Rabin cierra las fronteras con Gaza y Cisjordania
VÍCTOR CYGIELMAN La paz se apeó ayer en la encrucijada de caminos de Beth Lith. Poco después de las nueve de la mañana de ayer (ocho, hora peninsular española), dos explosiones separadas por un intervalo de tres minutos segaron la vida de 19 personas, en su mayoría soldados israelíes, y dejaron un rastro de 65 heridos en un radio de unos 40 metros. El cruce de carreteras, a menos de 10 kilómetros de la ciudad costera de Netanya, 25 kilómetros al norte de Tel Aviv, quedó cubierto de restos humanos tras la acción de dos terroristas de la Yihad Islámica, uno de los cuales se inmoló cargado de explosivos. El Gobierno de Isaac Rabin decidió cerrar a cal y canto todos los pasos fronterizos que comunican el territorio israelí con Gaza y Cisjordania.
"Que Dios me guarde", murmuraba un hombre a la vista de las decenas de víctimas que yacían alrededor del puesto de bebidas del cruce de caminos de Beth Lith. Bajó un poste del tendido eléctrico se veía un brazo ensangrentado, pero el cuerpo no se veía por ninguna parte. Un poco más allá, había un cadáver despedazado, con el vientre hecho trizas. Los heridos vagaban aturdidos. Con el rostro ensangrentado y la mirada despavorida, repetían incesantemente: "Ayúdenme, sáquenme de aquí".Eran las 9.20 de ayer (las 8.20, hora peninsular española) cuando una fuerte explosión sacudió la parte posterior del puesto de bebidas de la encrucijada de Beth Lith, cerca de una estación de autobuses. Como todos los domingos por la mañana, el lugar estaba abarrotado de soldados que, tras el descanso del Sabath, acudían para embarcar en los autocares que les iban a llevar de nuevo a sus cuarteles.
Tres minutos después de la primera explosión, que provocó un gran orificio en la parte posterior del quiosco, una segunda sacudió toda la zona. Un hombre-bomba palestino hizo estallar la carga explosiva que llevaba sobre su cuerpo en medio de los soldados que habían acudido a socorrer a los heridos por la primera explosión.
La concentración de personas en el lugar del atentado fue una táctica diabólica, ya bien conocida en Oriente Próximo. En el ataque contra la cercana estación de autobuses de Hadera, el pasado 13 de abril, una primera explosión al lado de un vehículo que salía de su estacionamiento fue seguida por el estallido de varios kilos de explosivos en el interior de un autobús. Un terrorista los transportaba ocultos entre sus ropas.
El Gabinete israelí, reunido anoche en una sesión de urgencia, decidió por unanimidad cerrar los pasos fronterizos con Gaza y Cisjordania en respuesta al atentando de Beth Lith. Numerosos palestinos que pretendían acceder a territorio israelí fueron rechazados en los puestos de control por los agentes. Los 50.000 obreros palestinos que cruzan cada día la frontera se quedarán hoy de nuevo sin trabajo.
Un camionero de Tel Aviv, que circuló por la zona del atentado después, explicó con indignación que los vecinos de las localidades palestinas no se inmutaron por las numerosas rnuertes: "Acababa de salir de Netanya y pasé por el pueblo palestino de Tulkarem cuando todos conocían ya que se produjo un atentado. Todo estaba tranquilo y la gente hacía sus compras en el mercado".
Mientras, judíos ultraortodoxos pertenecientes a sociedades funerarias de beneficencia se dedicaban a recoger todos los restos de las víctimas del ataque. Para ellos, cada parte del cuerpo es sagrada y debe ser enterrada.
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