Exceso turco
DESDE EL 20 de este mes prosigue la ofensiva lanzada por Turquía contra tos kurdos en territorio de Irak. Ya son cerca de 50.000 los soldados que participan en esa acción con apoyo de aviones, helicópteros, tanques y piezas de artillería contra localidades de la zona. Oficialmente, el objetivo turco es destruir las bases de los guerrilleros del PKK, el llamado Partido de los Trabajadores de Kurdistán, que practica un terrorismo indiscriminado en Turquía, con cierto apoyo de la población en la parte sureste del país. Por ello, el Ejército turco pretendía buscar cierta comprensión a una acción puntual y rápida. Y los aliados de Turquía en la OTAN estaban más que dispuestos a aceptarla. Pero la operación está convirtiéndose en algo muy distinto. La aventura militar turca se ha extendido por amplias zonas de territorio iraquí, sus objetivos concretos parecen inalcanzados y amenazan con difuminarse, y el mando militar habla ya abiertamente de establecer una zona de ocupación militar turca permanente en el norte de Irak.Este carácter masivo y prolongado de la operación ha provocado una rápida reacción de la Unión Europea. La troika formada por Francia, Alemania y España viajó a Ankara para expresar la protesta de la UE y pedir un rápido fin de esta operación. Es dudoso que la iniciativa diplomática haya logrado convencer a Ankara de que la UE está resuelta, si no se hace caso a lo pedido por la troika, a aplicar sanciones serias. Y lo que es quizá más grave, es difícil saber si el Gobierno turco tiene plenamente el control de dicha operación.
Si la UE tolerase la acción militar turca en Irak, las consecuencias podrían ser gravísimas. Sería una nueva operación en la que se violan por la fuerza e impunemente las más elementales normas del derecho internacional. Cada vez resbalamos más hacia un mundo en el que el uso de la fuerza es la única ley. Aceptar que Turquía, un país que aspira a integrarse en la UE, practique la política de los hechos consumados y de la fuerza militar fuera de sus fronteras abriría una nueva espita de desestabilización y dispararía los miedos en una región de tan frágil equilibrio como es el triángulo que forman Irán, Irak y Siria.
Una responsabilidad muy seria corresponde en este caso a EE UU. La aviación norteamericana se encargó, al terminar la guerra del Golfo, de vigilar en nombre de la ONU que la zona kurda al norte del paralelo 36 no fuese atacada por las tropas de Sadam. Ahora parece que los aviones AWACS norteamericanos han prestado apoyo logístico a las fuerzas turcas. Es comprensible el temor de EE UU -compartido en Europa-, ante una desestabilización en Turquía a causa del PKK y el creciente fundamentalismo islámico. Sin embargo, el problema kurdo, con grandes poblaciones en Irak, Irán y Turquía, se enconará si se deja al Ejército turco proseguir sus operaciones. Por ello es imprescindible convencer a Ankara -Gobierno y ejército- de que su operación es una peligrosísima aventura que pone en peligro la paz en la región, que no acabará con el problema kurdo ni con el terrorismo y que alejará a Turquía de su vital cooperación con Europa.
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