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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Claroscuros europeos

LA CUMBRE de jefes de Estado y de Gobierno que ayer terminó en Essen -Alemania- ha sido una reunión de transición y de claroscuros. De transición, porque ha estado marcada por la inminencia de la ampliación de la Unión Europea a 15 miembros el próximo 1 de enero. Y porque las expectativas de ampliación a los países del Este se han, convertido ya en algo más que un sueno: perfilan un horizonte bastante concreto.La Europa del siglo XXI aparece mas cercana, con el reto de su ampliación hasta más de veinte países. Y con las enormes dificultades que ello comporta, que, por añadidura, exigen una cuidadosa reflexión: la cumbre extraordinaria del próximo septiembre y la conferencia del Mediterráneo deberán ser', bajo presidencia española, dos hitos de esa digestión.El Consejo Europeo arroja claroscuros. Entre lo positivo, lo esencial ha sido el visto bueno a la estrategia de ampliación al Este, que pasa por un dilatado periodo de preadhesión para permitir a los llamados pecos la adaptación de sus economías y sus sistemas jurídicos a los. baremos comunitarios. Y éste va acompañado de parecido énfasis en las relaciones con el Norte de África, según planteó la Comisión en el documento Marín y deseaban los países latinos de la UE.

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En las otras grandes cuestiones, los resultados políticos y económicos resultan muy magros. Es cierto que la situación política internacional no acompaña. La impotencia -ante el drama de la guerra de Bosnia no es sólo responsabilidad de la Unión Europea, pero no sirve de nada mirar para otro lado, puesto que responsabilidad comunitaria la hay. La Europa del futuro no será nada si, al igual que se dice de Alemania, sigue siendo un gigante económico y un enano político. La falta de una política exterior y de seguridad común es hoy una carencia sangrante.. Al tiempo que los Estados miembros empiezan a ofrecer indicios de una marcha atrás en su compromiso humanitario y político, el presidente de Francia, un anciano y frágil Mitterrand, al borde de sus fuerzas, todavía ha sido capaz de defender la vinculación indisoluble de Europa con ese compromiso.

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Así, bajo una presidencia alemana menos efectiva de lo que se auguró, una Francia cabalgando. a la vez sobre el Elíseo y Matignon, un Reino Unido con su Gobierno siempre al borde del abismo y una Comisión. cesante, el saldo de logros en otros terrenos ha sido escaso. Se ha trazado un apunte sobre política de empleo, notable más que nada porque casi se partía de clero, pero tímido en medidas y decisiones. Y se ha avanzado algo, aún nebuloso, en otro de los grandes retos planteados por el Libro Blanco: la financiación de las grandes redes de transporte y energía transeuropeas. Poco más.

En este contexto de consecuciones que se cuentan con los dedos de la mano, España ha conseguido algo importante: el reconocimiento de su derecho -ya acordado el pasado mes de marzo-, de incorporarse en 1996 a la política de pesca común, aunque quizá a un coste de imagen excesivo. Y, sobre todo, su contribución a la Política mediterránea lanzada por la Comisión Europea se ha visto coronada por el éxito.

Ahora empieza otra etapa. El final del mandato francés de Mitterrand y el de Jacques Delors como presidente, de la Comisión Europea abren graves interrogantes. Uno, sobre la pervivencia del eje franco-alemán como motor de la construcción europea. Otro, sobre la capacidad que tendrá la nueva Confusión para generar tantas iniciativas como su antecesora. Delors ha sido uno de los grandes presidentes de la Comisión. Por sus contribuciones -el Acta Unicá, el Tratado de la Unión, el. Libro blanco sobre competitividad y empleo-, y por la dinámica que ha sabido imprimir a la obra continental figura ya en el libro de honor de la historia europea.

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