Dentro y fuera
El traslado metafórico de las imágenes espaciales al universo de la política no se agota con la célebre contraposición entre derecha e Izquierda, una pareja que ha movilizado las energías de la humanidad desde los tiempos de la Revolución Francesa. Porque las distancias entre las cosas y sus relaciones horizontales o verticales también han enriquecido la terminología de la vida pública con otros paralelismos de resonancias topográficas. En su reciente libro sobre Derecha e izquierda (Taurus, 1995), Norberto Bobbio ha analizado, aunque de manera incompleta, esas metáforas. Así, la contraposición cerca / lejos sirve para calcular la proximidad o el alejamiento de los séquitos respecto a los líderes y para establecer las distancias ideológicas que separan entre sí a los partidos. La pareja superficial / profundo distingue entre las instancias visibles del gobierno, descritas formalmente en los textos constitucionales, y los centros ocultos del poder, donde se toman realmente las decisiones; las sociedades cerradas y los sistemas autoritarios son pasto predilecto para este tipo de análisis.No menos interés ofrece la diada delante / detrás: la vanguardia leninista de los movimientos revolucionarios o la minoría inasequible al desaliento de las contrarrevoluciones fascistas han utilizado con orgullo esa imagen espacial para, justificar su privilegiado papel como locomotoras de la historia encargadas de arrastrar el pesado lastre de las masas. La contraposición arriba / abajo resume las relaciones de jerarquía y subordinación no sólo de aquel hogar victoriano descrito por una admirable serie británica, sino también del universo político en los regímenes autoritarios y en los sistemas democráticos. Pero Norberto Bobbio no incorpora a su listado de metáforas espaciales -cosa extraña- una imagen indispensable para dar cuenta de las tensiones que sacuden nuestra época: la oposición dentro /fuera.
Esa fórmula de inclusión y exclusión no incumbe sólo a la ciudadanía sino que afecta también a los derechos humanos; sin tomar en cuenta sus trágicas discriminaciones resultaría imposible describir el mundo contemporáneo. Los reflejos nacionalistas responden a la dialéctica del dentro I fuera y están listos para saltar como un resorte ante cualquier oportunidad; de ahí, que los gobiernos tiendan a juguetear con los recursos exteriores -tal y como hizo con notable infantilismo el ministro Solana en el conflicto pesquero con Canadá- en momentos de dificultades interiores. Sin embargo, esos afloramientos veniales y menores de chovinismo no pueden ser equiparados con sus manifestaciones mortales y mayores: la cruenta capacidad del nacionalismo para justificar la, violencia hacia los extranjeros mediante las invocaciones a la solidaridad con los compatriotas ha quedado sobradamente puesta de relieve por las dos grandes guerras mundiales del siglo XX y por las decenas de conflictos locales de las últimas décadas.
La inmisericorde ferocidad nacionalista también puede desencadenarse dentro de un mismo Estado y en el seno de sociedades pluriculturales; la guerra civil da Yugoslavia y el terrorismo de ETA deberían servir de advertencia a los nacionalismos democráticos: la dialéctica dentro I fuera, una vez puesta en marcha, puede tener consecuencias indeseadas y no previstas por sus primeros maquinistas. Pero esa contraposición interior / exterior no se agota con la variante nacionalista de los sentimientos tribales; como saben los gitanos y los inmigrantes que han padecido en estos años los cimbronazos de la. intolerancia, el racismo y la xenofobia empiezan a extenderse por toda España. Sería peligroso infravalorar esa amenaza: si las consecuencias de la xenofobia se retroalimentaran con la marginalidad producida por el desempleo para favorecer así la creación de una sociedad dual, dispuesta a negar a una minoría de la población los derechos de ciudadanía por su origen o por su pobreza, la oposición dentro I fuera terminaría por predominar sobre la pareja derecha / izquierda.
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