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Memorable faena de Manolo Mejía

Manolo Mejía se consagró como gran figura del toreo con una faena memorable al toro Zalamero, de la ganadería de Martínez Ancira. El toro fue indultado porque al romper e irse entregando a los vuelos de la muleta, mostró una bravura extraordinaria en su acometividad y un asombroso son en sus 61 embestidas. El encierro fue duro para los de a caballo, y por su estilo descompuesto fue complicado para los de a pie.Al que abrió el festejo, Manolo Mejía lo llevó al caballo con suavidad. Conocedor de su vicio, con la sarga se esforzó por sujetar al tardo gazapón, pero como éste tiraba derrotes a diestra y siniestra, decidió despacharlo.

Al serio y alegre cuarto, que salió con patas, el diestro de Tacuba lo recibío con una vistosa larga capeada para continuar con ajustados mandiles y terminar en los medios con impresionantes chicuelinas. Expuso con las banderillas, sobre todo en el último par, saliendo de tablas, y la concurrencia lo ovacionó de pie.

Martínez / Mejía, Ponce, Manzur

Toros de Manuel Martínez Ancira, presentables, excepto 2º, anovillado; con casta; 4º indultado por su bravura y nobleza. Manolo Mejía: media caída (palmas); indultado el toro (dos vueltas en compañía del ganadero). Enrique Ponce: estocada (oreja); pinchazo, estocada corta caída y dos descabellos (silencio). Arturo Manzur: pinchazo hondo y estocada (aplausos y salida al tercio); pinchazo y estocada caída (palmas).Monumental Plaza México, 27 de noviembre. Tres cuartos de entrada.

Con la franela cuajó una faena redonda e interpretó una sobria concepción del arte de torear. Hubo conjunción entre la bravura del ejemplar y la tersura, elegancia y empaque del maestro. Las series de clásicos naturales, de templados derechazos, los embrujos en los desdenes y la alegría en los adornos, fueron verdaderas obras de arte. Demostró Mejía la importancia de saber andarles a los toros y siempre estuvo por encima de la clase de su colaborador. El júbilo y la emoción se apoderaron de los 30.000 espectadores y flamearon sus pañuelos pidiendo el indulto del astado, que fue de menos a más y así acrecentó su nobleza y codicia.

Al segundo, Enrique Ponce lo lanceó con desahogo. Con la muleta cuadrada en la cara del tardo adversario y a base de aguantarlo, le cargó la suerte para dominar su calamocheo. Deleitó a la afición por la calidad de su toreo por bajo y por ambos lados. Con emotivos ayudados por bajo, flexionando la rodilla, ahormó la cabeza de la fiera y la preparó para la suerte final. Hizo la cruz en el volapié, enseñando con hombría el pecho. Su trofeo fue ganado a ley.

El quinto desarrolló sentido y no tuvo recorrido, pero el espada valenciano no se inmutó, mostró seguridad y recursos, y con decoro lidió al bicho.

Arturo Manzur batalló con el tercero, un cornúpeta que rebrincaba. A base de ponerse en la cara del bovino porfiándole, le sacó algunos recorridos. En varios pases; el adversario se quedaba a la mitad del viaje y con mucho valor y, sobre todo, tranquilidad, el regiomontano lo aguantaba hasta terminar el muletazo. Cuando lidiaba al topón que cerró plaza, el viento, que había soplado tenuemente desde el segundo toro, arreció, y tuvo que abreviar.

En las 48 temporadas del coso de Insurgentes, se han indultado 14 toros. El anterior fue Samurai, de Begoña, el 6 de mayo de 1986, con el que se consagró Niño de la Capea.

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