quienes e . n parte valoran su obra a partir de las convicciones políticas de este director, capaz de proclamar su amistad con el ex vicepresidente Alexandr Rutskói inmediatamente después del gran choque entre éste y el presidente de Rusia en 1993. Borís Yeltsin no se cuenta entre quienes le han felicitado por el oscar. Triunfante, el cineasta se ríe de los problemas de protocolo de Presidencia: "Hoy son jefes y mañana serán jubilados. Y Mijalkov es Mijalkov, aquí y en África", afirma.

Pregunta. ¿Cómo explica las dificultades que tienen para aceptarle algunos intelectuales rusos, quienes, poniendo ejemplos como el de su película Ojos negros (1987), afirman que Mijalkov tiene éxito, internacional porque refleja Rusia tal como los extranjeros quieren verla?

Respuesta. Cuando los intelectuales dicen que Mijalkov refleja Rusia para los extranjeros, me parece que ellos mismos son extranjeros, sin raíces y sin amor. Son intelectuales a los que les gusta cantar a coro, y les molesta que yo no cante con ellos, que sea un solista.

P. Su padre, Serguéi Mijalkov, es el autor de la letra del himno estatal de la URSS, y en su casa había servicio doméstico como en un hogar aristocrático. ¿No le producía a usted una impresión de esquizofrenia el mundo en el que se crió?

R. El servicio doméstico y las niñeras existían en todas las familias de escritores, de científicos, de músicos en los años treinta, cuarenta y cincuenta. Era algo natural para aquellas gentes que nacieron antes de la Revolución, y que continuaron aquel modo de vida en la medida en. que les dejaron.

P. ¿Se consideraba usted un privilegiado?

R. No tuve esa impresión, aunque lo era. Yo nunca utilicé mi apellido para logra mis fines, y lo que para mí era orgánico, era impensable para otra gente. Cuando el pianista Sviatoslav Richter tocaba en casa, yo, que tenía que ir al colegio al día siguiente, me revolvía sobre la almohada porque alguien tocaba el piano y no me dejaba dormir, y ese alguien era Richter. Para mí todo aquello era natural, y no porque yo fuera un niño pijo, sino porque el círculo de amigos de mis padres estaba formado por escritores y científicos de talento, y hubiera sido estúpido destruirlo de forma artificial. Mi educación y mi familia nunca me separaron de mis compañeros de estudios. Pero era consciente de que existían dos mundos, el de mi casa y el del exterior. En casa se consideraba de mal tono mantener conversaciones políticas. Mi madre no era miembro del partido

[comunista], era creyente y nos educo en sus tradiciones. Ella nos dio la fe y el amor al trabajo.

P. ¿Le inspiran artísticamente los triunfadores de la nueva época que hoy vive Rusia, los denominados nuevos rusos?

R. Por el momento, no. Para mí, lo que carece de amor no puede ser fuente creación. El mundo de los vencedores de hoy está privado de amor, de compasión, y la verdad cruel sin amor es una mentira. Creo que se pueden encontrar muchas alegorías en la historia y la literatura, que se adecuen a lo que sucede. No veo necesidad de hablar de hoy. Lo importante se ve a distancia, y no quiero asemejarme a los periódicos. Necesito tiempo. Estamos en un periodo de acumulación inicial, que mayoritariamente se produce de forma errónea y deshonesta. Es un dato de la realidad. Luchar contra ello, es decir, quitarles las cosas a los que ya las han robado, llevaría a una nueva revolución. Por eso espero que entre los nuevos rusos aparezca gente consciente de que uno no se puede calzar más de un par de botas al mismo tiempo, y que por mucha escolta que se tenga, uno puede ser asesinado por un francotirador desde el tejado vecino. Ellos no comprenden que su seguridad no depende de la escolta, que no depende de una verja de tres metros de altura, sino de la gente que, en un radio de tres, cinco, cien kilómetros, te está agradecida porque la has ayudado. Y uno no será feliz por haberse llenado el bolsillo, porque ya es un desgraciado que para salir a la calle necesita escolta y perros. Cuando los nuevos rusos hagan cosas por los demás, comenzará otra época.

P. Y los vencidos de la Rusia de hoy, ¿le atraen?

R. Como dijo Chéjov, no tengo ni ángeles ni malvados, yo miro al hombre como una unidad de contrarios. Todos los temas están planteados desde hace mucho. Tome a Pushkin: Borís Gudonov es el tema del poder. Evgueni Oneguin es el tema del amor. Por eso, para rodar una película sobre los vencedores o los vencidos basta con poner en escena Borís Gudonov o Los demonios de Dostoievski. Por eso no tengo ningún deseo de rodar cine sobre la actualidad. Hay ya mucho cine sobre el día de hoy, y carece totalmente de perspectiva histórica y artística. Responde a un deseo apresurado "de estar al día. Es como el cine de hace 20 años, pero con otro signo, como la imagen de un espejo. Antes filmaron a los rojos como buenos y a los blancos como malos, y ahora filman sobre la democracia y la represión, y es al revés.

P. En la escena final de Quemado por el sol, el protagonista, el comandante Kótov, al ser golpeado profiere un grito inhumaho que desidealiza al personaje. ¿Tuvo dudas antes de incorporar esta escena?

R. En absoluto, porque no se puede idealizar a Kótov. Fue un impresionante héroe de la guerra civil de los años veinte. Fue un verdadero oficial, pero, por desgracia, siguió un camino falso, porque creía que él, que estaba limpio, no podía correr la suerte de sus vecinos que eran arrestados acusados de ser espías alemanes. Y para mí, Kótov no fue un ideal, no fue sólo un héroe valiente al que humillaron, sino que él mismo fue un cómplice.

P. Usted quiere llevar al cine a Dostoievski.

R. Quiero poner en escena Crimen y castigo, porque ahora que en escena matan a miles de personas, a la gente ya no le interesa a quién matan ni por qué, sino cómo. Se horrorizan si el muerto fue cortado con una sierra y se excitan si los sesos, bien filmados, se estampan en la pared..., y Dostoievski escribió 500 páginas sobre un joven que mató a una vieja -¡500 páginas!-, y mire lo que pasó. Esto me interesa.

P. Las películas americanas que llenan la cartelera moscovita, ¿enriquecen al cine ruso o más bien lo desbancan?.

R. No creo que haya un enriquecimiento, porque el cine que nos llegó de Estados Unidos es malo. Los norteamericanos cometieron un error terrible y están perdiendo el mercado ruso, porque han comenzado a pedir altos precios por las buenas películas y dan las malas películas por unos céntimos. Cuando nuestros directores filman imitando a los norteamericanos, resulta algo enfermizo.

P. ¿Cuál es la principal cualidad del cine ruso frente al norteamericano?

R. La profundidad. Tome la literatura y compare la profundidad de Dostoievski con Hemingway, que es un magnífico escritor. El cine ruso está oprimido ahora, pero lo ímportante es... que la gente no pierda su identidad cultural...

P. La desintegración del imperio español provocó importantes fenómenos artísticos. ¿Siente usted que la desintegración del imperio ruso ha dado también un impulso a la creación?

R. La lengua es la unidad de la nación. Rusia es América, sólo que bizantina, porque todo está mezclado. En Rusia se cuecen como en una caldera miles de nacionalidadesa diferentes, pero es una nación, y no me refiero a la sangre, y tampoco a la cultura únicamente, sino también a las tradiciones e historia. Los jóvenes cadetes del zar Alejandro juraban bandera en presencia de sacerdotes ortodoxos, mulas y rabinos, pero todos se convertían en oficiales rusos. Era una nación, con independencia de la nacionalidad.

P.¿Qué ha experimentado ante la guerra de Chechenia?

R. Me ha parecido la tragedia de la incultura, porque si se leen los informes redactados por nuestros generales en el siglo XIX, estaba claro que en el Cáucaso no se puede luchar. Lo sucedido es un residuo del bolchevismo.

P. En la noche del 19 de agosto de 1991, usted estuvo en la casa blanca, al lado de los dirigentes rusos que se opusieron al intento de golpe de Estado. ¿No lo lamenta?

R. No, no lamento haber estado en la casa blanca, sobre todo cuando me imagino a Guennadi Yanáiev

[entonces vicepresidente de la URSS] como mi jefe.

P. ¿Cuál es su actitud hacia Yeltsin?

R. Es el presidente, y para que la gente se respete a sí misma, hay que respetar a quien se ha elegido. Yo no lo he elegido, pero en la actualidad prefiero agachar la cabeza y aguantar con paciencia. Es -un problema de opciones. Si los ofendidos llegan al poder, se dedicarán a obtener satisfacción para sus ofensas, y lo peor es la combinación de quienes, además de estar ofendidos, están armados. Considero que los problemas de Rusia los resuelve la provincia rusa, y ésta sólo ahora comienza a abrir los ojos, y, si de mí dependiera, yo no convocaría elecciones ahora.

P. ¿O sea que coincide con los banqueros y los nuevos rusos, que no quieren elecciones.

R. Hay una fábula sobre un esclavo al que su amo ha castigado atándolo a un árbol. Los mosquitos se ensañan con el esclavo hasta que pasa un peregrino que ahuyenta a los insectos. "¿Por qué me odias tanto? Me has quitado los mosquitos ya saciados, y ahora vendran los hambrientos" exclama el esclavo. Por eso, mientras haya algún tipo de estabilidad, hay que emplearla para que renazca la mentalidad regional de Rusia.

P. ¿Y Alexandr Rutskói?

R. Yo le quiero, es un buen amigo mío, pero no me lo imagino como presidente. Y si me lo imagino, me entristezco. Me ha mandado su libro, así que pienso que no está enfadado porque yo diga esto.

P. Usted se ha pronunciado a favor de la monarquía. ¿Es una idea general o una propuesta concreta?

R. ¿Acaso Stalin no fue un monarca? Sólo que ilegal. ¿Acaso Bréznev no fue un monarca? Todos los Gobiernos en este país desde 1917 eran ilegales, porque llegaron a base de mentiras, sangre y asesinatos, y por eso en Rusia no habrá paz hasta que el Gobierno no reciba un poder legítimo, entregado por los que fueron engañados.

P. ¿Y de dónde sacar el monarca?

R. Habría que educarlo. Digamos, por ejemplo; ese pequeño Jorge

[uno de los candidatos al trono de los Románov], que tiéne 14 años... ¿Cómo surgió don Juan Carlos en España ... ? No hay otro camino, aunque ahora digan que esto es ridículo. Cuando hablan del rey Juan Carlos o de la reina de Inglaterra o del emperador del Japón nadie se ríe, y cuando hablas de Rusia te miran como si te hubieras vuelto loco.

P. Su hijo Stepán se dedica a hacer videoclips. ¿Usted comprende su trabajo o siente la distancia generacional?

R. Entre nosotros sólo median 19 años, así que la diferencia generacional no es tan grande. Mi hijo y su equipo trabajan bien y ganan mucho dinero, pero ya quieren hacer cine por todo lo alto, y no sé si les bastarán las fuerzas.

P. ¿Y con su hermano, el director de cine Andréi Mijalkov Konchalovski, hay comprensión o rivalidad?

R. Él es ocho años mayor que yo. Tiene sus amigos y yo los míos. Él rivaliza; yo, no.

P. Su película Oblómov (1980) hace atractivo a un personaje que es el símbolo de la pereza. ¿Cómo lo explica?

R. Oblómov es la civilización de la moralidad y la espiritualidad, y se pregunta para qué vivimos. Es un magnífico ejemplo del espíritu de sacrificio. El ruso tiene algo que no abunda en el mundo: la capacidad de sacrificio. Es cierto que en estos momentos el ruso no aprecia sus propios valores como resultado del bolchevismo, de la falta de memoria y del ateísmo. Pero esto pasará. El mundo, con su intento de imponernos la hamburguesa universal en todos los aspectos, incluido el espiritual, hará que esto pase.

P. Usted ha dicho que prefiere los pelmeni

[especie de raviolis rusos]?

R. Como usted la paella. Y no aceptaría que la alimentasen sólo de hamburguesas.

P. ¿Qué proyectos tiene?

R. Para mí, las películas son como los pelmeni. Tengo en perspectiva vanos, proyectos, que estoy dispuesto a filmar. Los echo al agua hirviendo, y el primero que sale a la superficie es el que hago.

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Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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