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Barrenderos sin escoba

Un nuevo y ruidoso aparato, entre los utensilios para retirar la hojarasca

Antonio Jiménez Barca

Habrá quien piense que un noviembre sin hojas pierde melancolía, pero desde luego gana en eficacia. Y en ruido. La imagen otoñal del barrendero apartando silenciosamente las hojas con un escobón es ya pasado. Un nuevo personaje ha nacido este octubre: el soplahojas; que acarrea la hojarasca a golpe de las corrientes de aire que emanan de una escandalosa máquina sin nombre oficial -una suerte de aspiradora a la inversa-.El ingenio (al que denominan sopladora o soplante) consiste en un motor que se lleva a la espalda como una mochila y del que surge una trompa de plástico. Cuando el artefacto se pone en marcha, un chorro de aire sale propulsado, y es lo suficientemente poderoso como para levantar las hojas y conducirlas (volando) a donde el barrendero desee.

Por ahora hay sólo seis máquinas; cuatro las utilizan los empleados de limpieza pertenecientes a la contrata Dragados y Construccion es -que limpia el distrito Centro- y las otras dos son propiedad de la compañía que se encarga de limpiar los jardines del paseo del Prado, territorio de FCC.

Desde el principio del otoño, uno de estos barrenderos bañados de modernidad conduce su rebaño de hojas (a una altura de medio metro) hacia un montón situado en el paseo del Prado. El hombre, César Corbacho, que suma a sus 10 años de limpieza de parques a su espalda los cinco kilos de peso de la máquina, está encantado con el nuevo invento: "Pues se avanza, claro que se avanza más, y además, hay que estar con los adelantos", dice.

"Antes, con la escoba, estabas ahí, dale que dale, y no te cundía: ahora, todos nos peleamos por la sopladora porque, además, es más divertido", añade. También le agrada del nuevo invento el hecho de no tener que doblar el espinazo necesariamente para barrer las hojas. Con las sopladoras no hace falta agacharse para que las hojas se muevan.

Un poco de polémica. Quien no estaba muy de acuerdo era un paseante que, disgustado ante el estruendo de motocicleta de la sopladora, opinaba que mejor era la antigua cosa de la escoba. "Pues al que le moleste el ruido, que se vaya", dice uno de los empleados, armado de rugiente sopladora.

Claro que los nuevos tiempos e inventos no terminan con los viejos problemas de coordinación. "A veces pasa que amontonamos todas las hojas, las dejamos ahí, y los barrenderos de la noche no pueden recogerlas, y ahí las tenemos por la mañana", cuenta el empleado de limpieza.

Y entre que se recoge o no, el' viento juega malas pasadas y deshace por la noche lo que empleados, escobas y máquinas modernas componen por la mañana. El equipo encargado de limpiar de hojas los jardines situados entre Atocha y Colón lo integran seis personas. "Pocos, para lo que tenemos que hacer", cuenta otro barrendero.

"Por lo pronto, estamos satisfechos con el sistema: en nuestro caso, los barrenderos van en equipo; uno barre, otro expide aire y almacena las hojas, y otro, con una máquina succionadora, las recoge", cuenta Javier San Millán, de Dragados. "Y no sólo pueden servir ahora: estamos pensando en utilizarlas en las fiestas, cuando las calles quedan llenas de papeles y vasos de plástico", añade.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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