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Reportaje:

Los cimientos del humo

El Palacio de Congresos, quemado la semana pasada, se erigió para conmemorar los 25 años de paz franquista

"Por este edificio que hoy inauguramos pasarán muestras de lo que España ha sido, es y será capaz de hacer. Una España unida, en orden, en paz, en pie, arriba y en movimiento". Con este gimnástico discurso, el en tonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne, inauguraba hace 27 años, el 23 de octubre de 1968, la primera fase del Palacio de Exposiciones y Congresos del paseo de la Castellana. El Gobierno de Franco había ordenado su construcción en 1964 "para conmemorar los 25 años de paz". La primera exposición que albergó llevaba por título Asi es la electricidad y, aprovechando el marcado carácter di dáctico, el. ministro decidió dar una pe queña lección de historia. Cuenta el diario Arriba que Fraga, conmovido por lo que consideraba un hito en la historia del país (los 25 años de paz), comentó con admiración que "desde las invasiones germánicas hasta nuestros días no se ha producido otro momento en que las puertas del templo de Jano estén cerradas en España durante una generación completa".

El arquitecto que construyó el palacio, Pablo Pintado Riba, que tiene en la actualidad 70 años, no quiere entrar en el valor simbólico que el Gobierno franquista quiso dar a su obra, a la que considera "uno de sus hijos predilectos". Por eso, cuando el pasa do día 15 observó la nube de humo que escupía el Palacio, Pintado se temió lo peor.

Este arquitecto madrileño recuerda que ganó el concurso para la construcción del primer Palacio de Exposiciones y Congresos de la ciudad en 1964. A la convocatoria se presentaron 16 proyectos rubricados por los arquitectos más famosos del momento, pero fue Pintado, "el más desconocido de los aspirantes al premio", según la ficha que aparece en la Guía de arquitectura y urbanismo, el que se llevó los laureles. Sin embargo, esa anotación aún le duele. "Cuando me presenté ya tenía un nombre hecho. Había ganado varios premios nacionales, tanto de arquitectura como de urbanismo". El piensa que se alzó con el premio por la novedad que suponía la concepción de dos escenarios continuos y opuestos que podían utilizarse con junta o independientemente. "La solución que di a los escenarios era totalmente novedosa. Creo que no existía otra igual en el mundo". El Palacio consta de dos auditorios con un total de 2.738 plazas, más 10 salas con capacidad para otras casi 2.500 personas.Aunque al arquitecto el término de "edificio inteligente" le parece "un camelo", reconoce que el Palacio podría ser calificado así: "Empleamos los mejores materiales del momento, maderas nobles, mármoles, granito, y fuimos muy rigurosos con la normativa de seguridad entonces vigente. Incluso me adelanté en cosas que luego ha exigido la legislación". Otra de las cosas de las que Pintado se siente especialmente satisfecho es de la acústica. Cuenta que Sánchez Bella, sucesor de Fraga en el Ministerio de Información, se empeñó, años después, en convertir el Palacio en el auditorio del que carecía Madrid. De nuevo, Pintado dirigió las obras para mejorar la acústica del auditorio A. El edificio, inaugurado definitivamente por el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón el 1 de junio de 1970, con motivo del VI Congreso Internacional de Minería, logró desprenderse, con los años, de la etiqueta franquista. A ello contribuyó sin duda la instalación durante el verano de 1980 del mural de Joan Miró en el frontis de su fachada principal. Con una superficie aproximada de 550 metros cuadrados, se convirtió en el segundo en extensión del mundo, después del de la ciudad alemana de Wiesbaden, proyectado también por Miró. Las 7.056 piezas cerámicas de que consta fueron realizadas por Gardy Artigas, colaborador habitual del pintor, y su instalación se realizó bajo la atenta mirada de Pablo Pintado. Costó 27 millones de pesetas, incluidos los 10 que cobró Miró por el boceto.

El descubrimiento de la placa conmemorativa reunió el 5 de agosto de 1980, en la Castellana, a los ministros Íñigo Cavero, titular de Cultura; Pío Cabanillas, ministro adjunto a la Presidencia, y a dos hombres muy ligados a Madrid: el alcalde Enrique Tierno Galván y el actual regidor, José María Álvarez del Manzano. Las alabanzas a la obra de Miró fueron el denominador común de las intervenciones, salvo cuando le tocó el turno al ministro Cavero, quien demostró tener una frágil memoria pictórica.

"El ministro, en su discurso", cuenta un diario, "cometió el lapsus no rectificado de atribuir el mural a Picasso, entre la contenidá perplejidad de los asistentes". La presencia de la diminuta figura del pintor catalán terminó con cualquier duda. A sus 87 años, Miró había viajado a Madrid para recibir él triple homenaje de ver colocada su obra, legar su nombre a la plaza delantera del Palacio y recibir de manos del rey Juan Carlos la medalla de oro de las Bellas Artes.Ni el incendio ni la inauguración del Palacio Municipal de Congresos, situado en el Campo de las Naciones, pueden cuestionar la supervivencia del edificio de la Castellana, o al menos eso cree su autor: "Yo no conozco la obra de Bofill, pero el antiguo Palacio de Exposiciones y Congresos ha demostrado tener un abanico tan grande de posibilidades que indudablemente tiene una función que seguir cumpliendo". En su memoria quedan la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa -celebrada en tres fases, entre noviembre de 1980 y septiembre de 1983-, la presidencia española de la Comunidad Europea en 1989, la cita con los resultados de todos los comicios electorales celebrados, o haber sido sede de prensa del Mundial de Fútbol de 1982, con lo que el Palacio entró en el Bernabéu gracias a una pasarela de 156 metros que sobrevoló el gran paseo madrileño.Y si hubieran faltado los acontecimientos de renombre, siempre se puede recurrir a la imaginación. A finales de 1987, la dirección decidió dar otro aire al Palacio para romper "la falsa imagen de oficialidad con que se le asocia". Tras otorgar la concesión de hostelería a la empresa Guisos de España, ésta anunció la posibilidad de celebrar bodas, bautizos y comuniones en los restaurantes. Consiguieron contratar 12 bodas, pero la idea no cuajó. De ella sólo ha quedado el lema: "Se alquila palacio".

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