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La supernova de Lugo da nuevas claves sobre la forma de muerte de las estrellas

Un equipo de 23 astrónomos de siete países, liderados por científicos españoles, ha descubierto que la explosión estelar de la supernova 1.993J, la más brillante registrada en el hemisferio Norte celeste desde hace medio siglo, descubierta desde Lugo, alcanzó una forma de corteza esférica, como una bola hueca, sólo ocho meses después de producirse. El descubrimiento supone un importante avance observacional para comprender los mecanismos de muerte de muchas estrellas, aquellas que tienen una masa varias veces superior a la del Sol.

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"Esta corteza esférica [ ... ] es la más joven jamás descubierta en una supernova", dicen los investigadores, que realizaron las observaciones con una red mundial de antenas sincronizadas, en dura competencia con investigadores estadounidenses y canadienses. El equipo, liderado por Jon Marcaide de la Universidad de Valencia, en el que están también Eduardo Ros, del mismo centro, y Antonio Alberdi, del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), se ha adelantado en el análisis de los resultados y los publica hoy en la revista Nature.El descubrimiento, reconocen los investigadores mismos, fue una cuestión de oportunidades (una supernova que explota en sitio adecuado y la disponibilidad, reciente, de instrumentos de observación apropiados), más el trabajo bien hecho de los científicos movilizados a tiempo.

SN1993J fue detectada por primera vez el 28 de marzo de 1993 por el astrónomo aficionado de Lugo Francisco García pocas horas después de explotar en la galaxia M81 (constelación de la Osa Mayor).

La supernovas son espectaculares cataclismos celestes que se producen cuando una estrella mucho más masiva que el Sol agota el combustible que la hace brillar -básicamente el hidrógeno- y explota. Esto sucede a menudo en una u otra galaxia, pero no tan frecuentemente como los astrónomos quisieran en una situación de buena visibilidad desde la Tierra y a poca distancia. Por eso la supernova 1993J, en una galaxia próxima a unos 12 millones de años luz de distancia, causó tanto revuelo.

Como el sistema solar

Ocho meses después de la explosión de esta supergigante (la identificación se hizo luego), la onda de choque esférica había llegado a una distancia como la del Sol al planeta más lejano, Plutón, y en radiofrecuencia se apreció como una corteza esférica del tamaño del Sistema Solar alrededor de los restos de la estrella moribunda. "Las explosiones de supernovas son fenómenos que no se entienden del todo, en parte debido a la dificultad de establecer modelos teóricos para su comportamiento, y en parte debido a la ausencia de explosiones de supernovas en nuestra galaxia desde la invención del telescopio", dicen los investigadores.

El descubrimiento significa, según Marcaide, una certeza experimental de lo que hasta ahora eran conjeturas. "Creemos empezar a entender", dice, "que la radiación en radiofrecuencia que sale de la supernova se debe al choque entre el material que sale expulsado en la explosión y el medio interestelar que rodea a la estrella progenitora. De ahí la simetría esférica".

El material expulsado por la supernova viaja a una velocidad de unos 18.000 kilómetros por segundo y va arrastrando el viento interestelar, el material que la propia estrella ha estado enviando al espacio durante miles de años antes de explotar.

Para estudiar el cataclismo, los científicos han utilizado la técnica de radiointerferometría de muy larga línea de base (VLBI, siglas inglesas), que consiste en apuntar simultáneamente al mismo tiempo varias radioantenas hacia un mismo cuerpo celeste y sincronizar perfectamente los datos recibidos por cada una de ellas para obtener una imagen única. Cada radioonda que llega del cuerpo celeste tiene que ser identificada en cada receptor de la red y cuanto mayor es la distancia entre las antenas, más resolución se obtiene con el conjunto.

Para esta investigación de SN1993J, realizada en septiembre y noviembre de 1993, se han aprovechado los datos tomados con cinco grandes antenas de EE UU (Nuevo México y California), España (Robledo de, Chavela), Italia y Alemania.

Tras la explosión de SN1993J, los astrónomos apuntaron hacia M81 sus telescopios para estudiarla en rayos X, radio, ultravioleta y frecuencia visible. "Es la primera vez que en VLBI que dos equipos internacionales duplican las observaciones con un único instrumento -no hay más que una red de VLBI-, lo que da una idea de la importancia dada al asunto", dice Marcaide. Explosiones posteriores no han servido, por su situación o características.

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