Separación e imbricación
Las alambradas rodean tanto los asentanuentos como los puestos Militares y las zonas castigadas
El viaje hacia el sur, con dirección a Hebrón, brinda al espectador del drama palestino, junto a situaciones ya conocidas, novedades que acrecen sus, motivos de inquietud.Las antiguas y a menudo románticas villas de la burguesía palestina de Jerusalén Este han sido ocupadas por familias israelíes y el barrio es étnicamente homogéneo, de acuerdo con los planes anexionistas del Likud, cuidadosamente aplicados por el alcalde Ehud Olmert. A pocos kilómetros, la barrera fronteriza del Gran Jerusalén filtra los automóviles de matrícula jordana. y a los palestinos que van a trabajar o visitar con permiso la Ciudad Santa. Entre colas silencio sas y resignadas y aparcamientos de vehículos con matrícula azul, nuestro taxi pasa sin problema alguno. Ni en Israel ni en los te rritorios ocupados nadie nos pe dirá la documentación. El omnipresente lenguaje de los signos nos favorece. ¿Qué ocurriría, me pregunto, si mi tez fuera más morena y gastara barba?
Pasado Belén, habitado en gran parte por cristianos palestinos, diviso a la izquierda un barrio entero rodeado de cercas metálicas y con sus accesos a la carretera obstruidos con bidones vacíos, como en tiempos de la Intifada. Me detengo a averiguar qué ocurre y entro sin dificultad en él por un pasillo lateral., No hay policía ni vigilancia israelíes. La zona, me cuentan, ha sido castigada: algunos chavales solían apedrear, aprovechando la pendiente, a las patrullas que circulan por la carretera.
Otra vez atravesamos paisajes alicantinos, con bancales cuidadosamente escalonados, como cotas o estratos geológicos de un mapa pintado de distintos matices de ocre. En Al Jáder las tiendas están cerradas y varios jeeps de Tsalial custodian la encrucijada. Los colonos del vecino asentamiento de Efrat han ocupado nuevas tierras y arrancado sus árboles: en la televisión estatal he visto imágenes de enfrentamientos verbales y cambio de insultos bajo la mirada vigilante de los soldados que se interponen entre los contendientes.
Los asentamientos implantados o en obras se suceden a lo largo de la carretera, con sus casitas prefabricadas de tejado rojo, caravanas para el acomódo provisional de los emigrantes venidos de Rusia y Norteamérica, atalayas, verjas y alambradas: Neveh Daniel, Elazar, Efrat, Rosh Tzuriffi, Alon Sclivut, Ka far Etzion. Una mirada atenta al paisaje, de Cisjordania muestra su increíble estructuración en patchwork. Las alambradas rodean tanto los asentamientos como los puestos militares y las zonas castigadas. Protegen y excluyen, unen áreas separadas y separan áreas contiguas, entretejen un laberinto de ínsulas que mutuamente se repelen e imantan. En algunos lugares resulta difícil distinguir lo que abarcan y vedan, su interior y exterior. Un complejo sistema circulatorio con ramificaciones capilares manifiesta la voluntad del ocupante de fragmentar el territorio en porciones, retazos, partículas que parecen imbricarse no obstante su ignorancia recíproca.
Escribo éstas líneas cuando la prensa anuncia el sangriento atentado terrorista de Netanya, en el que perecieron 19 israelíes. La conmoción causada por la carnitería radicaliza aún el enfrentamiento entre los dos pueblos. Cuando Isaac Rabin declara que, para acabar con estos ataques suicidas con hombre bomba, la "única solución estriba en una total separación entre Israel y los territorios [ocupados]" dice una gran verdad. Palestinos e israelíes tienen que separarse si en lo futuro aspiran a vivir juntos y a compartir equitativamente la tierra y recursos naturales del antiguo mandato británico. Pero, ¿cómo lograr esta separación si la política de creación de nuevas colonias en Gaza y CisJordania, al multiplicar los puntos de choque y fricción, la vuelve imposible? ¿Cómo garantizar la seguridad de los israelíes en la maraña de carreteras que cruzan territorios hostiles? ¿Habría que poner un centinela a cada cien metros de ellas? Y ¿cómo evitar que alguien disparara sobre ellos desde una colina cercana?
Las reiteradas excusas de Arafat siempre que se produce un atentado terrorista son lógicas y consecuentes con el llamado "proceso de paz". Pero esta preocupación por la seguridad de los israelíes, tantas veces expuesta en sus reuniones con Rabin y Peres, debería acompañarse también, públicamente, de idéntica preocupación por la vida, trabajo y dignidad de los palestinos. Éstos no son evocados nunca por los negociadores israelíes que, desde una posición de fuerza, exigen garantías que sólo serían efectivas en caso de reciprocidad. Mientras Israel no ponga en tela de juicio su política de colonización a ultranza y el "proceso de paz" prolongue su ocupación por otros medios, la animosidad y odio reinantes en vastos sectores de los dos pueblos arreciará.
La entrada en Hebrón me sumerge de pronto en la atmósfera tensa de los años de la Intifada. La totalidad, de los comercios, tiendas y almacenes están cerrados siguiendo las consignas de huelga contra las provocaciones de los colonos extremistas atrincherados en el centro de la ciudad. Sólo las farmacias y el mercado de frutas y verduras permanecen abiertos. Doy una vuelta por la otra vertiente montañosa de la ciudad desde la que se abarca el bloque de casas ocupadas y expropiadas manu militari por los intrusos, reconocible a distancia por la presencia de soldados con fusiles ametralladores en sus terrazas. En las inmediaciones de las Tumbas de los Patriarpas, los bazares han sido clausurados y las bocacalles bloqueadas con bidones. Tras una breve conversación con el chófer, los centinelas israelíes dejan pasar el taxi.
La gran mezquita que alberga las tumbas del profeta venerado a la vez por judíos, cristianos y musulmanes es un imponente edificio de piedra ocre, almenado y con cúpulas que me recuerda algunas iglesias y catedrales españolas. Su hibridez arquitectónica refleja también la existencia de siglos de convivencia entre los fieles de las tres religiones del Libro. Su alminar es cuadrado, con una especie de mirador destinado al almuédano y un pequeño domo rematado con el xamur (tres bolas doradas y la media luna).
Desde la matanza del 25 de febrero de 1994, el acceso a las tumbas obedece a un complicado esquema de segregación: la mezquita ha sido dividida en dos partes herméticamente selladas. Los judíos devotos entran por la escalera principal y deben depositar sus armas antes de pasar por el detector de metales controlado por Tsahal. Me cuelo con un grupo de askenazíes venidos de Norteamérica y contemplo con ellos la tumba del profeta Abraham o Ibrahini con su túmulo envuelto con un lienzo verde ornado de aleyas coránicas. El visitante judío puede atisbar su interior desde una puerta enrejada cerrada con candado. Más allá, en el patio de la mezquita, los israelíes han instalado una pequeña sinagoga en donde los estudiantes recitan sus preces. En otra habitación del patio, varias mujeres sentadas en dos hileras de bancos salmodian su plegaria frente a otra puerta enrejada: la de la tumba de Sara. Después de tomar una instantánea de la fuentecilla de abluciones, e cuyo domo verde y medialuna muestran señales del vandalismo de algún fanático, rehago el camino, bajo la escalinata y doy la vuelta, junto al puesto de control general de Tsahal, para subir la pendiente lateral reservada a los musulmanes. Un soldado israelí vigila la entrada al lado del detector y me mezclo con los fieles de la mezquita en el mismo lugar en el que Baruch Goldstein, con la probable complicidad de algunos soldados u oficiales de Tsahal, vació el cargador de su fusil ametrallador sobre la asistencia congregada durante. la oración causando la muerte de 29 personas antes de perecer linchado. La tumba del profeta puede ser vista desde otra puerta enrejada similar a la del lado judío del templo. Los devotos del nabí Ibrahim y su esposa les dirigen así sus preces ignorando la presencia a escasos metros de los creyentes de la otra comunidad. La inmediatez y exclusión, lo nuestro y lo de ellos, simboliza aquí, mejor que en ningún sitio, la tenacidad y encono de israelíes y palestinos, el difícil, por no decir imposible, reparto de una herencia cultural y religiosa común. Mi condición de fronterizo, con la posibilidad de curiosear por los, dos lados, me permite reconstruir el plano
original de la mezquita y su actual compartimentación. ¿Cómo salir indemne de esta cotidiana esquizofrenia.La prensa y demás medios informativos occidentales siguen con gran atención y justificada alarma el auge del fundamentalismo islámico desde el Magreb a Indonesia, pero no se refieren sino muy de pasada a otros fundamentalismos no menos vivos ni inquietantes: el judío, el hindú y el de la Iglesia ortodoxa serbia y griega. El crimen cometido por Baruch Goloistein no fue obra de un "perturbado", como concluyó el tribunal que juzgó la matanza: es producto de una corriente ideológica del sionismo radical oriunda de Norteamérica, embebida a la vez del mesianismo de los descendientes de los pilgrims con su ideal del Destino Manifiesto y del clima de violencia de la sociedad guetizada de las grandes urbes estadounidenses de hoy. En un esclarecedor ensayo sobre el tema (Un Moisés de tercera mano, EL PAÍS, 3 de noviembre de 1991), Rafael Sánchez Ferlosio analizaba los trasvases operados, vía América, de la mística colonizadora de la comunidad protestante -para quien los indios eran, "en el mejor de los, casos, un a gente perfectamente innecesaria, y, en el peor, unos fantasmas inoportunos y obstinados que era preciso ahuyentar, expulsar y dispersar"- a los colonos estadounidenses instalados en Cisiordania. Estos grupos extremistas, como el del célebre rabino Kahane, imponen su ley en numerosos asentamientos, imbuidos de la idea de que la promesa divina, el sentido de la Historia y la actual correlación de fuerzas favorecen a Israel: la existencia de los guetos palestinos no les sorprende ni choca, ya que han crecido en la vecindad y enfrentamiento de los que pueblan vastas zonas de Washington, Chicago y Nueva York. Sus convicciones teocráticas ofrecen una curiosa simetría. con la de los militantes de Hamás y la Yihad Islámica. La fotografía del héroe Baruch Goldstein cuelga en numerosas colonias de los territorios ocupados como la del shahid (mártir) Ayman Radhi en los campos de refugiados de Gaza. Una paz durable y justa nunca será posible sino frente a la conjunción mortal de estos dos extremismos opuestos.
De vuelta a Jerusalén los enfrentamientos diarios entre vecinos de Al Jáder y colonos de, Efrat continúan. Los palestinos, sostenidos por militantes del movimiento. israelí La Paz Ahora, quieren organizar una marcha de protesta, pero un oficial de Tsahal les disuade de ello. Varios oradores, palestinos e israelíes, se dirigen con una bocina a un centenar de manifestantes. Algunos equipos de televisión y radio extranjeros graban y filman. Converso durante un rato con el corresponsal de Antenne 3 y una muchacha israelí que coordina las acampadas y acciones de apoyo a los campesinos amenazados de expropiación. "Rabin sigue la política del Likud, expoliando y humillando a los Palestinos" me dice con acrimonia. "¿Cómo puede hablar de paz si la ocupación sigue y se amplifica? Esta política es a la larga suicida. Con atropellos así, ¿cómo extrañarse de que los palestinos se venguen y envíen sus kamikazes a nuestras ciudades?".
Dos semanas después de pronunciar estas palabras, la matanza acaecida en Netanya le da trágicamente la razón.
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