Mitterrand inaugura en París el mayor complejo musical de Europa
François Mitterrand inauguró ayer en París la penúltima de las grandes obras que su presidencia lega a la posteridad: la Ciudad de la Música, un complejo de 50.000 metros cuadrados que ha costado 1.300 millones de francos (32.000 millones de pesetas) y en el que coexisten una gran sala de conciertos, un conservatorio, una residencia para estudiantes, un museo que contará con 4.500 instrumentos una librería y un café-restaurante. No hay en Europa nada comparable.
La ceremonia inaugural, tras la que se interpretaron piezas de Gustav Mahler e Igor Stravinski, tuvo el inevitable aire de despedida que envuelve todos los actos del presidente enfermo. Más, en este caso, por tratarse de la última gran obra que Mitterrand podrá inaugurar personalmente. La serie de hitos arquitectónicos mitterrandianos, que incluye la restauración y las pirámides del Louvre, el Arche de la Defense, los ministerios de Bercy, el Instituto del Mundo Arabe, la Opera de la Bastilla y la ciudad musical, se cerrará definitivamente en 1997, cuando esté acabada la Gran Bi6lioteca de Francia.La Ciudad de la Música era un proyecto mastodóntico que, según decía ayer el diario Libération, se ha quedado en simple aldea. En su emplazamiento de La Villette, donde estaban los antiguos mataderos de París, debía construirse también un gran Teatro de la ópera. Pero Mitterrand no resistió la tentación de llevarse ese teatro operístico a la muy simbólica plaza de la Bastilla, para inaugurarlo en la igualmente simbólica fecha del 14 de julio de 1989, bicentenario de la Revolución Francesa. Las prisas y los recortes presupuestarios impidieron que la ópera de la Bastilla fuera el auditorio bello y perfecto que hubiera podido ser, y otros factores, domo la limitación de plazas y la política de precios, asfixiaron el sueño de una ópera popular.
Un auditorio transformable
La ópera de la Bastilla acabó costando 2.000 millones de francos, mucho más que toda la Ciudad de la Música. El complejo de La Villette recoge, en algunos aspectos, la herencia del proyecto inicial de la Bastilla. El auditorio es completamente transformable, lo cual permite que la orquesta se sitúe en la tradicional posición frente al público (a la italiana) o en cualquier otra central, en tres bloques o esparcida por la sala. La acústica es excelente y el aforo es de 1.200 a 600 plazas, según se coloque la orquesta.
La política de precios promete ser popular: 160 francos la entrada más cara, que bajan a 100 (unas 2.500 pesetas) en los abonos para tres conciertos. Esto es posible gracias a un presupuesto de 130. millones de francos anuales, de los que 112; corresponderán a subvenciones.
Para contentar las demandas de ahorro de la gran mayoría conservadora instalada desde 1993 en la Asamblea Nacional, Mitterrand y su arquitecto, Christian de Portzamparc, moderaron las dimensiones y recortaron gastos en ciertos materiales: la mejor piedra se mezcla con azulejos vulgares, y los acabados deslucen un tanto el conjunto.
El eclecticismo arquitectónico albergará una programación igualmente ecléctica, diseñada con la aspiración de ser un festival permanente: desde conciertos sinfónicos clásicos hasta música africana, pasando por gregoriano, melodías sintoístas japonesas, flamenco, composiciones dodecafónicas y hasta recitales de acordeón. "La Ciudad de la Música y su auditorio, afirma su responsable, el compositor y director de orquesta Pierre Boulez, "son el sueño de cualquier melómano. No conozco nada igual".
Babelia
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