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45º FESTIVAL DE BERLÍN

"Buster fue feliz"

El encuentro de Eleanor Keaton, la viuda del genial actor cómico, con la prensa de la Berlinale resultó digno de un chiste arrancado de una película de su marido. Un periodista francés le preguntó por una de las películas del cómico, y la viuda respondió que no la conocía, jamás había oído hablar de ella. Perplejidad total. Todos se esfuerzan por encontrar posibles traducciones al título. Al final resultó que era, sí, una película, pero de otro gran cómico, Harold Lloyd.Precisamente de Harold Lloyd no tiene buena opinión la viuda. Sobre él cayó uno de los escasos juicios negativos de una conferencia de prensa en la que trató de dejar bien a todos, en especial a Keaton. De los problemas de alcoholismo del cómico no puede hablar, porque fueron anteriores a su matrimonio. Desde que se casó con ella, Keaton fue feliz. La cara de palo era sólo para la pantalla, cuando la cámara empezaba a filmar.

En casa, Keaton era feliz, tocaba la guitarra y cantaba, mal, pero lo hacía, y no le gustaba contar chistes. Se mantenía en forma a base de nadar y algo de gimnasia. En aquellos tiempos no había extras, y Keaton sufrió dos accidentes durante los rodajes, pero se repuso pronto. La viuda se mostró indignada al comentar que un psicólogo había osado afirmar que Keaton tuvo una infancia desgraciada. Nada de eso. "Fue feliz", declaró Eleanor.

Keaton era amigo de Charles Chaplin y quedó contento con el trabajo que hicieron juntos en una secuencia de Candilejas. Rechazó la viuda la hipótesis de que Chaplin acortase con mala intención la actuación de su marido. Keaton, insistió, quedó satisfecho con el resultado de Candilejas. No dijo la viuda, pero aparece escrito en los manuales, que Keaton trabajó tres semanas por sólo 1.000 dólares.

A la pregunta de si no teme que hoy día se utilicen escenas de Keaton para la publicidad, replicó la señora que los abogados están atentos para perseguir cualquier atentado en este sentido. Además, Keaton no rechazaba la publicidad, disfrutaba con las películas publicitarias, que le daban poco trabajo y más dinero que el cine.

Tiene la viuda una mala opinión de Harold Lloyd, de quien dijo que sólo le interesaba el dinero. Según Eleanor, con la llegada del sonido todo cambió en el mundo del cine, que se convirtió en un puro negocio. La viuda de Keaton apareció en Berlín vestida de azul y con dos largos collares, uno parecía de perlas y otro de metal, que le daban un cierto aire de bailarina de charlestón de los felices años veinte.

La señora ama los perros, y hoy en Los Ángeles se dedica a criarlos y entrenarlos para películas. El San Bernardo de la película Beethoven es una cría suya. En Berlín le entregaron una cámara de la Berlinale como homenaje y recuerdo a su marido, que este año cumpliría un siglo. Como el mismísimo cine.

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