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DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

La rebelión de Perez Mariño rompió el debate

El diputado independiente del PSOE se alió con la oposición y pidió la dimisión de González

¡A perro flaco todo son pulgas! Andaban los socialistas ufanos por la sesión del miércoles mientras los populares aguantaban mal que bien la decepción por lo ocurrido, cuando un juez de la Audiencia Nacional de. 46 años, en situación de servicios especiales, miembro independiente del Grupo Socialista, Ventura Pérez Mariño, dejó caer la bomba en el escritorio del Congreso: convocó a los periodistas, pidió la dimisión de Felipe González y anunció que votaría las proposiciones de IU y del PP para investigar los GAL, los fondos reservados y la modificación de la ley del aborto. Ahí acabó el debate. Los socialistas apenas contenían la indignación y entre los populares hubo una explosión de alegría casi procaz que se materializó en un conato de aplauso.

El bloque de propuestas del PSOE y CiU que garantizan un año de estabilidad de Gobierno -aprobado con 175 votos a favor, 165 en contra y las seis abstenciones del grupo vasco y de Xabier Albístur- pasó a segundo plano, y los efectos balsámicos que entre los socialistas produjo el duelo González-Aznar se difuminaron para estallar en un borbotón de ira mal contenida.La explosión fue de tal naturaleza que muchos perdieron el sentido de la prudencia. Los pasillos se abarrotaron. Los remolinos de periodistas y diputados eran un vocerío nervioso en el que muchos populares repetían sin recato: "Se nos ha aparecido la Virgen", "nos ha salvado el debate". Un diputado socialista que le escuchaba cuando pedía la dimisión de González masculló a media voz: "Cabrón". Otro, del PP, se volvió hacia el socialista y, en un arrebato de comprensión, le dijo: "Tienes razón".

El catálogo de críticas cosechadas a lo largo del día entre las filas socialistas por la decisión de Pérez Mariño fue amplío: "No parece muy coherente" (Felipe González), "egoísta, insolidaria e inadmisible" (Cristina Alberdi), "golpe de Estado parlamentario" (Luis Yáñez), "impresentable" (María Antonia Martínez, presidenta de Murcia), "inoportuna" (Joaquín Leguina), "provoca justa indignación" (José Bono) y "pequeñas anécdotas" (Álvaro Cuesta, presidente de la Comisión del Diputado).

Pérez Mariño entró en el hemiciclo cuando comenzaban las votaciones. Los más exaltados, o quizá los más ingenuos, de los populares iniciaron un aplauso que de inmediato fue acallado con susurros por de sus compañeros.

Los socialistas se movían entre la desolación y la rabia. Jorge Novella, diputado por Murcia, en un alarde de cinismo histórico para intentar diluir la irritación, recordó al premier británico William Gladstone, que en su día lanzó esta sentencia: "Siempre he votado como un caballero lo que me ha dicho mi partido y nunca como un canalla lo que me ha dictado mi conciencia".Los almuerzos manchegos

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A Alfonso Guerra le pilló el estallido en la cafetería. Charlaba con compañeros cuando un emisario le dijo lo ocurrido. Un diputado popular que andaba cerca asegura que Guerra masculló: "Esos almuerzos manchegos de Bono...", en referencia a la comida en una casa campestre de Castilla-La Mancha en la que Felipe González negoció la incorporación a las listas socialistas de Ventura Pérez Mariño y Baltasar Garzón.

La tarde, parlamentariamente hablando, había dado poco de sí. Sólo Rodrigo Rato elevó el tono de un debate cercenado por el acuerdo PSOE-CiU para votar su propuesta de apoyo al Gobierno y rechazar casi todas las demás iniciativas. Rato no desaprovechó el turno para lanzar andanadas al Gobierno y cali5car "de coalición sectaria" al tándem de los socialistas y los nacionalistas catalanes. El portavoz del PP tenía, escrito un discurso con constantes alusiones personales contra González. Pero la ausencia del presidente, que llegó con media hora de retraso, le obligó a cambiar de plan, aunque aprovechó la circunstancia para mencionar con insistencia al "ausente señor González".

Precisamente estaba Rosa Aguilar, portavoz de IU-IC, pidiéndole a González que dejase La Moncloa y volviese a su casa, cuando el presidente apareció en el hemiciclo. Aguilar fue a la tribuna con artillería de grueso calibre y llegó a manejar alguno de los demonios más peligrosos de los últimos meses: "¿Cuánto nos va a costar a los españoles este apoyo de Pujol?, ¿cuánto nos cuesta el sillón de la presidencia del señor González?".

Joaquim Molins, de CiU, desmenuzó sin apenas pulso político las propuestas pactadas con los socialistas. Sólo al final respondió tímidamente a los ataques de Rato y de Aguilar al decir que "a pesar de los insultos", CiU no se abstendrá de hacer lo que cree que es políticamente necesario.

El hemiciclo estaba semivacío tras la intervención de Rato, y la sesión siguió entre murmullos y con escasísima atención a los oradores. Almunia cerró el debate en nombre de los socialistas para asegurar que iban a rechazar la mayoría de las propuestas de los demás grupos y a votar el bloque pactado con CiU "para aclarar que hay luz". Sin duda, era consciente de que la explosión de Pérez Mariño, más que iluminar, había cegado la capacidad de asombro de casi todos.

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