Al viejo estilo

Perteneciente a una antigua familia de bailaores madrileños con raíces en Jerez de la Frontera, Toni practica una modalidad de baile que entronca con la gran escuela clásica. Sin genialidades, pero sin vulgaridad, este heredero principal de la dinastía, que ha tenido en Faíco a su último representante, ofreció a través de cuatro palos sucesivos una lección completa de las viejas maneras: braceo en su mínima expresión -como mandaban los cánones para el baile masculino-, ausencia de piruetas, sobriedad y protagonismo de los pies.

Un ritmo hipnótico practicó Toni por alegrías, marcando largamente el compás sobre una tabla del escenario, para llenarlo luego con un derroche de energía canalizada. En la farruca dejó paso a la elegancia y la sensualidad se desprendió de sus tangos. Perfiló y diferenció cada uno de los bailes gracias a su control y recursos técnicos. Pero, sin duda, la máxima virtud de su estilo brilló en el melodioso taconeo, como un eco permanente de castañuelas.

La Uchi lo acompañó por cañas, y el careo de la pareja, mimoso y exacto, trajeron otras épocas en las que una cierta dosis de afectación no impedía la composición de estampas románticas.