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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Costosa interinidad

EL COMPORTAMIENTO de los mercados financieros se ha convertido en uno de los árbitros de la crisis política por la que atraviesa nuestro país. La evolución del tipo de cambio de la peseta frente al marco alemán, la mayor o menor distancia de los tipos de interés de los títulos de la deuda pública respecto a sus homólogos alemanes y la evolución del índice de la Bolsa parecen haber sustituido a otros baremos para medir el deterioro de la con vivencia política en España. Por supuesto, las lecturas que se hacen de la situación están tan marcadas por las intenciones que no hacen sino incrementar la confusión y la incertidumbre.La oposición atribuye a esas variaciones de los precios financieros una elocuencia que deja cortas las formulaciones de los más acérrimos defensores de la eficiencia de los mercados financieros: aquellos que asumiendo la más fuerte de sus hipótesis consideran que esos precios incorporar toda la información relevante disponible.

El Gobierno, por su parte, y no pocos despistados observadores no encuentran base racional alguna que explique lo que está ocurriendo y llegan a sugerir que tras esas convulsiones de la peseta o de las rentabilidades de la deuda pública se encuentra una mano negra, aliada, con siniestros operadores financieros, frente a la cual es necesario cerrar filas en un ejercicio de patriotismo.

Lo cierto es que la economía española, y en especial sus mercados financieros, tiene desde hace tiempo un elevado grado de integración internacional, de interdependencia, que los hace vulnerables a múltiples episodios externos. Esto ha quedado particularmente patente en la semana que acaba de terminar, en la que los mercados españoles han sido zarandeados por un terremoto cuyo epicentro estaba localizado en Wall Street, debido a las dificultades del presidente Clinton para que. el Congreso le aprobara las líneas de crédito comprometidas en ayuda de México. Pero las tormentas afectan muy especialmente a los países que se encuentran en situación más precaria, sea por razones económicas o políticas. Y esto es lo que ha ocurrido con España.

Esa sensibilidad de las cotizaciones de los valores denominados en pesetas no es originada únicamente por malvados inversores extranjeros o grandes grupos financieros. Los ahorradores españoles también reaccionan al deterioro de las expectativas, no en vano el desarrollo de los mercados financieros en los últimos años, y en especial el de deuda pública, ha tenido en el crecimiento de las modalidades de inversión colectiva -las distintas clases de fondos de inversión, y en especial los denominados Fondtesoros, hacia donde se ha canalizado una parte importante del ahorro de las familias- uno de sus principales impulsores.

La hipersensibilidad hacia factores internos y externos que transmiten los mercados financieros hace palidecer las evidencias de mejora en los fundamentos de la economía, que, aunque puedan anticipar tensiones a corto plazo en la inflación, también están poniendo de manifiesto reducciones significativas en el resto de los desequilibrios, en especial el déficit público. Las actuaciones del Ministerio de Economía y Hacienda tendentes a la aplicación de las tantas veces pospuestas reformas estructurales, o a reforzar esa senda de rigor en la gestión de las finanzas públicas, no acaban de compensar los efectos adversos sobre las expectativas de los agentes económicos, nacionales y extranjeros, que transmiten hoy no sólo la situación política, sino también los movimientos nerviosos que han surgido en torno al dólar.

De poco sirve ese desaforado activismo testimonial de los miembros del Gobierno anunciando buenos y múltiples propósitos si no se reduce al tiempo la sensación de precariedad del actual Gobierno. Que ésta haya sido generada por causas no económicas no hace menos real su percepción y sus efectos. No sólo en esos mercados financieros que siguen manteniendo en vilo a la peseta y a la cotización de nuestra deuda, y que ya han contribuido a encarecer notablemente la atención de su servicio en concepto de intereses.

La debilidad de la peseta y de los mercados no se debe sólo a la incertidumbre política interna. Pero precisamente por las presiones externas sobre nuestra moneda y nuestra deuda, es imprescindible acabar con la interinidad que actualmente, se percibe. Y toda hostilidad entre Gobierno y oposición no debería cegarles tanto como para no ver que, al menos en este terreno, tienen intereses y responsabilidades comunes... e indeclinables.

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