Un sector de la Liga se opone a un Gobierno con la izquierda en Italia
La división de la Liga Norte sobre la aproximación a la izquierda de su líder, Umberto Bossi, quedó reflejada en un comunicado de ayer que expresa "fuerte preocupación" por el asunto. El texto fue firmado por 50 diputados liguistas, sobre un total de 180 parlamentarios, y, entre ellos, por el ministro del Interior, Roberto Maroni, quien también ayer declaró que él no participará en ningún otro Gobierno que no sea el de Silvio Berlusconi.
El portavoz de estos diputados precisó anoche que la Liga aún no ha decidido qué votará en la cuestión de confianza que el primer ministro pedirá el próximo miércoles. El único dato aparentemente firme en el futuro político es que Berlusconi se jugará el miércoles el todo por el todo, cuando baje a la Cámara de Diputados y pida a los partidos que pronuncien la palabra definitiva sobre si apoyan o no a su Gobierno. Luigi Negri, portavoz de los disidentes de la Liga, dijo que hasta ese día su partido no decidirá qué hacer.La Liga, pues, no se ha dividido definitivamente. El propio Maroni precisa que su rechazo a estar en otro Gabinete es "personal, no político, dictado por razones de coherencia", y añade: "No es verdad que haya roto con Bossi". Pero el debate interno es suficientemente tenso como para condicionar cualquier decisión, y hay una clara voluntad de hacerlo ver así, para que los ministros más afines a Berlusconi pueden seguir diciendo que "Bossi tira de la cuerda, pero no la rompe".
Junto a las división en el seno de la Liga, otro elemento confuso para el proyecto de la oposición y de Bossi es la actitud de una decena de diputados ex democristianos, ex socialistas y ex republicanos que dirige Mario Segni, quien ayer advirtió al líder del PDS, Massimo D'Alema contra cualquier cambio de mayoría. Estos diputados, cuyos votos serían imprescindibles en un acuerdo de Gobierno entre la Liga, el PPI y el PDS, apoyarían un Gabinete integrado exclusivamente por técnicos que designe el presidente de le República, Oscar Luigi Scalfaro, a fin de que se reforme la ley electoral, introduciendo el doble turno, y se celebren nuevas elecciones.
D'Alema habla de un Gobierno de ese tipo, pero no especifica su composición. También Bossi habla de un acuerdo coyuntural entre el polo "liberista" y el "laborista" para crear las condiciones que permitan crear una adecuada alternancia entre esas dos opciones. Pero el líder de la Liga sostiene que los secretarios de los tres principales partidos implicados deberán entrar en el Gabinete, en abierta contradicción con Segni.
Bossi ha excluido la posibilidad de un nuevo Gobierno de Berlusconi. Por su parte, el líder del PPI, Rocco Buttiglione, querrían incorporar a un sector de Forza Italia en la nueva mayoría de transición.
Todas estas contradicciones dan respiro a Berlusconi, que ayer se declaró "muy sereno" cuando bajó a la sala de prensa de la presidencia para saludar a los periodistas y hacer ver la normalidad de sus relaciones con el liguista Maroni, que en aquel momento informaba de los tratados en el Consejo de Ministros.
Como hace dos semanas, cuando recibió la citación para declarar ante los jueces, el primer ministro italiano reacciona al acoso de la oposición con un envite: es él quien pide la confianza y emplaza para el miércoles a quien quiera asumir la responsabilidad de hacer caer un Gobierno sin alternativa clara en plenas Navidades.
Berlusconi sostiene que el Gobierno actual sólo puede ser cambiado mediante nuevas elecciones, y fue a reiterárselo ayer a Scalfaro que, de acuerdo con la práctica constitucional italiana, piensa lo contrario. El primer ministro intenta, así, seguir marcando el paso de los acontecimientos, aunque parece seguro de una cosa: que los magistrados de Milán pedirán su procesamiento. Al parecer, eso fue lo que les dijo a puerta cerrada a los parlamentarios de Forza Italia con los que se reunió en la tensa noche del miércoles al jueves.
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