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MONUMENTAL DE MÉXICO

Armillita muestra su clase

Cuando Armillita quiere, muestra su clase, sin importarle la mansedumbre del encierro o la. adversidades del aire. A Federico Pizarro tampoco le importó el pésimo estilo del ganado ni el viento, y con valor y aplomo también se entregó. Con el peligroso que abrió plaza, Guillermo Capetillo sólo se quedó quieto en dos excelentes verónicas. Su trabajo en el último tercio fue desangelado y, por su notoria falta de oficio no supo meter al tardo y mirón a la muleta. En la lidia del cuarto, si a los trapazos y chicotazos que le dio se les puede llamar lidia, el público optó por tomar a broma el serio quehacer de Capetillo y surgió un merecido abucheo al concluir sus penas.El segundo brincó las tablas, y al volver al anillo empezó a cojear, provocando las protestas de las galerías. El juez de plaza, antes de observar si con la puya se corregía el calambre, precipitadamente lo regresó, ante la ostentosa reclamación del empresario Herrerías a las autoridades del callejón.

Llaguno / Capetillo, Armillita, Pizarro

Toros (uno, sobrero), de José Julián Llaguno, cinqueños, con presencia y bien armados; flojos, broncos, medrosos.Guillermo Capetillo: dos pinchazos, estocada delantera -aviso- y tres descabellos (abucheos); metisaca y media delantera (abucheos). Armillita: estocada caída (ovación y salida al. tercio); estocada (oreja). Federico Pizarro: estocada (oreja); estocada trasera y descabello (palmas). Monumental Plaza México, 19 de febrero. Media entrada.

Con el sobrero, Armillita quiso lucirse con el percal pero ni el aire ni la falta de acomitividad del astado se lo permitieron. También puso voluntad y empeño con la franela pero otra vez se estrelló contra la cobardía y lo distraído del burel. A la hora de la verdad se tiró de frente mostrando el pecho.

Al quinto, que también brincó al. callejón, el de Aguascalientes lo recibió con una larga cambiada ante la sorpresa de la concurrencia, y de pie le instrumenté artísticas verónicas. Con señorío y maestría logró meter al remolón bovino al engaño y le ligó una serie por el pitón derecho con pinturería, ritmo, torerismo y mando. Surgió la emoción y repitió la tanda pero ahora con más calidad plástica y, aunque se le coló por el izquierdo le enjaretó una bella serie de naturales. Faena corta, pero emotiva, rematada otra vez con la suerte suprema por su ejecución de frente. ¡La reconciliación con la afición!

Federico Pizarro saludó al tercero de rodillas con un farol y después cargó la suerte al realizar finas verónicas. Con el trapo rojo fijó las plantas en la arena y se le vio madurez en la realización de su toreo. Destacaron las distancias que daba al citar y el espacio que concedía al cornúpeta cuando éste se le quedaba en el viaje. Su faena fue de extraordinario valor y entrega, pues los derrotes que le tiraba el bicho no permitían creatividad. Sobresalió su decisión al entrar a matar. Al que cerró plaza, tardo y soso, Federico Pizarro lo lidió con mucha voluntad en su querencia.

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