Gases
Secelebra estos días en Berlín una cumbre del clima de la que no cabe esperar resolución alguna, pese a que los indicios de cambio climático no dejan de aumentar. Así que cualquier año de estos se derriten los polos y nos echan encima un jarro de agua fría. Tampoco en Copenhague se resolvió nada sobre la pobreza, aunque como un día se calienten los pobres nos funden los plomos, ya verán. De manera que la realidad parece. abandonada a las cumbres de diletantes. Y al azar.De todos modos, parece que las autoridades alemanas han asegurado a los países productores que el petróleo no será acusado, en exclusiva al menos, de ser el responsable del efecto invernadero: se ve que han elegido aforarlo para evitar complicaciones. Entre nosotros, cuando sube la temperatura política o se enrarece el aire público, el primer instinto es también el de aforar a los responsables de la contaminación. De manera que de aquí a las elecciones del 97 los niveles de dióxido de carbono en la vida política española habrán alcanzado sin duda concentraciones peligrosas para la salud, pero a lo mejor hemos logrado ya aforar a todo el mundo.
Y es que los expertos ya no saben qué es peor, si prescindir de algunas comodidades, pero limitar la emisión de gases que deterioran la capa de ozono, o soportar el daño a cambio de tener una langosta en el congelador. Hombre, a todos nos da miedo pensar en el impacto ecológico del partido de Fraga a su paso por La Moncloa; lo malo es que la alternativa inmediata es continuar con la producción de gases tóxicos, que ocasionan mareos: el mismo Garzón, hecho a prueba de bombas, sufrió el otro día una caída y algunos, en lugar de ayudarle, lo fumigaron más, para que no se levantara. O sea, que tenemos que elegir entre el dióxido de carbono y Fraga. Y los dos matan.
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