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Las víctimlas ignoradas del holocausto

El gitano Karl Stojka perdió la niñez cuando encontró a su hermano menor, Ossi, de seis años, aplastado por una pila de cadáveres en uno de los barracones de Birkenau. "Murió con una sonrisa en el rostro", dice Stojka, "porque al fin se había liberado de las bestias". Como Ossi, medio millón de gitanos de 11 países europeos fueron exterminados por los nacional socialistas. Junto a los judíos, los testigos de Jehová y los homosexuales, eran el último eslabón de la jerarquía en los campos de concentración y después de la liberación se convirtieron en las víctimas ignoradas del holocausto."Ha pasado medio siglo", reflexiona el anciano Karl Stojka, "pero para mí fue ayer, y sigo enfermo y no puedo olvidar". "Me quitaron el nombre", grita subiéndose la manga de la camisa para mostrar su antebrazo izquierdo tatuado, "y me convertí en el número Z-5742". Al término de la guerra, después de una pesadilla burocrática para demostrar que había estado en Auschwitz, el Gobierno austríaco le pagó una compensación económica equivalente a 140.000 pesetas. "¿Hay compensación posible?", se pregunta. %Cuando las cenizas de mis familiares están cubiertas ahora por tierra y mala hierba en Poloma?". En un gesto tardío, el Parlamento austríaco reconoció sólo en 1993 que la minoría gitana también había sido víctima de la criminal Política racial del Tercer Reich.

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Pero los testigos de Jehová y los homosexuales han tenido menos suerte. Sólo un superviviente gay en Austria logró en 1992 que el Gobierno le contabilizara los años que estuvo interno en un campo de concentración para el pago de su jubilación. Los homosexuales, que llevaban como distintivo un triángulo de color rosa, prácticamente no aparecen en los libros de historia, y los colectivos gay de Europa Central han iniciado una ofensiva informativa. En 1990, por iniciativa propia, y después de muchas presiones, lograron participar en la conmemoración del 451 aniversario de la liberación del campo de concentración de Mauthausen en Austria.

"Los aparatos burocráticos no tienen rrioral", dice Stojka, "porque en Austria y en Alemania se siguen pagando jubilaciones e incluso compensaciones a los más brutales guardias de las SS encargados de los trabajos forzados, la torturas y las selecciones para las cámaras de gas. Y ahora se hacen las víctimas y dicen que no tenían ni idea de la existencia de las cámaras de gas". "Mi familia no fue torturada y quemada por el señor Himinler, sino por el vecino, por hombres corrientes, como el tendero de la esquina".

Para cicatrizar sus traumas infantiles ha pintado con óleo sobre enormes lienzos su niñez en Auschwitz-Birkenau. Sus motivos se repiten obsesivamente. Las chimeneas de los crematorios, víctimas anónimas que en su último gesto gritaban antes de ser empujados a las cámaras de gas. O niños, como él, que tenían que cargar piedras, marchando kilómetros, para la construcción de las autopistas de Hitler. O los guardias de las SS que les disparaban en la nuca cuando a alguno de ellos le fallaban las fuerzas. Con algo de orgullo y algo de amargura, Karl Stojka recibió ayer a ministros y líderes políticos que inauguraron su exposición de pintura. Con medio siglo de retraso.

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