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Retos de Europa para España

Xavier Vidal-Folch

¿Una Unión Europea de 30 miembros en el siglo XXI? La cumbre de Essen ha dado el pistoletazo de salida, aligerando el último obstáculo pesquero al nacimiento de los Quince y bendiciendo la estrategia de ampliación a los seis países del Este (Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Rumania). Quince más seis, veintiuno. Chipre y Malta esperan en la antesala: 23. También Estonia, Letonia, Lituania: 26. ¿Y luego Eslovenia, Croacia, otra vez Noruega, Turquía? Hasta treinta.¿Cómo organizarse para que esta nueva Babelia no sucumba al nacer? Esto es lo que con tiempo "ha empezado a discutirse" formalmente en la cumbre de Essen, como sintetizó Felipe González. Informalmente, desde final del verano, cuando la Democracia Cristiana propuso afianzar un "núcleo duro" para impedir que la extensión redunde en derrumbe; una Europa de signo federal; una Comisión con "rasgos de Gobierno europeo". Y a lo que replicaron John Major, con sus distintas velocidades, y Edouard Balladur, con unos círculos bastante imprecisos.

El federal Jacques Delors acaba de ofrecer tres recetas prácticas para esa nueva Europa. Que las políticas comunes sean "más precisas" y quizá menos amplias de lo que se pretendía. Que aumente la descentralización, dejando para Bruselas sólo las "leyes marco" y a cada país/ región, su desarrollo. Que, para compensarlo, se refuercen los poderes centrales de la Unión.

Hay que discutir la simplificación de la toma de decisiones. Un ejemplo: existen al menos cinco procedimientos de decisión en los que participa el Parlamento Europeo. Hay que decidir si se eliminan las decisiones por unanimidad -el veto- y se implanta la mayoría cualificada como norma: son partidarios de ésta la DC alemana y la mayor parte de la socialdemocracia europea, salvo los laboristas. Son contrarios los nacionalistas de los grandes países temerosos de perder su peso. Hay que reconsiderar si es democrático que un voto en el Consejo se logre con 200.000 luxemburgueses, pero con cinco millones de españoles. Hay que redefinir el papel de la Comisión y. el Consejo y la incorporación de los Parlamentos nacionales a la construcción comunitaria. No sirve el mismo edificio europeo, pensado para seis fundadores y que ya acoge con estrecheces, a 15, para 30 copropietarios.

Le va a tocar a España, así como al comisario español Marcelino Oreja, afrontar este reto institucional, ya que nuestro país asumirá la presidencia de turno en el segundo semestre de 1995 y le tocará un primer papel en el acercamiento al Mediterráneo Sur, lanzado por la Comisión a instancias del vicepresidente español Manuel Marín. ¿Casualidades o coherencia de procesos? España presidirá el grupo de trabajo que alumbrará el primer papel de la reforma. González dio pistas en Essen: "No fijaremos posiciones previas, sino un abanico de dos o tres alternativas para cada punto conflictivo".

El Consejo Europeo extraordinario para esta reflexión y la Conferencia sobre el Mediterráneo de Barcelona son dos citas de otoño que pueden servir también para involucrar más a los españoles y superar así la ciclotimia polarizada entre el europeísmo más ingenuo y las bruscas reacciones de casticismo provinciano ante cualquier adversidad coyuntural: se llame vino, pesca o tomate marroquí.

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