Cumpleaños intimista

Teresa Berganza celebró su cumpleaños con un recital intimista. Desde la primera frase de la cantata Ariadna en Naxos, de Haydn, se intuía que la noche podía ser excepcional. Lo fue. Berganza fraseó con serenidad, con intensidad, como las grandes trágicas. La emoción estaba en el centro de su discurso musical.Su Brahms fue ligero, lleno de encanto; su Hahn, de gran sensibilidad y refinamiento melódico. La mezzosoprano sentó una vez más cátedra en el repertorio español. Conmovió con su versión de La niña que se va al mar, de E. Halffter, con texto de Rafael Alberti: en cada frase, en cada sílaba, surgía la poesía conjunta de la voz y de la música. Las Seis canciones castellanas de Toldrá fueron un prodigio de naturalidad, de arte puro.

En las propinas vino la fiesta, una fiesta en la que no decreció el sentimiento de la autenticidad musical, pero en la que brilló a alturas inconmensurables la categoría de gran intérprete de Berganza. Arrebatador, casi milagroso, su Addio de Rossini; castiza su incursión en la zarzuela, y de una fuerza desgarrada su Che Faró, de Orfeo y Euridice. Es posible que haya voces más perfectas pero, de verdad, no se puede cantar mejor.