La herencia de Di Pietro
Los procesos interesan poco, y las denuncias de corrupción en Italia han cesado
Manos Limpias, la gran investigación contra la corrupción asociada a la financiación de la política, que ha revolucionado Italia desde el 17 de febrero. de 1992, agoniza. Los procesos se van haciendo, en contra de lo que sostienen los críticos, pero interesan poco a la opinión pública, entre otras cosas, porque los políticos juzgados pertenecen a una época que ya es pasado. La dimisión de Antonio di Pietro, el fiscal símbolo de esta lucha, significa la gran dificultad, si no la imposibilidad, de mantener la presión judicial sobre los nuevos dueños del poder político.Aunque el pulso entre la Magistratura y el Gobierno se mantiene y el futuro político inmediato de Italia pueda depender todavía en gran medida de algunas citas básicas ante los tribunales -como son la audiencia preliminar del juicio por presunta asociación mafiosa contra el ex primer ministro Giulio Andreotti, que iba a comenzar el miércoles en Palermo y que ayer fue aplazada hasta el 27 de enero, y la declaración del primer ministro, Silvio Berlusconi, ante los magistrados de Milán, prevista para el próximo martes-, nadie puede estar seguro de que hechos ilegales como los que desencadenaron esta tormenta judicial no vayan a seguir produciéndose.
Di Pietro lamentaba días antes de dimitir que, en las actuales condiciones, bajo el acoso de inspecciones, amenazas e insultos montado por las fuerzas del Gobierno en torno a los magistrados, ya nadie denunciaba nuevos hechos de corrupción. El fiscal de Palermo, Giancarlo Caselli, el acusador de Andreotti, añade que también los arrepentidos de la Mafia han dejado de colaborar con la justicia porque se sienten inseguros.
La última investigación importante abierta por la magistratura de Milán, la de la corrupción de la policía fiscal, data del mes de mayo. En 1993 no pasaba semana sin que los investigadores levantaran un filón nuevo.
Escapar a la inestabilidad
Por aquellas fechas, sólo el ex líder socialista Bettino Craxi, todavía no exiliado, pero aislado ya por el más absoluto desprestigio, acusaba a los jueces de actuar en función de intereses predominantemente políticos. Hoy, su amigo Silvio Berlusconi, el primer ministro, afirma que hay que "normalizar" la justicia y proclama que quien se atreva a condenarle perpetrará un abuso jurídico orientado exclusivamente a hacer caer el Gobierno. Ni siquiera sus aliados de Alianza Nacional, que crecieron políticamente apoyando sin límites la acción de los jueces, contestan estas salidas de tono. Imponen la tesis de que Manos Limpias fue eficaz y necesaria, pero que hay que pasar de página para escapar a la inestabilidad permanente.
El 6 de diciembre, el día de la dimisión del magistrado, apenas una veintena de periodistas seguía las conclusiones definitivas de Di Pietro en el proceso Enimont, el juicio sobre la mayor comisión ilegal pagada en la historia de Italia: las 14.000 millones de pesetas que Raúl Gardini distribuyó entre secretarios de todos los partidos italianos, salvo la izquierda de tradición comunista.
El desinterés se explica en parte por4ue, en el sistema procesal italiano, los acusados por motivos penales no tienen obligación de asistir a su proceso, nisiquiera cuando están en prisión preventiva. Los juicios son, por ello, cosa de abogados.
El gran motivo del desinterés por los juicio de Manos Limpias deriva, no obstante, del hecho de que, los acusados más ilustres, como el ex secretario democristiano Arnaldo Forlani, el ex secretario administrativo del mismo partido Severino Citaristi, los ex ministros Paolo Cirino Pomicino o el ex secretario liberal Renato Altissimo son cadáveres políticos que ya no despiertan ni emoción ni preocupación entre los italianos.Gran fugitivo
Algo distinto es el caso de Craxi, el único gran fugitivo de Manos Limpias y quizás el más odiado. Pero sus sucesivas condenas, junto a su ex delfín Claudio Martelli, por concurso en la quiebra del Banco Ambrosiano y corrupción ligada a actividades del ENI, el ente petrolero italiano, han sido ya noticias de segundo plano. A Craxi le esperan todavía procesos importantes, como el de las desviaciones de ayudas al Tercer Mundo, en el que será juzgado junto a su ex ministro de Exteriores, Gianni de Michelis, condenado también en el proceso del ENI.En Italia hay cientos de procesos pendientes, ya que Manos Limpias ha sido un terremoto con epicentro en Milán y consecuencias muy difusas, sobre todo en Roma, Nápoles y Palermo. Y alguno de estos procesos darán todavía que hablar, como el de los fraudes en la Sanidad, por el que será juzgado el ex ministro Francesco de Lorenzo.
El balance de la era Di Pietro ya puede ser trazado: todo un grupo dirigente político corrupto fue barrido y sustituido por nuevos dirigentes crecidos en el entorno de los viejos; el grupo empresarial corruptor, el otro elemento inevitable del binomio, ha superado los embates de la justicia sin perder sus puestos ni sus posiciones de poder dentro del Estado. El país queda abocado a una inestabilidad a la que resulta difícil poner un límite temporal claro.
Por otra parte, Massimo D'Alema, secretario general del Partido Democrático de la Izquierda (PDS), y su predecesor Achille Occhetto, han sido nuevamente inscritos en el registro de indagados de la fiscalía de Roma, en el contexto de una investigación sobre una cooperativa de Bolonia sospechosa de haber financiado ilegalmente a dicho partido. Los dos dirigentes ex comunistas serán, tal vez, llamados a declarar esta próxima semana. Occhetto y D'Alema ya estaban bajo investigación por una denuncia que formuló Bettino Craxi.
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