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Tribuna:
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Ya está bien de la herencia recibida, señor presidente

He dejado pasar una semana desde el debate sobre el estado de la nación para que se me enfriara la sangre en la camisa. Con la sangre a treinta y seis grados y medio, sosegada ya, me decido hoy a puntualizar públicamente una afirmación del presidente del Gobierno, por primera vez en muchos años, en legítima defensa y bien a mi pesar.He tenido, y tendré siempre, el mayor respeto institucional, por la presidencia del Gobierno. He tenido también, y me gustaría seguir teniendo, respeto personal por Felipe González. Algo después de su llegada a La Moncloa temí que desfalleciera este segundo respeto cuando empezó a hablar el presidente, con acento peyorativo, de la "herencia recibida", y, sobre todo, cuando, entre las cosas heredadas, anunció a la prensa aquello de unas "auditorías de infarto" sobre la gestión de mi Gobierno. Lo cierto es que el presidente no pudo presentar nunca ni una sola, ni una sola, de las amenazadoras auditorías. Tal vez entonces Felipe González no sabía aún exactamente qué es eso de una auditoría con reparos, ni a qué puede llamarse un infarto político; si hubiera tenido la dura experiencia que hoy tiene de unas y de otros, pienso que no hubiera dicho entonces lo que dijo.

Sobre esa acusación menor de las auditorias, no probada ni rectificada nunca por el presidente, han pasado algunas otras y muchos años. Y cuando parecía que hubiera quedado ya obsoleta e inservible la vieja excusa de la "herencia recibida" para explicar sus errores propios, he aquí que en el discurso inicial del debate sobre el estado de la nación volvió el presidente del Gobierno a sus antiguas andadas con esta frase, que busca también trasladar subrepticiamente responsabilidades propias, y esta vez nada menos que a propósito del caso GAL:

"Las actividades violentas atribuidas a grupos armados anti-ETA se realizaron entre 1975 y 1986. Se iniciaron, pues, antes de nuestra llegada al Gobierno y fue, precisamente, con este Gobierno con el que se acabaron".

La frase pertenece a un discurso escrito antes del debate, y no le alcanza la atenuante que tendría una réplica improvisada en caliente desde la tribuna.

No debo ni puedo callar ante esta nueva habilidad verbal de González con la que ahora pretende amparar en la "herencia, recibida" las vehementes sospechas (fundadas o infundadas, pero reales hoy en tanto que sospechas) que ensombrecen a los Gobiernos socialistas en materia tan grave como los GAL.

Estadísticas macabras que debe tener el Gobierno actual (y que publicó este diario en su número de 29 de enero pasa do, página 14) muestran que la frase de González, deforma la realidad hasta la falsificación. Rodolfo Martín Villa ha de mostrado contundentemente que las pocas-acciones aisladas del principio de la transición no tienen nada que ver con los GAL y que acaban, de finitivamente, en 1980. Yo quiero destacar ahora que du -rante los dos años de mi presidencia, es decir, durante 1981, y 1982, no se produjo ni una sola, ni una sola acción violenta atribuida a grupos armados anti-ETA; mientras que en plena etapa socialista, entre finales de 1983 y finales de 1986, se produjeron treinta y nueve, según la misma fuente estadística. Los GAL que González dice haber desmantelado en 1986 no son algo heredado por él del Gobierno anterior; son algo exclusivamente suyo. Entiéndaseme bien: quiero decir que esa infamia llamada GAL se inscribe estrictamente en la etapa de los Gobiernos socialistas. Es cierto que los GAL terminaron en tiempos de González, como él afirma; pero es igualmente cierto que empezaron también en su tiempo, y él lo calla. Los GAL tendrán la causa última que tengan (y no entro a prejuzgar lo que está sub-judice); pero no forman parte, aunque así lo sugiera el presidente, de la noble y limpia herencia que recibió de mí el 2 de diciembre de 1982.

Hago esta declaración en defensa propia, como dije al principio, y en defensa también de mi excelente ministro del Interior, Juan José Rosón, que ya no puede defenderse de tan graves e injustas imputaciones.

(Ya está bien, señor presidente del Gobierno, ya está bien de ampararse en la "herencia recibida". Como le dije desde los escaños del Congreso, es usted el presidente de la democracia que ha. recibido una herencia mejor; porque Adolfo Suárez heredó un régimen autoritario y yo heredé un golpe militar; mientras que usted heredó una España democrática, limpia y clara. Veremos lo que hereda su, próximo sucesor.)

Hace unas semanas desde Oporto, atribuyó también González a la "herencia recibida" un búnker en los Montes de Toledo que sólo a él y a su Gobierno corresponde. La atribución era tan gratuita que su propio ministro de Defensa, García Vargas, la rectificó publicamente dos días más tarde. Añadió González desde Oporto que si no había men cionado antes esa herencia bunkeriana había sido "por respeto a sus antecesores". Es timo de verdad esta voluntad que declara el presidente de respetar a sus antecesores; pero, como veo que tiene alguna dificultad en cumplir tan noble empeño, vengo en su ayuda sugiriéndole una fórmula infalible: para respetar a sus antecesores en la presidencia le bastaría sencillamente, señor González, con respetar la verdad.

Leopoldo Calvo Sotelo es ex presidente del Gobierno.

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