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Buena acogida en Mexico a las promesas de Zedillo de negociar en Chiapas y reformar el sistema judicial

Los mexicanos reaccionaron con optimismo al mensaje de cambio y de paz que les ofreció su nuevo presidente, Ernesto, Zedillo, como inicio de mandato. Todas las promesas del que va a ser hasta el año 2000 el responsable del país -una nueva negociación en Chiapas, completar el cambio ya iniciado en el sexenio anterior y la reforma de un sistema judicial y una policía podridas por la corrupción- han logrado por lo menos crear un estado de ánimo distinto entre una población cansada de su tradicional clase política y que demás, desde el 1 de enero, está siendo testigo de hechos dramáticos y alarmantes. Unas 50 personas resultaron heridas en choques entre policías y manifestantes antigubernanentales durante la toma de posesión.

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Entre los principales sucesos de este año se encuentran el nacimiento de un foco guerillero en Chiapas y el asesinato de dos políticos de primera línea.Zedillo logró ganarse el apoyo de prácticamente los principales sectores de población y de generar cierta confianza en un país que todo lo estaba ya viendo negro, se aseguraba ayer en medios políticos y financieros. "Todas las promesas expresadas en su discurso de toma de posesión merecen por lo menos un compás de espera hasta que las convierta en hechos, si es que así ocurre. Por lo pronto se ha ganado que el pueblo le dé un margen de tiempo", advertía un alto ejecutivo bancario.

La prensa mexicana reaccionó positivamente a su discurso. Casi todos los periódicos resaltaban la idea del presidente de construir un nuevo Estado de derecho en México, lo que comportaría una profunda reforma de la justicia, el combate de la corrupción, la impunidad y el abuso de poder, un mayor equilibrio entre los poderes del país y el aparato presidencial, el fin de las sospechas electorales y un mayor reparto de la riqueza, esto último con el objetivo de paliar la pobreza, "el lastre más doloroso de nuestra historia".

La forma en que se expresó Zedillo fue lo que más sorprendió. Habló de forma directa y con las mismas palabras de la calle, lo que no es muy común entre la clase política mexicana; llamó a los problemas por su nombre, cosa también muy poco normal en un acto protocolario y solemne donde asistieron invitados de fuera y se comprometió a llevar a cabo importantes reformas en el aparato del Estado, por lo que de no cumplirse es muy probable que se le pase factura en cuanto acabe el plazo mínimo que se suele establecer para este tipo de proyectos de Gobierno.

Es muy común en México que a principio de sexenio el presidente entrante dé un golpe de efecto. Sin embargo, el Gobierno creado por Zedillo el miércoles -joven, compacto y con profesionales tecnócratas y reformistas- y su discurso de ayer evidencian algo distinto y diferente, al menos aparentemente.

Algunos sectores políticos razonaban su optimismo al asegurar que el nuevo equipo de Gobierno, con la excepción del expresidente priísta Ignacio Pichardo, implica ya de por sí un cambio porque comporta una regeneración de la clase política mexicana.

Sería el caso de la mayoría del Gobierno, pero en especial de personas como Esteban Moctezuma, el joven amigo del presidente que se hará cargo de la cartera de Gobernación, o de José Angel Gurría, un experimentado economista de Harvard con formas y modos de operar distintos a los tradicionales cancilleres, que ha tenido México.

Lo mismo ocurre con un político que ya sirvió a Carlos Salinas como secretario de Comercio y al que Zedillo le ha encomendado el control de la economía: Jaime Serra, el hombre que negoció el Tratado de Libre Comercio con América del Norte y que ahora se encargará de la cartera de Hacienda. Los tres rondan los cuarenta y pocos años.

De otro lado, la polarización política de la sociedad mexicana, la rabia y el descontento contenido explotaron en las calles del

Distrito Federal durante la toma de posesión de Zedillo en la madrugada de ayer [hora peninsular española]. Los violentos enfrentamientos registrados entre policías y manifestantes antigubernamentales causaron más de 50 heridos.

Tras las cargas policiales los manifestantes quemaron un coche de la policía y otro perteneciente al PRI. Los choques se produjeron al término de una manifestación convocada por el Partido de la Revolución Democrática, si bien la formación que dirige Cuauhtémoc Cárdenas se ha desmarcado de las protestas violentas.

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