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Major saca adelante por cinco votos el debate de la UE en los Comunes

Isabel Ferrer

El primer ministro británico, John Major, ganó anoche por el estrecho margen de cinco sufragios (319 votos contra 314) un debate parlamentario sobre Europa forzado por los laboristas. Lo que comenzó como una discusión acerca de la actitud del Gobierno conservador frente a la Unión Europea (UE), acabó en un mal trago para Major. Los parlamentarios euroescépticos de su propio partido se abstuvieron.

Los unionistas norirlandeses votaron con el laborismo, demostrando su contrariedad ante los planes para pacificar Irlanda del Norte. Al final, el derrotado parecía el mandatario británico y no su oponente, Tony Blair.El debate lo había provocado precisamente una moción laborista de condena a la política del Gobierno británico sobre la UE. Dicha crítica, que a simple vista no parece crucial ' sirvió para enconar aún más la actual división del Partido Conservador. Major no sólo se enfrentó a un Tony Blair implacable, que trufó su intervención de ácidas bromas. Mientras le respondía debió hacer cálculos para saber si tendría suficientes votos de apoyo.

Los logró, pero a base de mencionar el término referéndum para referirse al futuro del Reino Unido en Europa. Aunque no se dejó arrastrar por las pretensiones del ala rebelde de su partido (se lo exigieron -a cambio de sus votos), tampoco pudo descartarlo. "Sólo la necesidad de operar cambios constitucionales me llevaría a convocar una consulta popular acerca de la presencia del Reino Unido en la Unión Europea" dijo. Los laboristas le acusaron entonces de ser el cautivo de una minoría opuesta a cooperar con el resto de los europeos.

Cerca de la medianoche se desveló el enigma. Los rebeldes se abstuvieron y los unionistas le obsequiaron con un voto de castigo. Contrarios a cualquier sugerencia de una posible Irlanda unida, prefirieron sumarse a los sufragios laboristas. Ambas actitudes demuestran que Major lidera ahora un partido dividido sobre temas cruciales. Y que se enfrenta a un grupo minoritario de peso, dispuesto a llenarle de piedras el camino que lleva hacia la unión política y económica de Europa. Los liberaldemócratas, a su vez, confirmaron las críticas de los últimos meses y votaron también a favor de la moción laborista.

Anoche, Blair quiso presentarse como el jefe de un partido unido frente a un Gobierno incoherente y preso de sus críticos. Su verbo fluido, sus preguntas literalmente arrojadas contra Major, pero que él mismo respondía, y los gritos de apoyo de su grupo facilitaron dicha tarea. %Es usted capaz de ponerse de acuerdo con alguno de sus ministros cuando hablan de Europa?", le espetó.

Cuando parecía dar a Major un respiro, le lanzó el siguiente dardo: "¿No le parece mejor salir de la Unión Europea si ello implica modificaciones constitucionales que atenten contra la esencia misma de esta nación? Si así fuera, incluso yo lo haría", replicó el propio Blair.

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Major acusó el envite y mantuvo una media sonrisa frente a su crecido oponente. Cuando habló recuperó la compostura, asegurando que el Reino Unido "quiere y debe estar en Europa porque ello supone ventajas económicas inigualables". El capítulo de la moneda única le sirvió para descargar la adrenalina acumulada. "Nadie en Europa cree que sea posible lograrla antes del año 2000", dijo. Y luego concluyó: "Apoyaremos a la Unión Europea siempre que no nos exija debilitar nuestra soberanía nacional. Siempre que no nos obligue a aceptar un horizonte federal". Nada de todo ello logró conmover a los euroescépticos.

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