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Crítica:XI FESTIVAL DE CANARIAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los solistas del siglo XXI

Junto a los prestigios consolidados, el Festival de Canarias presenta a los grandes jóvenes de hoy que serán míticas figuras del siglo que se aproxima. La violinista Midori y la pianista Lilya Zilberstein no son promesas, a pesar de su corta edad, sino realidades contrastadas en el mundo internacional de los conciertos y del disco.Midori es una violinista exquisita, como dirían los críticos de antaño. Su técnica es grande y segura, su musicalidad sobria, su inteligencia aguda y su sonido luminoso sin ser demasiado grande. Hizo música de cámara con el pianista Robert McDonald y el diálogo entre el dragón y la bella oriental resultó a veces desequilibrado. Hubo mayor coincidencia en el doble discurso musical e íntima identificación salvo en dos casos: la Cuarta sonata en la menor, de Beethoven más pensada para piano y violín que al contrario-, y el precioso Nocturno y tarantela, de Szymanovski, autor injustamente tratado que cruzó en Polonia el puente que va desde el sentimiento romanticista al nacionalismo moderno. La invención de Szymanovski tiene siempre algo de magia por lo refinado y atmosférico de los timbres y armonías.

Quedó un poco corta la inmersión en el lirismo de Schubert a través de la Fantasía en do, y descompensada la Sonata en la mayor número 2, de Bach, en la que echamos de menos al leve clavicémbalo. Todo ello, conviene subrayarlo, teniendo en cuenta que se trata de dos excelentes intérpretes premiados por los grandes concursos y los constantes aplausos.

Los viene recibiendo la pianista moscovita Lúya Zilberstein desde que se hizo con el Gran Premio Busoni en 1987 Su recital, eminentemente pianístico, estaba consagrado a Liszt y a Scriabin. Aunque la técnica sea más primorosa que deslumbrante, el San Francisco sobre las olas o las dos Baladas del gran húngaro nos llegaron con natural veracidad y sin añadidos retóricos; pero el alma de la artista se patentizó en el, Liszt más intimista, lírico y concentrado de las poéticas Consolaciones, testimonio sentimental de su tiempo.

El chopiniano Scriabin renovó su lenguaje en los años maduros pero en gran parte de su obra aceptó las soluciones ideológicas, estilísticas e instrumentales del polaco. Así, en los Impromptus Opus 7 y los Preludios Opus 17, y en menor medida, en la concisa, intensa y brillante Sonata número 3 en fa sostenido menor. Obras todas en las que la belleza de sonido, resultado de un juego y unos ataques perfectamente mesurados, pusieron ante nosotros los perfiles ensimismados y depuradores de la Zilberstein. En resumen, dos programas que mantienen el alto nivel del Festival canario.

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