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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Berlusconi: acto uno

LA AGONÍA del Gobierno de Silvio Berlusconi concluyó ayer con la anunciada dimisión del industrial reciclado en político. La causa inmediata de su caída ha sido la retirada de la confianza parlamentaria de su aliado Umberto Bossi, que dirige la Liga Norte. Pero los orígenes nada remotos del fin de esta experiencia de presunta renovación. de la política italiana se hallan en el creciente desgaste del líder de Forza Italia, las acciones judiciales contra su grupo, empresarial, Fininvest, y, en términos más generales, una impresión de caos, amateurismo, de inconsecuencia en un Gabinete con pretensiones redentoras.El presidente Scalfaro, que, constitucionalmente, va a ser el gran gestor de la crisis, puede optar entre varias alternativas, ninguna de ellas alentadora. Hoy mismo, el primer magistrado comenzará consultas con los líderes parlamentarios para hacer un nuevo encargo de Gobierno, que puede conducir a elecciones anticipadas. Así lo solicita el propio Berlusconi.

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Dentro de una cierta continuidad, Scalfaro podría mantener al industrial en la presidencia del Consejo, al frente de una coalición de su partido, Forza Italia, con los neofascistas de Gian Franco Fini. Esta agrupación sería minoritaria en la Cámara, aun sumándole la cuarentena de diputados de la Liga que han permanecido fieles a Silvio Berlusconi, y, por consiguiente, ese Gabinete se ocuparía prioritariamente de la convocatoria de elecciones, presumiblemente para marzo. Tampoco es descartable un Gobierno de técnicos antes de recurrir al mecanismo electoral. Finalmente, cabría la formación de una mayoría diferente entre la Liga Norte, el PDS y el Partido Popular, antiguos democristianos. Pero las cuentas no salen y sería una mayoría tan minoritaria como la de Silvio Berlusconi.

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La lección de todo ello es que la renovación de la clase política italiana en versión Forza Italia no ha sido tal que el electorado no parece haber hecho todavía las cuentas de su confianza para entregar la gobernación del país a una mayoría verosímil y que buena parte de los nuevos nombres de la política italiana parecen tan antiguos y tan susceptibles de estar implicados en la tupida red de corrupción de la I República como sus predecesores.

Con vistas a unos comicios anticipados, únicamente la Alianza Nacional de Fini muestra convincentemente su seguridad. Berlusconi exhibe parecida confianza, pero imposibilitado de seguir en el poder, Sólo de una nueva consulta puede extraer el apoyo que le salve del olvido político. En el campo de la oposición es visible la cautela del PDS, que no se beneficiaría sustancialmente ni siquiera de una caída en picado de Forza Italia, y los populares están aún lejos de poder convertirse de nuevo en un partido de poder por claro que se presente su ascenso.

Aunque algunas voces den por gravemente herida la experiencia Berlusconi, difícilmente se adivina dónde se hallan las mayorías de recambio. Con eso cuenta el industrial para prorrogarse a sí mismo. Siempre y cuando la justicia no corte su tenaz combate por seguir ocupando el centro del campo político.

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